Las diferentes historias entrelazadas de los huéspedes de un elegante hotel es el argumento de este film de brillante reparto.
Greta Garbo, la bailarina solitaria; John Barrymore, el aristócrata ladrón; Joan Crawford, la taquígrafa que sueña dejar de estar a las órdenes de jefes caprichosos y probar fortuna en el mundo del arte; Lionel Barrymore, el moribundo en su última aventura, y Wallace Beery, el despiadado industrial.
Al Doctor Otternschlag (Lewis Stone), residente permanente del establecimiento, le parece que en el hotel más lujoso de Berlín, la gente va y viene y nunca pasa nada, pero lo cierto es que sus estancias encierran muchas historias.
Basada en la novela Menschen im Hotel de la austriaca, posteriormente nacionalizada estadounidense, Vicki Baum, publicada en 1929, que ella misma había adaptado al teatro. Esta obra le abrió las puertas de Hollywood, a donde se trasladó en 1931, una decisión considerada exagerada, pues en parte lo hizo huyendo del incipiente nazismo dado su origen judío. ¡Mira si acertó! Además, el film significó un impulso a la carrera de Greta Garbo que había entrado en cierto declive.
El film ganó el Oscar de 1932 en la categoría de Producción Sobresaliente (actual Mejor Película), sin haber sido nominado en ningún otro apartado.
Momentos aún de transición del mudo al sonoro que se nota en algunas interpretaciones, ya sabemos que algunos actores transitaron mejor que otros, algunos de los cuales llegaron incluso a desaparecer del mapa. La película rompe algunos moldes de lo que se venía haciendo hasta entonces, el más llamativo y arriesgado, mezclar grandes nombres en una misma producción, aquí, Garbo (la estrella consagrada) y Crawford (la emergente) y hay que decir que según el parecer casi unánime, ésta se come con patatas a la primera.
Las historias de los personajes que desfilan por la pantalla acaban siendo lecciones de vida que se resuelven de un modo un tanto moralizante pero sin subrayados. Cobra especial importancia el diseño de producción, obra de Cedric Gibbons, del que saca mucho partido el realizador Edmund Goulding, con esos decorados que recuerdan al art déco y el fastuoso vestíbulo del hotel por el que vemos ir y venir a los personajes.
Un final entre amargo, triste o feliz, según la historia de cada cual, con una leve crítica a las estructuras y usos sociales.
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