El fiscal del distrito de Nueva York asigna a Sean Casey (Andy García), un abogado novato, su primer caso: hacerse cargo de la acusación en el juicio más polémico y de mayor impacto mediático de la ciudad, en el que un traficante de drogas es acusado de asesinato, pero el asunto tiene implicaciones de corrupción policial. De la investigación del caso en cuestión se ocuparon su padre, que resultó herido, y otro policía, su compañero.
El guion adapta la novela "Tainted Evidence", del escritor, periodista y antiguo oficial del Departamento de Policía de Nueva York, Robert Daley, que, como en alguna otra de sus novelas, aprovecha su experiencia en el Departamento para fraguar la historias que relata.
De hecho, el libro se basa libremente en el caso real de Larry Davis, un traficante de drogas que disparó a seis policías, pero fue absuelto, tras acusar a la policía de intentar matarlo porque ellos estaban involucrados en el caso.
Al principio parece que estamos ante un film policiaco y judicial, pero no tardamos en darnos cuenta de que el verdadero asunto que desarrolla el guion es bien otro, enfrentando la ley y la justicia con los principios morales, incluso con los sentimientos.
Casey se desempeña como uno más de los varios ayudantes del fiscal de Nueva York, llevando varios casos a la vez, casi siempre con el tiempo justo para preparar sus alegatos y sin apenas poder profundizar en detalles. Por una serie de casualidades, tras pocos meses en su puesto se ve impulsado a un meteórico ascenso, siendo promocionado para el cargo de fiscal general del estado. Al tiempo, irá cayendo en la cuenta de que los asuntos en que le toca intervenir no siempre se resuelven con la claridad de blanco o negro, sino que, como casi todo en la vida, aparecen los puntos intermedios y que ni todos los delincuentes son tan malos, ni los policías unos angelitos, descubriendo que le espera un mundo lleno de transacciones no siempre moralmente aceptables, sobre todo si los sentimientos personales entran en juego.
Una película muy entretenida de seguir por el ritmo que Sidney Lumet logra imprimirle y con unas actuaciones de nivel. Nos presenta un mundo que se nos antoja muy cercano a la realidad, con arreglos judiciales y situaciones en que el mal menor se impone a la consecución de la verdadera justicia.