Charles Nesbitt Wilson conocido como Charlie Wilson (Tom Hanks), es un congresista norteamericano que había comenzado su carrera política colaborando en la campaña presidencial de John F. Kennedy, durante 25 años consiguió salir elegido representante por el segundo distrito de Texas en la candidatura demócrata.
Joanne Herring (Julia Roberts), una empresaria estadounidense ultraconservadora, amante ocasional de Wilson, convence a este para iniciar una campaña de ayuda a los muyahidines afganos, a los que consideran luchadores anticomunistas por la guerra que mantienen contra las tropas soviéticas que ocupan su país a principios de los 80.
Charlie Wilson, a quien se nos presenta como un bebedor, amante de las diversiones, de la buena vida, del lujo y las mujeres hermosas, se compromete a conseguir fondos para lo que es su verdadera obsesión, que los combatientes afganos tengan el sofisticado material bélico que les permita derribar los helicópteros rusos, pues considera que estas aeronaves, muy bien acorazadas para soportar los disparos de fusilería, dan una ventaja determinante a los soviéticos en su lucha por controlar el país asiático.
De momento consigue que se eleve el presupuesto de la CIA para la guerra encubierta en Afganistan hasta 5 millones de dólares, pero esto es sólo el principio, al final de su campaña, la cantidad destinada a tal fin, entre los fondos reservados norteamericanos y las cantidades aportadas por Arabia Saudí, ascenderá a mil millones.
Curiosa película sobre la decisiva intervención de este personaje de la vida pública americana en el desarrollo de la Guerra afgano-soviética.
Tanto Julia Roberts como Tom Hanks, con unas actuaciones sencillamente correctas, parecen desempeñar sus papeles con cierto aire de ir sobrados y cuando esa actitud se hace patente, resulta un tanto repelente. Más interesante, para mi gusto, la actuación de Philip Seymour Hoffman en su papel del peculiar agente de la CIA Gust Avrakotos y algunos momentos de la de Amy Adams, que interpreta a la secretaria del congresista.
Por lo demás, el film se centra en una época determinada de la biografía de este hombre, que había sido furibundo defensor del dictador nicaragüense "Tachito" Somoza, en la época en la que los sandinistas comenzaban a emerger, esa etapa es, como queda dicho, la de la guerra afgana y la contribución norteamericana a la lucha armada de los muyahidines contra los soviéticos, a quienes se presenta como unos sanguinarios asesinos que se dedican a ametrallar y bombardear poblados afganos y a asesinar a mujeres y niños, por supuesto, ellos son los únicos culpables de la guerra, obviando en todo momento que, como reconoció posteriormete la administración norteamericana, ellos llevaban años alentando la sublevación con la esperanza de provocar la invasión soviética que, finalmente, se produjo. ¿Se imaginan la reacción de los EE.UU. si los rusos fueran sorprendidos haciendo lo mismo en México, por ejemplo?
El film, que tiene buen ritmo narrativo, se presenta bajo la forma de una comedia, a pesar del tema tratado, con sus toques de humor y unos diálogos que, en bastantes momentos, no están nada mal. Pero a la hora de plantear sus críticas sobre lo que aquello supuso y sus porteriores consecuencias, que obligarían a los EE.UU., a la larga, a acabar interviniendo para combatir a quienes ellos habían armado y, de forma indirecta a sufrir esas consecuencias en sus propias carnes el 11-S, lo hace de esa manera típicamente americana que a muchos, aunque conocida, nos sigue llamando la atención. Al final, resulta que la Comisión de fondos reservados, que ha dado millones para armar a los afganos, se opone a una ayuda de un millón de dólares para reconstruír escuelas y lo que da a entender el film es que los americanos, en palabras de propio Wilson, estropearon el partido en la última jugada, y se quedan tan orondos, pensando que se han autocriticado y asumido sus errores. Y uno piensa, ¿me estás tomando el pelo? ¿La más grande de las guerras encubiertas en la historia de Estados Unidos está bien, siempre y cuando ayudemos a construír unas pocas escuelas al final? Como si tirar unos cuantos dólares en la reconstrucción de las infraestructuras del país pudiera compensar el daño incalculable que armar y entrenar a muchos futuros miembros del ejército Talibán causó.