viernes, 28 de febrero de 2020

LLUVIA NEGRA


El señor y la señora Shizuma (Kazuo Kitamura y Etsuko Ichihara), y su sobrina Yasuko (Yoshiko Tanaka), atraviesan las ruinas de Hiroshima justo después de que la bomba atómica haya caído. Catorce años después, Yasuko vive con su tía, su tío y su senil abuela, en un pueblo en el que habitan algunos de los supervivientes de la bomba. Yasuko no parece verse afectada, ni presenta síntomas de mal alguno, pero los Shizuma están preocupados por las perspectivas de su matrimonio, ya que podría sucumbir a la enfermedad por radiación en cualquier momento, además, las posibles consecuencias de su contacto con la radiación han dado lugar a un sinfín de habladurías entre los pretendientes de la joven.


La lluvia negra la constituyen las partículas radiactivas procedentes de la explosión de las bombas que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki. Basada en una famosa novela ("Kuroi Ame") de Masuji Ibuse sobre la devastación causada por la bomba atómica, el libro relata las consecuencias de la explosión atómica en Hiroshima.
Su autor retrata con sensibilidad y con un esperanzado humor, la compleja red de emociones que se establece entre unos supervivientes que siguen soportando las enfermedades y el dolor provocados por la explosión y que ignoran hasta qué punto su salud puede estar afectada.
La novela es un clásico de la literatura japonesa del pasado siglo y se apoya en documentos históricos sobre la devastación causada por la bomba atómica y en entrevistas y diarios de víctimas de la masacre, diarios como el que llevan Yasuko y su tío, siendo considerada como la novela japonesa que mejor se ha enfrentado a las consecuencias de la explosión atómica en Hiroshima.


Un día cualquiera en la ciudad japonesa de Hiroshima, el país está en guerra, sí, pero la gente, dentro de lo posible, desarrolla una vida rutinaria, es el 6 de agosto de 1945 y, de repente, un inmenso relámpago azota la ciudad, es el relámpago que mata.
150.000 personas murieron a consecuencia del estallido de la bomba nuclear lanzada por los norteamericanos sobre la ciudad japonesa, pero se calcula que medio millón de personas murieron en los días y años posteriores a consecuencia de la radiación.
Estas personas, víctimas en muchos casos inocentes, son las verdaderas protagonistas del film de Shôhei Imamura, representadas en la familia Shizuma, los dos tíos y la sobrina huérfana de madre, gente sencilla, normal y corriente, como el resto de los personajes de la película. A pesar de no hallarse en el epicentro de la explosión, estuvieron expuestos a la radiación, a la lluvia negra y recorrieron las devastadas calles de Hiroshima, espléndidamente recreada en estudio, contemplando la desolación y la locura que provocó la bomba. Hay escenas estremecedoras, la multitud de cadáveres calcinados, los supervivientes, verdaderos zombis aquejados de graves quemaduras deambulando sin rumbo, buscando a los suyos, pidiendo agua. Hay una escena trágica en la que un jovencito, con su cuerpo hecho jirones y la carne chorreando por sus dedos como cera derretida, encuentra a su hermano mayor y este no le reconoce, pues su cuerpo es una masa informe; el hermano le conmina a que le diga su nombre, le pregunta a qué colegio va y, cuando le identifica por la hebilla de su cinturón, se abrazan y lamentan su triste destino.
Los años pasan y la gente sigue muriendo por las secuelas de lo ocurrido, llevan una vida aparentemente tranquila, algunos sin presentar síntomas, pero de la noche a la mañana, estos aparecen y no hay vuelta atrás. Viven con esa espada de Damocles sobre sus cabezas, sabiendo que tarde o temprano, caerán de forma dolorosa e irremisible, sin acertar a explicarse por qué les tocó a ellos esa amarga lotería.
El film reproduce la vida cotidiana de esta gente sencilla, sus trabajos y preocupaciones diarias, pero siempre con la tragedia viviendo entre ellos, en sus propios organismos o en la muerte paulatina de quienes les rodean, víctimas también de la radiación, en una lenta y angustiosa espera a que les llegue su turno.
La película es de 1989, pero está rodada en un magnífico blanco y negro y espléndidamente fotografiada, con unas interpretaciones sobresalientes. Más que narrar, nos sumerge en el drama y nos advierte de la parte de culpa que cada cual tenemos en estas tragedias. En una de las últimas escenas, el Sr. Shizuma escucha las noticias de la radio, como todos los días a la misma hora, hablan de la guerra de Corea que se está librando en aquellos años y el locutor anuncia que el presidente Truman baraja la posibilidad de lanzar una nueva bomba atómica. El Sr. Shizuma apaga la radio asqueado y se pregunta a sí mismo si la humanidad nunca aprenderá que vale más una paz injusta que una guerra justa.




jueves, 27 de febrero de 2020

LA GRAN BELLEZA

Jep Gambardella (Toni Servillo) es un periodista italiano arrogante e inútil que alcanzó la fama con su única novela (El aparato humano) convertida en un auténtico best-seller y desde entonces, hace más de cuarenta años, pasa su vida entre la alta sociedad romana, yendo a fiestas y escribiendo columnas sociales y siendo elemento permanente en los círculos literarios y sociales de la ciudad.
Después de su sexagésimo quinto cumpleaños, se entera de que murió su primer amor y que ella lo había amado toda su vida. Este descubrimiento aparentemente le amarga y le lleva a pensar en su vida vacía y amigos superficiales.
Jep se encuentra haciendo un balance inesperado de su existencia, volviendo su ingenio hacia sí mismo y sus contemporáneos, y mirando más allá de los extravagantes clubes nocturnos, fiestas y cafés para encontrarse con Roma en todo su esplendor: un paisaje atemporal de absurda y exquisita belleza.
Tras pasar una aburrida noche entre las sábanas de una mujer rica, aburrida y egocéntrica de Milán, Jep decide mantener una calidad de vida más tranquila, pero varias reuniones casuales le obligarán a reconsiderar sus prioridades: Una stripper al borde del colapso, el ex marido de su primer amor, un extraño mago y una santa viva, que trabaja en un país africano, van acercando a Jep a  descubrir su propia gran belleza personal.


El italiano Paolo Sorrentino traza un evidente paralelismo entre la ciudad de Roma y la vida de este peculiar escritor que envuelto en su estética kitsch, apura los rescoldos de una vida de bon vivant entre la culta y vacua alta sociedad romana.
Como la ciudad misma, Gambardella tiene ese aire decadente de lo antiguo que conserva todo el esplendor de su arte, es historia en sí mismo y por más que parezca viejo y desfasado, sigue resultando tremendamente atractivo porque ya no queda gente así, con la que se pueda mantener una conversación de nivel. Gambardella no aparenta ser lo que no es, ni se esconde bajo la capa de oropeles y cultura, al contrario, es consciente de lo que es y de lo que representa y es capaz de mantener su espíritu crítico empezando por serlo consigo mismo.


Comparada con el cine de Fellini por su forma narrativa y estética y por compartir el escenario de la ciudad eterna, la película es de una gran belleza formal, con escenas y planos maravillosos rayando en el barroquismo, pues en ocasiones nos da la sensación de que han sido diseñados para ser bellos en sí mismos, sin que parezca que el film los necesite para seguir avanzando, pero que acaban subyugando, casi emborrachando de encanto y hermosura al espectador.
Magnífico el trabajo de Toni Servillo dando vida al protagonista y brillante la fotografía de Luca Bigazzi. Con algunos diálogos muy conseguidos que dejan un poso para la reflexión en una película que es para disfrutarla y, a quien no le convenza la historia que desarrolla, que se deje llevar por su estética y sus imágenes.




miércoles, 26 de febrero de 2020

LIRIOS ROTOS

Cheng Huan (Richard Barthelmess) es una especie de misionero cuyo objetivo es llevar las enseñanzas de paz budistas a los anglosajones civilizados. Al llegar a Inglaterra, se desilusiona rápidamente por la intolerancia y la apatía del país.
Se convierte en almacenista de una pequeña tienda. A través del cristal del escaparate, ve a la joven Lucy Burrows (Lillian Gish), una inocente joven, prácticamente una niña, que vive en un claustrofóbico ambiente en el barrio londinense de Limehouse, brutalmente maltratada y golpeada casi a diario por su padre, un boxeador alcohólico. Desnutrida y malvestida, incluso en esta condición deplorable, Cheng contempla en su rostro la belleza que otros ignoran y se enamora de la chica en la distancia.
El día que ella sufre un desmayo a la puerta de su tienda, él la recoge en el piso superior donde tiene su vivienda y la cuida. Con nada más que amor en su corazón, la viste de seda y le proporciona comida. Todavía débil, ella se queda en su tienda esa noche y todo lo que hace Cheng es atenderla en su postración.
Sin embargo, la paz y la felicidad que viven dura tan solo el tiempo que tarda Battling Burrows (Donald Crisp) en descubrir que su hija está con un extranjero.
Cheng, incluso lejos de su patria, trata de vivir conforme a su filosofía de paz y armonía, pero su idealista visión del mundo choca con la cruda realidad.


El guión se basa en el cuento "The Chink and the Child", contenido en el libro "Limehouse Nights", de Thomas Burke. El realizador D.W. Griffith, coguionista del film junto al autor de la novela, cambia algunas cosas del original y transforma al protagonista de simple marinero enrolado en un mercante chino que se ha endeudado y ha venido a parar a Limehouse, en nada menos que un misionero, con lo que suaviza el posible rechazo del público norteamericano, impregnado de xenofobia en aquellos años, lo que hacía complicado que aceptara a una especie de príncipe azul chino. Además, Lucy pasa de tener 12 a 15 años, con lo que, aunque nunca se sugiere, si algún espectador piensa que mantienen relaciones íntimas, ella deja de ser una niña para convertirse casi en una mujer.
En una de las tomas de la película, el escenario se iluminó con luces azules y doradas. Más tarde, durante la proyección de la película, un escenógrafo encendió accidentalmente esas luces y la película se tiñó de una manera inusual. D.W. Griffith, que estaba en la parte trasera del auditorio, quedó tan sorprendido y encantado por el efecto teñido de azul y dorado que ordenó que todas las copias de la película fueran teñidas con esos colores durante ciertas secuencias clave.
La película fue producida por D.W. Griffith para la compañía Artcraft de Adolph Zukor, una subsidiaria de Paramount Pictures. Sin embargo, cuando Griffith entregó la impresión final de la película a Zukor, el productor se indignó: ¡Cómo te atreves a entregarme una película tan terrible!, exclamó un enfurecido Zukor, ¡Todos en la película mueren! Contrariado y enfadado, Griffith salió de la oficina de Zukor y regresó al día siguiente con 250.000 dólares en efectivo, que arrojó sobre el escritorio de Zukor. Aquí tienes, gritó Griffith: Si no quieres la película, te la compraré. Zukor aceptó la oferta, y la película se convirtió en la primera lanzada por United Artists, la productora creada en 1919 por Mary Pickford, Charles Chaplin, Douglas Fairbanks y Griffith. Una película notablemente exitosa, tanto en la crítica como en la taquilla y que dejó unos beneficios para la nueva compañía de 700.000 dólares de la época, según los registros del estudio.


Técnicamente, el film demuestra que Griffith manejaba con soltura el medio cinematográfico, sin embargo, vista hoy en día, la historia adolece de unos cuantos excesos, algunos muy típicos del cine mudo, sobre todo en sus comienzos, como son las composiciones teatrales de ciertas secuencias y la exageración en el gesto, muy notables por ejemplo en el personaje del padre de la protagonista, cuyos andares y poses, al público de hoy le pueden mover a risa, con lo que buena parte del dramatismo que pretende transmitir la película, se pierde. Pero también hay otros personajes y situaciones que no se adecuan bien a la manera de ver el cine hoy en día, con lo que hay que hacer un pequeño esfuerzo por situarse en la época y es que, por ejemplo, el chino, en ocasiones, en vez de ternura o empatía hacia su comportamiento, casi da miedo.
Griffith trata de manera casi devota el rostro de su actriz fetiche, Lillian Gish, de cuya figura extrae algunas tomas de gran belleza. La narración, aparte de que la historia nos pueda resultar más o menos inverosímil, está perfectamente planificada y el realizador echa mano de una amplia panoplia de recursos y habilidades técnicas.




martes, 25 de febrero de 2020

VIAJES DE AMÉRICO VESPUCIO

Los cuatro viajes a las Indias recién descubiertas que figuran como realizados y narrados por el florentino Amerigo Vespucii, o Américo Vespucio (1451-1512) presentan graves problemas históricos que los especialistas no han resuelto de modo universalmente aceptado. Al publicarse estos viajes en latín con el título de Quatuor Americi Vespucii navigations (1507) se hicieron preceder de una introducción de M. H. Waltzermüller quien propuso dar el nombre de América a las tierras nuevamente descubiertas, como si su primer descubridor hubiese sido este peculiar florentino, sobre el que tan contradictorias noticias tenemos. Como es de sobra sabido, esta propuesta que pudiera parecer absurda, se impuso, y el nombre de América ha prosperado. Se han emitido serias dudas sobre el viaje, pero como es cierto que Vespucio estuvo en el continente, por lo menos formando parte de la expedición de Alonso de Ojeda que exploró las bocas del Orinoco, las noticias que se dan en este texto deben ser tenidas como ciertas.
El mismo está plagados de cosas curiosas, como cuando relata que lo nativos son muy limpios y aseados en sus personas por lo mucho que se lavan. Y cuando les acontece algún menester mayor (con perdón sea dicho) ponen toda la diligencia posible para no ser vistos de nadie; pero todo lo que en esto son de honestos, tanto se manifiestan de asquerosos y desvergonzados, así hombres como mujeres, en el menester menor; porque no pocas veces sucedió que lo hiciesen a nuestra presencia y estando en conversación con nosotros, sin rubor alguno.
Nos habla de sus costumbres diarias, de la diferencia entre la fauna de allí y la europea, de las plantas y frutos con que se alimentan, de los remedios para curar sus enfermedades, de la curiosa costumbre de ofrecer a sus mujeres e hijas para que los amigos usen de ellas a su voluntad (lo que constituye la mayor prueba de amistad), del carácter pacífico de unos o belicoso de otros, de sus casas, de las hamacas en que duermen y reposan y de lo desprendidos y obsequiosos que son con sus pocas pertenencias, lo que les lleva también a ser en extremo pedigüeños con aquello que se les antoja de lo que llevaban los españoles con ellos.
Libro curioso por lo que tiene de testimonio de primera mano y que, dados lo detalles que proporciona, debe ser tenido por verídico y lo que en él relata, como contemplado y vivido por su autor.



lunes, 24 de febrero de 2020

LA ÚLTIMA ORDEN

En los últimos días del régimen de los Romanoff, el gran duque Sergio Alejandro (Emil Jannings), tiene en sus manos el destino de dos artistas revolucionarios, Leo Andreyev (William Powell) director del teatro de Kiev y la hermosa Natacha (Evelyn Brent), capturados por los servicios de inteligencia.
Sergio Alejandro es primo del Zar y comandante en jefe del ejército ruso en los tiempos más oscuros de la Primera Guerra Mundial. Intenta mantener un delicado equilibrio entre su patriotismo y su lealtad al Zar y su sentimiento humanista para con el resto de los hombres.
Andreyev es llevado a prisión, mientras que Natacha se convierte en amante del duque. Ella tiene toda la intención de matarlo, pero cuando surge la oportunidad, duda, habiéndose dado cuenta de que el duque es un hombre esencialmente decente que ama a Rusia tanto como ella. Llega la revolución, la república es proclamada, y Natacha ayuda al Gran Duque a escapar de los bolcheviques ideando un ardid para que pueda huír del tren en que lo llevan a una muerte segura.
La pérdida de Natacha sumerge a Sergio Alejandro en un shock nervioso, del cual nunca se recupera por completo. Años más tarde, un Sergio en un deplorable estado, se gana la vida como extra de Hollywood. Contratado para interpretar a un general ruso que dirige a sus hombres en una batalla, Sergio descubre que su director no es otro que el ex revolucionario ruso Leo Andreyev.


El guión se inspira en la historia real del general Lodijenski, un aristócrata ruso que llegó sin dinero a los EE. UU. después de la Revolución de 1917 y que para salir adelante, trabajó como extra y en pequeños papeles en algunas películas y administró un restaurante ruso.
Emil Jannings obtuvo el Oscar al mejor intérprete que se entregaba por primera vez. Este hombre, al que se llegó a considerar como el mejor actor del mundo, recibió su premio antes de la gala de entrega, pues se marchaba a Alemania de viaje, con lo que ello suponía en aquella época (1927). Tras haber trabajado en películas míticas (El último y Fausto, de Murnau o El Ángel Azul, del propio Von Sternberg), la llegada del cine sonoro fue un revés para él debido a su deficiente pronunciación del inglés con fuerte acento alemán, así que regresó a Alemania donde coqueteó con los nazis, al parecer para poder trabajar en lo que surgiera, pero esto le pasó factura y al final de la guerra, fue sometido al programa de desnazificación y no se le permitió volver a trabajar en lo que más amaba: la interpretación.


Estamos en el Hollywood de 1928, la Meca del mundo, hasta allí ha llegado Sergio Alejandro huyendo de la revolución en su país, tras unas primeras imágenes en las que le contemplamos en su actual situación, un largo flashback nos lleva a los últimos años de la Rusia Imperial, verdadero argumento del film, y la historia romántica de Sergio Alejandro y Natacha que acaba de forma trágica, para regresar, al final, al momento de la filmación de la escena para la que el antiguo aristócrata ruso ha sido contratado.
Josef von Sternberg construye una historia en la que fabrica un paralelismo entre el cine y sus aparentes oropeles y la Rusia de 1917. Hollywood es una fábrica de sueños en la que corre el dinero, pero tras esa fachada, el realizador austriaco nos muestra la desdichada vida de los extras que van en busca de las migajas del banquete y son tratados con desprecio por los empleados de vestuario (mágnifico el travelling que recorre las ventanillas en que recogen ropa y enseres) y con altanería y arrogancia por el ayudante de dirección.
Las imágenes que nos retrotraen a la Rusia prerrevolucionaria, muestran el caldo de cultivo que desembocará en la situación histórica que todos conocemos, con una clase dirigente, encabezada por el Zar, abstraída en su mundo (el Zar cree que esta es una guerra de opereta, dice el Gran Duque con ocasión de una visita al frente de Romanoff), viviendo lujosamente mientras el pueblo padece y los hombres mueren por defender unos centímetros de territorio patrio.
Stemberg no emite juicios morales, ni toma partido, nos muestra las realidades que observa, sin generalizar entre buenos y malos, de estos hay en ambas partes y si vemos a los aristócratas y oficiales rusos moverse en el lujo mientras la tropa malvive, no se queda corto a la hora de retratar a los revolucionarios, una panda de desalmados que lo único que pretenden es hacerse con las posesiones de quienes eran los ricos hasta ese momento, para seguir haciendo lo mismo que ellos hacían.
No hay humor en el film, pero nos movemos de manera constante en un tono de ironía y sarcasmo que tiene momentos culminantes muy del gusto de Sternberg, como ver al antiguo revolucionario convertido en director de cine y decidiendo quien trabaja y quien no, a quien rescata momentaneamente de la misera y a quien deja sumido en ella.
Emil Jannings construye un gran papel, complementado por una resplandeciente Evelyn Brent y un William Powell (el eterno partenaire de Myrna Loy) con menos participación, en un papel casi de mero acompañante, mientras Von Sternberg nos regala un magnífico film a la altura de sus mejores realizaciones.




viernes, 21 de febrero de 2020

LA PASAJERA


Liza (Aleksandra Slaska), una de las encargadas de la vigilancia en el campo de concentración de Auschwitz, huye de Europa al acabar la guerra. Cuando, años después, regresa en barco a Alemania, cree descubrir en el rostro de otra pasajera a una de sus antiguas prisioneras, Marta (Anna Ciepielewska), a la que creía muerta. Liza recuerda entonces los días pasados en el campo de concentración y la inusual relación que entabló con Marta, a la que supuestamente ayudó y protegió.


Filmada en Auschwitz, el recuerdo de Liza, ese flash-back que ocupa casi todo el metraje, nos muestra, por un lado, el escalofriante y vejatorio trato que se les daba a los prisioneros y, por otro, a una Liza en parte también víctima de las circunstancias.
Andrzej Munk, uno de los cineastas polacos más prometedores de su generación, falleció a los 39 años en un accidente de circulación. Su prematura muerte dejó inconclusa la película, circunstancia que nos impide terminar de saber cómo fue realmente la relación entre las dos mujeres, si la memoria de Liza es fiel a lo que ocurrió o es traicionada por la vergüenza e, incluso, si la pasajera es o no Marta.


La película nos ofrece el largo flashback que Andrzej Munk rodó en Auschwitz en el que Liza rememora su extraña relación con Marta durante la estancia de ambas en el campo en condiciones bien diferentes.
Antes, a modo de introducción, el colaborador de Munk, Witold Lesiewicz, nos introduce en la historia a base de una voz en off que aparecerá de nueva en algunos tramos de la película y de un montaje a base de fotos fijas, por cierto, muy bien escogidas, que corresponden a parte del material rodado por Munk en el crucero en que viaja Liza de regreso a Europa y a bordo del cual cree reconocer a Marta. Cuando la película llega a su fin, Liza está a punto de ser trasladada y Marta se encuentra en uno de los pabellones de los que solo se sale para morir, con lo que no sabemos como tenía pensado el realizado polaco continuar la película.
Sin embargo, con lo que hemos visto hasta entonces, tenemos suficientes elementos de juicio para concluír que estamos ante una historia muy sugerente que muestra con toda su dureza la vida en el campo de exterminio y la relación de poder y esclavitud establecida entre unas personas que tienen en sus manos la vida y la muerte de otras y estas últimas que se ven degradadas hasta el extremo de ser consideradas menos que animales.
Según Andrzej Munk, la intención de esta película era mostrar que el ser humano no puede huir de su pasado y que no podrá olvidar su comportamiento inmoral porque la conciencia está ahí para recordárselo.
Liza le cuenta a su marido, con el que se ha casado en su exilio, quién fue ella, que no era una interna del campo, sino una supervisora y le refiere que se convirtió en una especie de ángel tutelar para la prisionera polaca. Sin embargo, cuando rememora lo sucedido para sí misma, vemos que no todo fue tan seráfico y se queja de que Marta no le agradezca sus desvelos para mejorar su penosa situación, sino que, por contra, se muestra altiva e incluso díscola y orgullosa.
Rodada en un cuidado blanco y negro, la película no recurre a situaciones morbosas, sino que refleja lo que debió ser la realidad del campo con naturalidad (permitasenos la expresión, cuando nada de natural había en el mismo), lo que hace que resulte todo más cruel, precisamente por el realismo y la falta de artificio con que está narrado. Nos vemos en medio del barro, de los charcos, de la suciedad, del hacinamiento de los barracones, del trato degradante hacia los prisioneros, del abuso y la constante sensación de miedo y terror en que estos viven y, de cuando en cuando, algún plano de esos que quedan en la retina que hace que todo resulte irracional hasta el extremo, como la niña acariciando al perro que sujeta un sonriente soldado, un perro de los que devoraba a dentelladas a quienes intentaban escapar, mientras una larga fila de prisioneros, muchos de ellos niños, como la que acaricia al perro, entra en una de las naves en que serán gaseados. O la carcelera que trata de forma inmisericorde a aquellos seres humanos que para ella han dejado de serlo, pero llora amargamente ante el cadáver de su perro que ha sido envenenado.
Un nuevo retrato de aquella vergonzosa página de la historia reciente a través de la historia de dos mujeres, una que sufrió en sus carnes la dureza del momento y otra que intenta justificarse ante si misma bajo el amparo del cumplimiento del deber.
Historia dura que no recurre a escenas rebuscadas, porque la realidad resultó bastante espeluznante como para buscar subrayados innecesarios.


jueves, 20 de febrero de 2020

FISH TANK


Mia (Katie Jarvis), una agresiva adolescente de 15 años, vive en un barrio obrero de los suburbios de Essex con su madre, Joanne (Kierston Wareing), y su precoz hermana pequeña Tyler (Rebecca Griffiths).
Ha sido expulsada del colegio y mientras espera su admisión en un internado, se supone que una especie de reformatorio, pasa sus días sin rumbo.
Mantiene una incomoda relación con el novio de su madre, el atractivo e ingenioso Connor (Michael Fassbender), que la alienta a que desarrolle su interés por el baile.
Desde el comienzo él se porta muy bien con ella y con su hermana pequeña, pero a pesar de ello, a Mia no le gusta que su madre pretenda meterle en sus vidas.


La película obtuvo varios galardones y estuvo nominada a unos cuantos más en diversos festivales y premios cinematográficos, entre ellos, Cannes, los Premios del Cine Europeo o los BAFTA.
Su protagonista, Katie Jarvis, cuya interpretación ha sido unánimemente elogiada y que estuvo también nominada a varios premios como actriz revelación, no tenía formación artística previa y fue elegida por un director de casting tras verla pelear con su novio en una estación de metro, así que su papel en el film, debe tener bastante que ver con su propia forma de ser en su vida privada.


Katie es una adolescente de 16 años peleada con sus amigas, con su madre, con su hermana, con el colegio y con el mundo en general. Hasta aquí el típico planteamiento de adolescente que está en lo que los adultos calificamos como una edad peligrosa y que hemos visto multitud de veces llevado a la pantalla, sin embargo la británica Andrea Arnold, directora y guionista del film, sabe escapar de los estereotipos y trampas de este tipo de historias para ofrecernos un film que puede ser perfectamente calificado de neorrealista en el que la cámara sigue casi de forma continuada a la protagonista por paisajes que nos resultan totalmente reconocibles, un hogar desestructurado y un entorno urbano típico de suburbio de gran ciudad.
No hay lecciones de moral, el espectador es el que juzga aunque previamente, la realizadora ha sabido llevarnos al terreno de la empatía con Katie pese a su carácter díscolo, problemático y peleón.
Aunque en general la cámara busca más adentrarnos en la realidad del entorno y de los propios personajes, ello no impide que surjan en ocasiones algunos planos en los que queda patente la belleza formal de un paisaje poco dado a ella, pero del que sabe sacar provecho estético, aunque ya digo que no parece que ese sea su principal objetivo. La introducción del elemento masculino que distorsiona aún más la complicada relación de las tres mujeres contribuye a sacar al film de los estereotipos del género y construye una historia paralela que tiene gran importancia en el conjunto y que da pie a alguna conclusión sociológica. Por ejemplo, cuando Katie se lleva con ella a la pequeña hija de Connor y, en su rabia, está a punto de matarla, el padre, tras regresar la pequeña al hogar, persigue a Katie y le propina un fuerte bofetón en el que descarga todo el miedo que ha pasado y, en cierto modo, advierte a la adolescente de lo pernicioso de su conducta, pero él parece no sentirse culpable por el mal que ha hecho a la chica, seguramente con consecuencias psicológicas más graves que las que ha sufrido él mismo.
Maravillosa la escena, casi al final de la película en que las tres mujeres, la madre y las dos hijas, bailan en el salón de casa.
Película interesante y fresca que aporta un toque de originalidad al tema gracias a la cuidada sencillez en su planteamiento.




miércoles, 19 de febrero de 2020

MÉNILMONTAND


Un matrimonio es brutalmente asesinado en una zona rural de Francia. Más tarde, la narración sigue la vida de sus dos hijas huérfanas en el París de los años 20, ambas enamoradas del mismo hombre, una especie de chulo, lo que acaba provocando su distanciamiento y que la vida de cada una tome rumbos diferentes.


Considerado como uno de los filmes precursores del "realismo poético" francés y del neorrealismo italiano, prescinde de los diálogos y narra toda la historia mediante imágenes y sin recurrir al uso de intertítulos explicativos, a pesar de lo cual, la historia se entiende perfectamente gracias al inteligente aprovechamiento de los recursos narrativos que ofrece el cine. Por ejemplo, tras las impactantes imágenes del inicio en las que vemos a una pareja madura asesinada con un hacha por alguien que ha asaltado su domicilio, contemplamos a las dos niñas jugando en un entorno bucólico, con sus inmaculados vestidos blancos; a continuación, las dos muchachas, ya vestidas de negro, se abrazan y consuelan ante una tumba, de cuyas cruces penden unas letras, en una de ellas se lee: Notre mere; en la otra: A notre pere. Ya tenemos situados a los personajes y sabemos quienes son.
El film experimenta con más recursos, como imágenes evanescentes que se van fundiendo y desapareciendo difuminándose; recurre también a un breve flashback perfectamente inteligible por el espectador en el que una de las protagonistas evoca su infancia; y también utiliza un montaje dinámico a base de multitud de planos encadenados que dan sensación de movimiento acelerado y de la vorágine de la gran ciudad.


Para algunos puristas, la llegada del sonido al cine, supuso un gran retroceso, retrasó, o al menos ralentizó, las ansias de experimentación de los nuevos realizadores, porque con la palabra quedaban resueltos muchos problemas de comunicación con el público que el cine mudo estaba buscando solucionar a través exclusivamente de la imagen.
Tal vez esta apreciación parezca un tanto exagerada, pero viendo películas como esta, sabemos a qué se refieren, las imágenes lo son todo y a través de los recursos que les brindaba la cámara y el posterior montaje, nos acercaban sus historias.
El polifacético artista de origen ruso Dimitri Kirsanoff, nos ofrece un claro ejemplo en este film en el que las imágenes y los rostros y gestos de los actores nos van llevando por la historia que se nos quiere transmitir. A destacar la maravillosa Nadia Sibirskaïa, compatriota y compañera del realizador, con su rostro aniñado y esos primeros planos del mismo, sus pequeños y sencillos gestos que son una auténtica delicia.
En poco más de media hora, este pionero, hoy olvidado, nos da una auténtica lección de cine.




martes, 18 de febrero de 2020

PORTUGAL MAR AFUERA

¿Qué tienen en común un alquimista bizantino, un lector tardío, una bailaora flamenca, unos marinos portugueses, un niño enfrentado a la muerte de su abuela, una joven acróbata, el curioso origen del nombre de una ciudad venezolana o unos gallegos emigrados a América?
Pues nada, salvo que todos ellos son relatos que conforman el libro que toma el título de uno de ellos, obra de mi estimado compañero de globosfera, el venezolano Alí Reyes.
Evocadores cuentos que a pesar de su brevedad denotan un buen trabajo de documentación y una prosa exquisita rica en vocabulario.
Muy bien redactados, cuidados en su formulación, estos relatos breves supondrán un hallazgo para quien no conozca los trabajos previos de su autor y una reivindicación de la belleza que, en ocasiones, encierran la obras pequeñas que, en su modestia encuentran su grandeza.

lunes, 17 de febrero de 2020

TOUKI BOUKI


Mory (Magaye Niang), un pastor que monta una motocicleta con un llamativo cráneo de vaca sobre el manillar y Anta (Myriam Niang), una estudiante universitaria, se han conocido en Dakar, la capital de Senegal.
Intentan conseguir dinero para poder cumplir su sueño de viajar a París y dejar atrás lo que ellos consideran su aburrida y mísera existencia africana.
Mory le roba dinero y ropa a un rico homosexual que le había llevado a su casa y él y Anta reservan pasaje en un barco que les llevará a Francia.


El título significa "El viaje de la hiena" en el idioma wolof.
La película es una nueva reflexión sobre el post-colonialismo que engulle, descoloca y cambia el modo de vida de los países colonizados. El país dominante, el dueño, la metrópoli, se ha ido, les ha dejado las manos libres, entregado el poder, pero su semilla ha quedado enraizada con todas sus consecuencias, positivas y negativas y quienes han alcanzado la independencia observan que no siempre es sinónimo de libertad.


El simbolismo está presente en todo el film, desde el mismo inicio, con la cabeza de vaca que Mory lleva en su motocicleta y que enlaza con las expresivas e impactantes imágenes de las reses en el matadero. Vemos un sacrificio real en directo, primero el sufrimiento del animal deslizándose por un suelo encharcado de sangre, derribado y al que le abren el cuello manando a chorros la sangre desde su yugular. La metáfora no puede estar más clara.
Djibril Diop Mambéty, su entonces joven realizador, contribuye a esta especie de contrasentido que viven las antiguas colonias africanas, por un lado, en cierto modo critica a los occidentales, pero por otro, junto a su original técnica narrativa, echa mano de los recursos aprendidos del cine occidental, con muchos pasajes verdaderamente surrealistas y un montaje, muy patente en las escenas finales que no puede por menos que traernos el recuerdo de Eisenstein.
Rodada con medios limitados y actores no profesionales, se trata de una película muy curiosa, en algunos momentos compleja de entender, pero no exenta de frescura y con mucha fuerza en sus imágenes.
La historia de fondo, pasa a ser lo de menos, pues tampoco se entiende del todo en determinados momentos aunque sí en su mensaje y en su conjunto. Sorprendente, visualmente muy llamativa y con un discurrir circular en el que el final enlaza con el principio del film, volviendo a la naturaleza de donde partió, después del recorrido que ha seguido en el que mezcla la ficción con imágenes que son puro documental en el que vemos la realidad de un país que mezcla la opulencia de los barrios ricos de Dakar, adornados con setos y flores y con edificios muy modernos, con la miseria de los barrios marginales y la vida rural de las zonas menos contaminadas por la influencia occidental.




viernes, 14 de febrero de 2020

LA ISLA DESNUDA


Al este de Japón, en la zona que posee el paisaje más bello del país, en un pequeño islote del archipiélago de Setonaikai vive una familia: los padres y sus dos hijos, los únicos habitantes de la pequeña isla. Llevan una vida sencilla y austera debido a la falta de agua y la escasez de víveres, de hecho, varias veces al día se dirigen a la isla vecina a bordo de su frágil embarcación, para buscar agua para sus miserables campos y para las necesidades de su vida diaria. En la misma barca, todos los días, la madre acerca al hijo mayor a la escuela, recogiéndole después de acabar la jornada escolar para regresar a casa. A pesar de ello tienen sus momentos de felicidad. Pero, un día, la desgracia llega a la isla y afecta duramente a la familia, que luchará silenciosa y resignadamente contra los elementos de la naturaleza.


Un drama sin diálogos, en el que la imagen adopta el papel de narrador absoluto. Se oyen los sonidos que acompañan el día a día de esta gente (el remo al batir el agua, la lluvia al caer, el balido de la cabra...) los únicos sonidos humanos que escuchan son la algarabía y una canción de los niños en la escuela y el llanto desgarrado de la madre.


Un buen trecho del film es una constante repetición de imágenes, con ligeras variaciones, del trasiego entre el islote y la isla más grande y poblada, a donde acuden a por el agua, a hacer una compra ocasional, a vender sus productos o a llevar al niño a la escuela. Es constante el trasiego de agua, con la repetición de la dura ascensión desde el mar hasta la cima donde tienen su casa, por un angosto camino y cargados con los cubos de agua, nos llega a hacer sentir la fatiga en las piernas y el dolor en la espalda por tan duro y constante trabajo. Vemos a la familia comer y a los niños participar de las tareas domésticas de manera eficiente y con diligencia.
Hacia la mitad, la narración da un giro, con la excursión que hace la familia a la isla grande con la excusa de vender pescado, que les sirve para tomarse una jornada de asueto y darse algún pequeño capricho, hasta que deviene la tragedia, narrada, como todo el film, de manera casi poética no exenta de tremenda dureza.
Esta es la película, cargada de detalles y matices, en algunos momentos casi documental, con actores que desempeñan su rol de manera natural, transmitiendo gran sensación de espontaneidad, algunas tomas de gran sentido estético y acompañada de un delicioso fondo musical.
Aquí los héroes son gente humilde, porque heroica, en su sencillez, es la vida que llevan y es que el cine, a veces, nos trae grandes historias cargadas de tensión, de aventuras sin cuento y otras, estas historias sencillas que, cuando están bien contadas, apelan a lo más sensible de nosotros para disfrutar de toda la belleza que encierra su discurrir natural y sin artificios, casi ingenuo.




jueves, 13 de febrero de 2020

DÉJAME ENTRAR


En Los Alamos, Nuevo México, vive Owen (Kodi Smit-McPhee), un niño de doce años, hijo de padres separados, solitario y marginado, que sufre el acoso de Kenny (Dylan Minnette) y otros dos compañeros de clase en la escuela a la que asiste.
En casa, Owen sueña con vengarse del trío de matones. Se hace amigo de su vecina de al lado, de su misma edad, Abby (Chloë Grace Moretz), que solo aparece durante la noche en el patio de su edificio. Mientras tanto, el padre de Abby se ha convertido en un asesino en serie que extrae la sangre de sus víctimas para abastecer a su hija, que en realidad es un vampiro. Abby le aconseja a Owen que pelee contra Kenny, sin embargo, el niño pronto descubre la verdadera naturaleza de la niña y experimenta una mezcla de miedo y atracción por la joven, ambos son personas solitarias y tratan de encontrar consuelo uno en el otro. Mientras tanto, un oficial de policía está investigando los casos de asesinato, creyendo que están relacionados con un culto satánico.


El guión se basa en una novela del escritor sueco John Ajvide Lindqvist, titulada "Låt den rätte komma in" (algo así como "Que entre el correcto", pero no hagáis mucho caso de esta traducción, porque no se nada de sueco).
El título original de la novela hace referencia a la canción "Let the Right One Slip In" del británico Morrissey, del que es declarado fan Lindqvist, pero también al mito folklórico que afirma que los vampiros no pueden entrar en una casa sin ser invitados.
Este film es de 2010 y hay uno anterior, de 2008, dirigido por Tomas Alfredsson.


Las principales críticas a la película vienen de quienes la comparan con el film sueco dos años anterior que hemos mencionado más arriba y que para muchos es mejor que este.
Esta es la eterna controversia con ciertas producciones norteamericanas que algunas veces recurren a rodar revisiones de películas a las que ven potencial en el mercado anglosajón y que han sido estrenadas no hace mucho en Europa o en oriente (China, Japón, Corea...). Hay quien se rasga las vestiduras ante estas cosas, pero si tenemos en cuenta que esto del cine, además de arte es negocio, yo pienso que no deja de ser legítimo que Hollywood que tiene los medios y el dinero, adecue a lo que ellos piensan que es lenguaje que entiende su público estas producciones y trate de hacer buena caja con ellas.
En fin, ya digo que esto es motivo de controversia, por lo que voy a tratar de dejar comparaciones a un lado y hablar solo de esta producción norteamericana de 2010.
La película está bastante bien hecha y, si bien es cierto que cambia la historia en algunos detalles para hacerla más políticamente correcta a los gustos del público norteamericano (desaparecen las referencias a la homosexualidad o la pederastia, por ejemplo), pienso que construyen una buena historia que introduce variantes novedosas en el género de vampiros y dota a la película de originalidad dentro del subgénero.
Por lo demás, resulta interesante y entretenida, así que no está mal echarle un vistazo, creo que no es tiempo perdido.




miércoles, 12 de febrero de 2020

LA GRAN GUERRA

Italia 1916, en plena Primera Guerra Mundial. El joven milanés Giovanni Busacca (Vittorio Gassman) ha sido movilizado, como todos los jóvenes italianos, para servir en el ejército. En la oficina de reclutamiento conoce a Oreste Jacovacci (Alberto Sordi), oriundo de Roma, un timador que engaña a Giovanni ya que está como soldado de sanidad y se deja sobornar para obtener una declaración de inutilidad para el servicio, despareciendo con el dinero.
Destinados a servir en la misma unidad, ambos se encuentran de nuevo en el tren que les conduce al lugar donde está estacionado su regimiento de destino. A pesar del engaño de Oreste, acaban siendo amigos al descubrir que hay algunas cosas que les unen, sobre todo su cobardía y su falta de espíritu patriótico, por lo que recurrirán a todo de tipo de ardides y trucos para eludir el peligro y tratar de salvar la vida a cualquier precio.
Mientras están en el pueblo de Tigliano, pasan unos meses en relativa paz, y Giovanni tratará de ganarse los favores de Costantina (Silvana Mangano), una prostituta con exceso de trabajo.
Pero la guerra también trae consigo imágenes horripilantes y peligros terribles y la lucha en las trincheras se convierte en una auténtica carnicería. Una broma del destino, hará que los dos camaradas se comporten como héroes muy a su pesar.


Película poco conocida e incluso poco comprendida del realizador italiano Mario Monicelli.
Ambientada durante la I Guerra Mundial, al principio parece que vamos a asistir a una especie de gamberrada italiana sobre el conflicto bélico, pero nada más lejos de lo que luego vendrá. Partiendo de de un arranque satírico y humorístico que reaparece a lo largo de la película, el film va tomando forma de drama triste y cargado de mensajes críticos e irónicos sobre lo que esta y cualquier guerra suponen para el ser humano. Las escenas de humor, a veces bastante chusco, es cortado en ocasiones por Monicelli como de un hachazo para traernos de vuelta a la cruda realidad.
Los momentos de sátira que suavizan el drama, con chistes no siempre graciosos ni muy logrados que quizá deslucen un poco el conjunto, no puede esconder todo lo que ofrece a cambio, diálogos cargados de intención, crítica sin freno a la inutilidad de los mandos, a su impericia, incluso falta de respeto por sus subordinados y la vida de estos que son enviados como borregos al matadero. Crítica a la guerra en sí y a su absurdo en la que siempre son los de abajo los que pagan sus consecuencias.


El cuadro que nos pinta está cargado de realismo, la guerra es sucia, los mandos, algunos incompetentes, otros imbuídos de un ordenancismo a ultranza y otros de vuelta de todo, renegados del conflicto que se vive. Los soldados luchan por su supervivencia como Dios les a entender y se ven atrapados entre el patriotismo y la simple obligación de obedecer para no ser tenidos por sediciosos, pero todos deseando salir de allí viendo la carnicería que se está produciendo.
Bien interpretada, incluso por maravillosos secundarios que tienen su momento a lo largo del film, la película, junto a sus momentos casi gamberros, toca unos cuantos palos, como el de las convicciones políticas, las diferencias entre los territorios italianos, aún relativamente reciente su unificación, la camaradería y lealtad entre los soldados que no evita la picaresca y el afán de escaqueo, tan propio por otra parte del ejército que se pinta más cerca de lo que es en realidad, alejado de heroísmos y arrojo.
Técnicamente la película está muy lograda y contiene algunas escenas bélicas de cierto nivel. Un film para disfrutar de grandes actores, de sus momentos graciosos junto a otros de gran ternura y dramatismo y de su mensaje claramente antibelicista.




martes, 11 de febrero de 2020

LA BATALLA DE LOS ARAPILES

Con este décimo episodio, cierra Galdós la primera serie de este gran friso narrativo que comenzó en la batalla naval de Trafalgar y concluye en las cercanías de Salamanca con la famosa batalla de Los Arapiles, que supuso un cambio definitivo en la ocupación francesa del territorio español. Con ella concluyen también las aventuras de Gabriel Araceli, protagonista y narrador de los sucesos, que se casará al fin con su amada Inés y alcanzará el grado de general del ejército.
El ejército aliado, formado por españoles (incluidas las partidas capitaneadas por Julián Sánchez "El Charro"), portugueses y británicos al mando de Lord Wellington, se encuentra en las proximidades de Salamanca, que todavía está en poder de los franceses. Una noble intelectual inglesa, miss Fly, que se pasea libremente entre las tropas, así como Inés, su padre, don Luis de Santorcaz y su madre, la condesa Amaranta, serán los personajes principales de la parte folletinesca de la novela.
En cuanto a la batalla en sí, Galdós va describiendo el juego del gato y el ratón que siguieron las fuerzas del mariscal Marmont y el ejército combinado al mando de sir Arthur Wellesley, hasta quedar enfrentadas alrededor de las dos alturas que flanquean el municipio de Arapiles, al sur de Salamanca, conocidas como Arapil Chico y Arapil Grande. En las faldas de esta última elevación estuvo Gabriel resultando gravemente herido, pero consiguiendo conquistar una de las águilas del ejército napoleónico, con lo que se gana el respeto y la admiración de los combatientes.
La novela transcurre por lugares muy evocadores para mí, por ellos deambulan los personajes o simplemente son citados en la misma: Plasencia, Béjar, Baños, Huerta, Salamanca, Babilafuente, Aldeatejada, Tordesillas, Rueda, Toro, Fuentesaúco, el río Guareña... En una de las cartas que le envía, la condesa Amaranta le pide a Araceli que no deje de visitar Zamora.
Es la novela más larga de toda la serie y como en las otras, Galdós demuestra su maestría a la hora de describir tipos, lugares y situaciones con la precisión de quien hubiera estado allí en persona.



lunes, 10 de febrero de 2020

ELEPHANT


Una representación de una serie de asesinatos violentos en Irlanda del Norte sin tener idea de quién es exactamente el responsable, no sabes si son protestantes o católicos, republicanos o unionistas. Todo lo que sabes es que alguien está en camino hacia su muerte o en camino de matar a alguien.


¿Qué es el terrorismo? Difícil contestar. Seguramente habrá mil respuestas dependiendo del interpelado.
Tal vez la mejor definición la encontrara el cineasta Alan Clarke, al definir la lucha armada en Irlanda del Norte como “algo tan difícil de ignorar como un elefante sentado en tu comedor”.
Y es que lo que para unos puede ser una especie de guerra para conseguir lo que consideran aspiraciones legítimas, será terrorismo para sus oponentes. Igual que es terrorismo de estado para quienes son detenidos o mueren en enfrentamientos con la policía, lo que para el resto de los ciudadanos no es sino un intento de controlar y plantar cara a los desmanes y las muertes que provocan este tipo de organizaciones.


Es difícil encontrar un lenguaje para hablar de asuntos como este, así que el británico Alan Clarke, opta por mostrarnos 18 asesinatos, uno tras otro, sin que conozcamos los motivos de los asesinos, ni la razón por la que las víctimas han sido señaladas. Lo hace mostrándonos la "eficacia" y frialdad con que actúan quienes aprietan el gatillo.
Apenas tres líneas de diálogo en un film, hecho para la televisión, en el que el silencio opresivo es roto únicamente por el sonido ambiente, los pasos resonando en calles solitarias o en el espacio cerrado de trabajo de la víctima, el ruido de los motores de los automóviles o de sus neumáticos al arrancar de forma apresurada para escapar del lugar del crimen y, sobre todo, el sonido aterrador de los disparos.
La obra de Clarke intenta que la mirada despierte, que la sensibilidad despierte, que se advierta el elefante en la habitación, que se deje de negar un problema o conflicto obvio, que se reconozca lo monstruoso para poder extirparlo, que se reconozca una infección para poder tratarla y curarla.
Al fin y al cabo lo que nos muestra es la verdad, pero también nos hace reflexionar sobre otras cosas como la fragilidad de la vida humana: ahora estás, ahora ya no estás; sobre la falta de escrúpulos de quienes disparan, de manera mecánica, casi como autómatas, como quien desarrolla un "trabajo" rutinario y también sobre nuestra propia indiferencia, pues al principio, ante los primeros crímenes, parece que reaccionamos, se nos pueden poner los pelos de punta, pero al ver repetidos una vez y otra los mismos gestos y actos, nos acostumbramos, incluso alguno se llegará a aburrir. Es cierto que sabemos que son actores, que aquello es una representación, pero, por desgracia, esa indiferencia es patente en la realidad.
Los crímenes se nos presentan en cualquier ámbito, en el trabajo, en la comodidad del hogar, en la ciudad, en el campo, con la víctima sola o acompañada... No sabemos nada más, ni quien es el que dispara, ni quien el que muere, de hecho, suponemos por la vestimenta, los coches y el entorno urbano que estamos en la Irlanda del Norte de los setenta, pero alguien que vea el film y no sepa nada de este conflicto concreto, puede pensar que son simples asesinos a sueldo actuando en ajustes de cuentas mafiosos.