jueves, 31 de octubre de 2019

BARTON FINK

Barton Fink (John Turturro) es un problemático dramaturgo neoyorquino obsesionado con llevar su nueva idea del "Teatro del hombre común" a los productores.
Después de su primer gran éxito en Broadway, su agente le convence para viajar a Los Ángeles con el fin de escribir un guión cinematográfico para la productora Capital Pictures. Cuando llega a la ciudad, se hospeda en el decadente Hotel Earle y se reúne con el presidente de Capital Pictures, Jack Lipnick (Michael Lerner), quien le cuenta sobre la película que quiere que escriba: una película sobre lucha libre de serie B para Wallace Beery. Fink regresa a su habitación de hotel para comenzar, pero cuando llega, escribe un párrafo y luego, con horror, cae en la cuenta de que está afectado del bloqueo del escritor, una especie de bloqueo mental conocido como síndrome de la página en blanco que impide que su cerebro desarrolle ideas para continuar escribiendo.
Intenta obtener ayuda de su vecino de la habitación de al lado, un "hombre común" llamado Charlie Meadows (John Goodman), un jovial vendedor de seguros; acude también al famoso escritor W.P. Mayhew (John Mahoney); a la secretaria personal y amante de Mayhew, Audrey Taylor (Judy Davis); y al productor Ben Geisler (Tony Shalhoub).
Pero una serie de circunstancias adversas hacen que se sienta cada vez más incapaz de afrontar su trabajo y, a medida que se aleja más de su guión, una serie de extraños sucesos comienzan a sucederse y, finalmente, dos detectives le esperan en el hall del hotel.


La película se llevó los tres premio principales del Festival de Cannes: La Palma de Oro (por unanimidad del jurado), Mejor director y Mejor actor.


Las películas de su primera época, son para algunos, las mejores de los hermanos Coen. Joel y Ethan Coen firman el guión de este film y aunque solo el primero aparece en los créditos como realizador, supongo que algo tendría que ver también Ethan en la dirección.
Una película sobre la peripecia de un escritor, en este caso un autor teatral al que la industria de Hollywood trata de atraer para que escriba guiones. La presión del encargo cae sobre él con todo su peso y asistimos a una de las primeras muestras de humor negro con que nos obsequia la película, pues no deja de tener su gracia que a un tipo que acaba de obtener un gran éxito teatral en Nueva York, le encarguen el guión para una película de lucha libre.
Además de la pericia técnica, con tomas que ya nos resultan habituales en el cine de los Coen (picados, encuadres muy bien planificados...) y de unos diálogos ingeniosos, la película opta por un entorno, por un lado decadente (el hotel), por otro luminoso (los espacios abiertos de California), pero siempre agobiante, en el que el protagonista no acaba de sentirse a gusto y se ve cada vez más metido en el pozo sin fondo de su incapacidad para seguir adelante con su trabajo. Solo un giro inesperado, del que no hablaremos para no destripar el momento álgido del film, logra sacarle del atolladero y hacer que se ponga a escribir frenéticamente, aunque el resultado, está por ver que sea el que le demandan sus patrones.
Una película que tiene algo de barroca y mucho de surrealista que esconde (bueno, en realidad no está nada escondida), una cierta crítica a los magnates de la industria a los que ridiculiza en la figura del dueño de la productora y una especie de reconocimiento a la labor, muchas veces oscura y poco valorada de quienes ponen la parte menos visible, en esta ocasión del guionista que se enfrenta a un trabajo no siempre gratificante.
Con un lenguaje metafórico que se puede hacer difícil, si no directamente incomprensible, habrá espectadores, quizá muchos, que la encuentren incongruente, con aires de intelectualidad y con poco sentido. La verdad es que no es un film para que lo disfrute cualquiera.
Magnífica la interpretación de John Turturro, muy bien secundado por el resto de actores.




miércoles, 30 de octubre de 2019

CACHÉ (ESCONDIDO)

La pareja formada por Anne (Juliette Binoche) y Georges Laurent (Daniel Auteuil), son el retrato del típico matrimonio burgués de relevante status cultural, que lleva una vida acomodada, con su casa parisina repleta de libros, aunque la relación del matrimonio no está exenta de problemas.
George presenta un programa literario en televisión que incluye entrevistas a personajes reconocidos; las cenas que ofrecen en su casa, son brillantes, aunque hay tensión en ellas. La incomunicación preside la vida de la pareja, Anne parece estar al borde de vivir una aventura con un amigo de la familia y Pierrot (Lester Makedonsky), el hijo adolescente que forma parte del equipo de natación del instituto, es monosilábico y se dedica a salir en ocasiones con sus amigos por las noches.
Pero esto no es nada comparado con la situación que les va a tocar afrontar cuando, de buenas a primeras, comienzan a recibir unos paquetes anónimos que contienen cintas de vídeo, grabadas desde la calle en las que aparece su casa, y unos dibujos inquietantes cuyo significado es un misterio. No saben quién los envía, pero las secuencias que aparecen en las cintas son cada vez más personales, lo que parece indicar que el remitente los conoce desde hace tiempo. Georges siente que una amenaza se cierne sobre él y su familia, pero, como no hay evidencias de delito alguno, la policía se niega a ayudarlo.


Michael Haneke tiene un estilo peculiar, de eso no cabe duda, de gran perfección técnica, alabado por la crítica y no siempre entendido por el público que suele calificar sus películas con adjetivos tan dispares como obra maestra o muestra de pedantería.
Este film no escapa a tales juicios y en la Seminci vallisoletana llegó a recibir abucheos y silbidos por una parte de los espectadores.


Este film no escapa a esa manera de elaborar su cine que tiene el director austriaco, en apariencia es un thriller, Haneke, hábil manipulador del espectador, sabe que el recurso de las cintas de vídeo le va a atrapar, pero su mensaje, su reflexión, va por un lado totalmente diferente, a él la intriga del asunto le importa poco y, en el fondo, lo que se esconde es una crítica, nada sutil, aunque para algunos escondida, de la respuesta de nuestras sociedades a lo diferente, el miedo a esos que nos han llegado de fuera, que nosotros, muy modernos y democráticos decimos que hemos acogido, incluso integrado, pero a los que seguimos teniendo pánico. Incluso la crítica va algo más allá, pues se extiende también a ellos mismos, representados en este caso por los argelinos franceses y sus descendientes, que llevan años en su país de adopción, pero a la menor contrariedad, se siguen victimizando ellos mismos en lugar de afrontar su realidad.
Es una película incómoda porque, en la línea propia de Haneke, contiene muchas preguntas y apenas respuestas y, desde luego, al que se la tome al pie de la letra, al que pretenda ver un relato transparente y lógico, cuando por el contrario el lenguaje es críptico y lleno de claves que no siempre apreciamos, no le va a gustar en absoluto y la va a considerar una auténtica tomadura de pelo y más cuando en ocasiones el realizador no tiene ningún empacho en que parezca aburrida, en que nos de la impresión de que nada ocurre para, una vez más, manipularnos y con esa aparente sensación de lejanía entre espectador y narración, hacernos sentir partícipes, sentir que no somos inocentes, ni solo meros espectadores de aquello que está criticando.




martes, 29 de octubre de 2019

LA CORTE DE CARLOS IV

Segundo episodio de la serie en el que Gabriel Araceli sigue siendo protagonista de la narración en la que Galdós afronta los acontecimientos previos al estallido de la llamada Guerra de la Independencia. La mayor parte del relato transcurre en la segunda mitad de 1807. Gabriel, al servicio de una cómica de cierto prestigio, Pepita González, pasará temporalmente a trabajar para una dama de la corte, una condesa a quien nombra Galdós como Amaranta, según dice él, para no revelar su nombre auténtico, una dama de gran poder, auténtica intrigante, partidaria de Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma que serán el centro de una conspiración que pretende derrocarles y entronizar a su hijo Fernando, Príncipe de Asturias y provocar, de paso, la caída del favorito Manuel Godoy. Gabriel, a quien Amaranta engatusa y pretende que la sirva como espía, algo a lo que pondrá objeciones por indigno, será testigo en primera persona de los acontecimientos conocidos como Conspiración de El Escorial, un hecho histórico cuya trama fue descubierta el 27 de octubre de 1807, el mismo día que se firmaba el Tratado de Fontainebleau, entre Napoleón y representantes de Godoy, por el que se permitía el paso a través de España de tropas francesas con el presunto objetivo de conquistar Portugal (reino aliado de Inglaterra), cuyo territorio sería divido en tres, correspondiendo la parte sur (Alentejo y Algarbe) a Godoy.
Como en otras ocasiones, Galdós hace un retrato certero del ambiente social que se vivía en la época, con el convencimiento y el miedo entre el pueblo de un próximo conflicto que no se sabía muy bien qué derroteros podía tomar.
En el libro se relatan, aparte de los hechos mencionados, otras situaciones que se vivieron en el momento y que tuvieron gran relevancia en otros ámbitos, como el estreno de "El sí de las niñas", la obra cumbre de Leandro Fernández de Moratín, según algunos el mayor acontecimiento teatral del siglo, tanto por la expectación desatada, como por su rotundo éxito y que supuso el triunfo definitivo de la llamada comedia nueva.
Como en otros episodios, el autor mezcla personajes reales y ficticios, estos últimos, en ocasiones representando el pensar y sentir del pueblo. Entre los personajes históricos menos conocidos por el gran público, el gran cómico Isidoro Máiquez, un actor de gran relevancia en la época al que Galdós otorga protagonismo en una de las tramas secundarias de la novela que trata sobre un curioso triángulo amoroso.



lunes, 28 de octubre de 2019

EN CARNE VIVA

Frannie Avery (Meg Ryan), profesora de escritura creativa, vive sola en Nueva York. Inteligente y reservada, ha conseguido mantenerse al margen de los aspectos más ásperos de la ciudad, dedicándose a investigar sobre el lenguaje de la calle y la novela policíaca.
Pero todo esto cambia una noche, cuando Frannie sorprende sin querer un momento de intimidad entre un hombre y una mujer, cuando están practicando una felación en el baño del bar en el que ha concertado una cita con uno de sus estudiantes, Cornelius Webb (Sharieff Pugh), un joven de color que le trae nuevas palabras de argot. La carga erótica de la situación la paraliza de golpe, y aunque no llega a ver el rostro del hombre, no olvidará el tatuaje de su muñeca ni el descaro de su mirada. Al poco tiempo, Frannie se entera, por boca de un policía que insiste en interrogarla, de un oscuro crimen cometido cerca de su apartamento. El detective Malloy (Mark Ruffalo), un hombre seductor y que a Frannie le resulta extrañamente familiar, cree que ella puede saber algo. Malloy desconcierta a Frannie desde el primer momento, y aunque ella intenta mantener las distancias, lo cierto es que se siente atraída por él.
Frannie encuentra a su antiguo novio en su cama cuando llega a casa, y regresa al apartamento de su hermanastra y al tiempo amiga, donde encuentra la puerta abierta y el cuerpo desmembrado de Pauline (Jennifer Jason Leigh).
Ahora tiene más miedo que nunca de Malloy, pues empieza a darle vueltas a la posibilidad de que el policía sea el asesino al haber reconocido en su cuerpo el tatuaje que vio en el sótano del bar.


El guión adapta la novela de gran éxito In the Cut de Susan Moore, también coguionista del film. La novela está ambientada en Manhattan, y, en ella, una profesora de lingüística que colecciona palabras de slang (lo que aquí llamamos jerga callejera), se enamora de un policía que podría ser un asesino en serie.
La película tiene pasajes de gran belleza formal, comenzando por las secuencias que acompañan a los títulos de crédito y esa poética y hermosa lluvia de pétalos a los acordes de la mítica «Que Será, será (Whatever Will Be, Will Be)», interpretada por Pink Martini. Con una fotografía que raya a gran altura, consigue transmitirnos una imagen poco acogedora, incluso peligrosa de la ciudad a base de escenas nocturnas y de entornos sucios y tenebrosos, con una luz muy particular y atractiva. Incluso las propias casas en que viven los protagonistas o la comisaría de policía, dan una sensación de descuido, casi de suciedad, que contribuyen al desasosiego que se pretende crear en el espectador.


En cuanto a la trama en sí, hay dos historias que corren paralelas, por un lado los asesinatos, las sospechas de Frannie respecto a Malloy, la sensación constante de peligro oculto y, por otro, la historia de la protagonista, una mujer que ha sabido construír un escudo que la protege de los peligros del entorno y que en cuanto lo abandona, se ve metida de cabeza en un mundo turbio, amenazante que le produce miedo, pero del que no sabe salir porque también le proporciona sensación de aventura y, sobre todo, ejerce sobre ella una atracción morbosa.
La parte que podríamos llamar de thriller o policiaca, creo que está poco conseguida, incluso en algunos momentos es hasta prescindible, se convierte en una especie de macguffin bastante pobre, incluso con defectos en su construcción.
La otra parte, la que se dedica a profundizar en la psicología de la protagonista, es lo más interesante del film, empezando por la buena actuación de Meg Ryan, que cambió el registro cómico que había presidido sus actuaciones hasta el momento, para demostrar que sabe hacer más cosas y las hace bien. Es el retrato de una mujer aparentemente fuerte e independiente, pero que bajo una superficie de persona segura de sí misma, esconde un ser frágil y acosado por la soledad que ve una ventana de escape en un hombre que la ofrece una aventura morbosa que por una parte la revitaliza y, por otra, la somete a una situación de pánico de la que no sabe escapar sin perder la ocasión de probar algo diferente.
Los dos componentes del film están más hilvanados y al final te queda la sensación de haber visto un film que no sabes si calificar de raro o de diferente en el que estás esperando algo que nunca llega suceder.




viernes, 25 de octubre de 2019

EL MAQUINISTA

Trevor Reznik (Christian Bale) es maquinista en una fábrica. Un caso extremo de insomnio le aqueja desde hace un año y le lleva a sufrir graves alucinaciones mientras su cuerpo se marchita hasta casi consumirse. Tiene una obsesión compulsiva por  hacer un seguimiento de su peso cada vez menor y escribir notas recordatorias garabateadas en post-it amarillos en su apartamento. La única persona a la que deja entrar en su vida en un sentido emocional es Stevie (Jennifer Jason Leigh), una prostituta, aunque está enamorado de María (Aitana Sánchez-Gijón), una camarera divorciada que tiene un hijo y que trabaja en un restaurante del aeropuerto. Sus compañeros de trabajo le rehuyen y desconfían de él repelidos por su aspecto, pues su estado le ha llevado no sólo al deterioro físico, sino también al mental. Un accidente en el lugar de trabajo, en el que Trevor se ve involucrado y que lleva a uno de sus compañeros a perder un brazo, le aleja aún más de ellos y, junto con algunos trozos de papel desconocidos que encuentra en su casa, le hacen sospechar que alguien o algunas personas, probablemente uno o algunos de sus compañeros de trabajo, están tratando de atraparlo. Le intriga también que Iván (John Sharian), el compañero que le distrajo y provocó el accidente de la máquina fresadora, le anunció momentos antes del accidente, que algo iba a ocurrir. Mientras, Trevor busca pruebas sobre los esquemas que aparecen en las notas misteriosas e indaga sobre el paradero de Ivan. Si encuentra las soluciones a las preguntas, quizá pueda llegar a una verdadera comprensión de lo que ha causado su insomnio.


A Trevor no le cuadran las cosas, parece que todos se han confabulado contra él en una especie de complot universal para hacerle perder la cabeza y acabar con la tranquilidad emocional de su vida. A veces ve cosas que los demás no perciben, como a su compañero Iván, con el que habla y que le dice cosas, pero cuya existencia los demás niegan, como si fuera una especie de fantasma.
Al parecer, Scott Kosar, guionista del film y, supongo que el realizador, Brad Anderson, estuvieron mendigando durante años ante las productoras hollywoodienses para poder llevar su proyecto a la pantalla, pero les debió resultar demasiado oscuro y poco comercial, el caso es que, después de mucho tiempo de búsqueda infructuosa, los hermanos Carlos y Julio Fernández, productores españoles, deciden llevar adelante el proyecto.
Pretendieron que los secundarios o, al menos, una buena parte de ellos, fueran españoles, algo a lo que se negó Anderson que quería dar mayor verismo empleando actores norteamericanos, pues no se fiaba del resultado del doblaje. El caso es que solo colaron a Aitana Sánchez-Gijón. Eso sí, la película se rodó en la provincia de Barcelona, la música es de Roque Baños y el apartado técnico está plagado de nombres nacionales y como decía Berlanga, los técnicos son los que mueven más dinero en esta industria.


Anderson nos trae una reflexión sobre la enfermedad mental. Trevor padece algún tipo de panoia o esquizofrenia (no me pidan detalles, ya que mis conocimientos no dan para ello). Se sabe que algún hecho traumático (una guerra, una catástrofe, un accidente...), pueden llevar a las personas a sufrir estos trastornos. Es probable que el germen ya estuviera ahí, es decir, que estén predispuestas, pero, en ocasiones, es un hecho o una situación puntual de desgracia o de shock lo que les lleva a que se manifieste en ellos. Y ya tenemos ante nosotros al pirado de turno, al que nadie comprende, porque es cierto que sus reacciones son imprevisibles y hasta peligrosas, pero se piensa, como pasa con Trevor, que se estará drogando o vete a saber qué.
Anderson nos va dando pistas que encajan al final, cuando Trevor descubre por fin la causa de su insomnio y cosas que nos parecían intrascendentes cuando se nos mostraban, cobran todo el sentido.
Una parte de la crítica y un sector del público, se mostró decepcionado con el final que, sin embargo, no lo encuentro decepcionante para nada, se trata, simplemente de un final sencillo, sin alhalaracas ni golpes de efecto. Trevor encuentra su salida, comprende quién es y, por fin, puede dormir y al espectador le queda todo claro y se siente aliviado después de la tensión vivida.
Un film bien hecho, en el que, es cierto, parece que la historia o segmentos de la misma nos recuerdan películas anteriores, pero que está bien llevado y logra atrapar al espectador en una trama en la que la línea entre realidad e imaginación se difumina del todo hasta no llegar a saber si estamos viendo algo que sucede de verdad o únicamente en la imaginación del protagonista, encarnado por un Christian Bale que consigue una interpretación brutal.


jueves, 24 de octubre de 2019

CREPÚSCULO EN TOKIO

Shukichi Sugiyama (Chishû Ryû), empleado de un banco cuya mujer lo abandonó muchos años atrás, asiste a un nuevo periodo de crisis familiar, las dos hijas del matrimonio viven con su padre. La más joven, Akiko (Ineko Arima), ha tenido una aventura y se ha quedado embarazada, ahora busca desesperadamente a su novio, Kenji (Masami Taura), que rehuye toda responsabilidad. La mayor, Takako (Setsuko Hara), ha abandonado temporalmente a su marido y se ha refugiado con su hija, una pequeña que aún no ha comenzado a andar, en la casa paterna.
A pesar de vivir los tres juntos, la convivencia está marcada por la soledad y la incomunicación, muy lejos del afecto intenso padre-hija y el escenario doméstico que comparten (la casa familiar) carece del carácter hogareño y unificador, por el contrario, parece extender la soledad de los tres protagonistas, convirtiéndose en el sitio que completa la rutina diaria desapasionada de Shukichi tras una jornada de trabajo, la residencia transitoria de Takako mientras decide qué hacer tras haberse separado de su marido, y un lugar vacío de significado para la extraviada Akiko, la joven estudiante que ha abandonado la universidad para estudiar taquigrafía, que se convierte en un personaje trágico debido a la dolorosa ausencia de lazos afectivos. Una tragedia que se reaviva cuando de pronto reaparece en su vida su madre, que la abandonó cuando apenas tenía tres años, de la que no recuerda nada, ni siquiera su rostro y que provocará que su estupor no tenga límites.


Al contrario de lo que ocurrió con la mayoría de sus películas, este film del japonés Yasujirō Ozu, no tuvo buena acogida ni entre el público, ni entre la crítica y, al parecer, el propio director, al menos al principio, no se mostró demasiado identificado con el proyecto.
Como curiosidad, señalar que tanto durante los créditos iniciales, como durante algunos tramos de la película, la música que escuchamos es la adaptación, muy libre, que el compositor Takanobu Saitô, hizo del popular pasodoble Valencia de Antonio Padilla.
La película está rodada a base de planos fijos, siguiendo el estilo característico de Ozu, durante las dos horas largas del film, ni un solo movimiento de cámara, algo de lo que el espectador no avezado apenas es consciente, porque el realizador japonés consigue el efecto de movimiento a base del deambular de los actores y de la estudiada sucesión de planos.


No siendo la más conocida, ni la más reconocida de las obras de Yasujirō Ozu, no cabe duda de que estamos ante una gran película. Para algunos críticos, el maestro japonés es la representación del clasicismo en el cine, como lo pueden ser la escultura griega o la pintura renacentista en otras artes. Su depurado estilo consigue, a través de la simplicidad y la pureza, transmitir arte sin necesidad de florituras y sin tener que recurrir a composiciones complicadas, travellings, planos rebuscados, picados y toda la serie de recursos que el cineasta tiene a su alcance. Esto no quiere decir que la no utilización de esos recursos convierta su cine en mejor o peor, es la maestría con que lo ejecuta sin tener que recurrir a ellos, junto a la concreción del guión para narrar la historia, lo que le confiere ese aire de pureza estilística.
En esta película, aparte de la evidente reflexión sobre la soledad, aún cuando se está rodeado de gente, un mal de nuestra sociedad avanzada y de la carencia de afectos, hay un interesante estudio sobre la maternidad y sobre el papel de la mujer en este tipo de sociedades de mediados del pasado siglo.
Japón transitaba entonces por una senda en la que se fundían las tradiciones y la búsqueda de su apertura a occidente, en parte obligada por los resultados de la reciente derrota en la guerra. Esta especie de dicotomía la refleja muy bien la película con el cambio de vestimentas, según la ocasión, utilizando, incluso el mismo personaje, ropa occidental (traje y corbata los hombres o chaqueta de punto, abrigos y falda, las mujeres), con la tradicional vestimenta local. También lo vemos en los espacios donde se desarrolla la trama, los lugares populares (tabernas o salas de mahjong) y las casas, con sus puertas correderas, sus paredes de madera y papel y sus mesas bajas, frente a otros espacios, como el banco donde trabaja el protagonista, construídos y amueblados al estilo occidental. En esta sociedad, la mujer lucha por encontrar su lugar, trabaja y estudia, incluso está al frente de negocios, sí, pero ha de seguir sometida a ciertas convenciones sociales, entre ellas la sumisión al hombre, muy difíciles de superar, aunque se deja ver que, a pequeños pasos, va consiguiendo la emancipación real, no sin un doloroso esfuerzo.
También reflexiona Ozu sobre la maternidad, las tres figuras femeninas de la familia, representan tres circunstancias diferentes de enfrentarse a ella. La madre, abandona a sus hijos para escapar con su amante; la hija menor, se verá forzada a abortar, ofreciendo una de las escenas maestras de Ozu, cuando, tras el aborto, Akiko regresa a casa y se produce una escena de plano/contraplano en la que se alternan la pequeña hija de Takako y Akiko y esta rompe a llorar al sentir el desgarro por lo que acaba de hacer y por el hijo que nunca tendrá y, por fin, Takako, que decide sacrificar su propia vida en un matrimonio infeliz para ella, en pro de que su hija crezca en una familia clásica, con un padre y una madre como referencia y no se vea enfrentada algún día a las carencias afectivas que atormentan a su tía.
Una película hecha con ese tempo pausado del cine oriental en que el realizador no tiene empacho alguno en mostrar objetos y situaciones que pueden parecer intrascendentes, pero que están llenas de significado. Un film para disfrutar de una historia que refleja situaciones reales, soledades que el espectador puede sentir cercanas, al tiempo que supone un disfrute como obra de arte cargada de matices.




miércoles, 23 de octubre de 2019

MEMORIES OF MURDER (CRÓNICA DE UN ASESINO EN SERIE)

Corea del Sur 1986, durante la época de la dictadura militar. Una joven aparece brutalmente asesinada y violada en una acequia, el asesino parece que ha seguido una especie de ritual, la muchacha está atada de pies y manos con nudos hechos de determinada manera y aparece amordazada y con sus bragas cubriéndole la cabeza. En los meses siguientes se producen otros asesinatos que siguen el mismo patrón, todos ellos en días de lluvia y con la víctima encontrada en situación casi idéntica a las anteriores. No hay pistas fiables y el detective local Park Doo-man (Kang-ho Song), asignado al caso, no sabe muy bien por dónde empezar si no es siguiendo su intuición. Por un comentario que le hace su compañera sentimental, detienen a un sospechoso, un muchacho con la cara deformada y que padece una deficiencia intelectual. Al parecer, el chico fue visto siguiendo a una de las víctimas en varias ocasiones. Aunque se declara inocente, al relatar cómo fue atada y estrangulada la joven, con detalles que solo conoce la policía, es sometido a una brutal paliza y acaba confesándose autor del asesinato.
Sin embargo, el detective de Seúl, Seo Tae-yoon (Sang-kyung Kim), que ha llegado desde la capital para colaborar en la investigación, desmonta las pruebas que incriminan al sospechoso al darse cuenta que con sus dedos parcialmente atrofiados, con lo que apenas puede manejar los palillos para comer, no puede haber sido capaz de realizar los sofisticados nudos con que son atadas las víctimas. Así lo ve también el fiscal que ordena la libertad del sospechoso.
Otros posibles autores van apareciendo, pero siempre hay algo que no cuadra bien para que puedan ser acusados con certeza. La investigación continúa, pero los detectives están cada vez más desesperanzados.


La película se basa en una serie de asesinatos cometidos en los años ochenta en la provincia coreana de Hwaeseong que jamás fueron resueltos.
Hace bien poco, el 18 de septiembre de 2019, la policía coreana informó que habían identificado a un sospechoso que podría ser el autor de los crímenes, pues su ADN, coincidía con el hallado en la escena de dos de los crímenes. Este hombre, Lee Chun-jae, cumple condena de cadena perpetua por el asesinato de su cuñada en 1994. Sin embargo, a pesar de haberse declarado culpable de los diez asesinatos, es poco probable que sea juzgado por esos crímenes, al existir en el país un límite de 15 años para la prescripción de este tipo de delitos y haberse producido el último en 1991.


Película diferente en el tratamiento que ofrece de una investigación criminal. Aquí no hay detectives superinteligentes que de una prueba nimia sacan todo un arsenal de motivos que les llevan al sospechoso. Nos hallamos ante gente normal, más bien bastante ruines en algunos aspectos, auténticos antihéroes que, en un momento dado, no dudan en darle una buena paliza al sospechoso, o en fabricar pruebas falsas para poder cerrar un caso que se les pone complicado.
Resulta muy curiosa de seguir la evolución de los personajes, sobre todo del joven detective de la capital que, poco a poco, va siendo consciente de que los métodos aprendidos en la academia, no siempre sirven la vida real. Primero son las chanzas de los detectives locales, sobre su modo de actuar, le tachan de listillo, pero él mismo acaba cayendo en los métodos poco ortodoxos que utilizan sus compañeros cuando ve que la investigación se estanca y no puede sacarse de la cabeza los nuevos cadáveres que van apareciendo.
La película ofrece también un retrato de la sociedad coreana del momento en una pequeña ciudad rural, en la que algunos de sus ciudadanos comienzan a dejar su rutina de toda la vida para caer en otra no siempre mejor como es la de incorporarse al mundo industrial en una gran fábrica de la localidad. La policía trabaja de manera desorganizada y con escasos medios y la vida de la gente se desarrolla en ambientes que nos muestran una sociedad que apenas sale de la pobreza para irse incorporando con gran esfuerzo a la modernidad que parece que tocan con la punta de los dedos, pero aún queda muy lejos.
Todo ello acompañado de una espléndida fotografía y de unos actores bien dirigidos y con unas interpretaciones totalmente creíbles, muy naturales y cercanas. Escenas impactantes en las que no se renuncia a narrarnos los métodos expeditivos, cuando no violentos de la policía y la brutalidad del asesino, pero sin necesidad de continúas imágenes explícitas, sino con cuatro apuntes de ella y sugiriéndola en la mayoría de los casos, suficiente para que el espectador sienta cercano el miedo y la sospecha constante.
Un film que es toda una sorpresa agradable por lo bien hecho, dirigido e interpretado que está y por salirse de lo habitual, aún sin faltarle ninguno de los ingredientes típicos del género.




martes, 22 de octubre de 2019

TRAFALGAR

Primer libro de la serie Episodios Nacionales, relatos en los que Benito Pérez Galdós, uno de los más preclaros escritores en lengua española dibuja un ambicioso fresco sobre un periodo crucial de la vida española, el comprendido entre 1805 y 1812.
En esta primera entrega, Gabriel Araceli, es el narrador de los acontecimientos que recuerda cuando ya transita por la edad provecta. Él, entonces apenas un niño, será la voz del pueblo, un muchacho que recuerda su mísera infancia, entre la pobreza de su madre viuda y los malos tratos de su infame tío que, afortunadamente, solo aparece por la casa de su hermana de tarde en tarde, en los periodos en que no está embarcado. Evoca sus correrías por la playa de la Caleta gaditana, tiempos en los que coqueteó con la picaresca, aunque por suerte para él, fue rescatado de su negro futuro por don Alonso Gutiérrez de Cisniega, un oficial de marina retirado que le toma como paje y lo acoge en su hogar junto a su esposa doña Francisca y su hija Rosita, compañera de juegos del muchacho hasta que la chica se convierte en mujer, prometiéndose con el joven oficial de artillería Rafael Malespina y dejando un agujero en el corazón de Gabrielillo.
A pesar de sus años y de las protestas de doña Francisca, don Alonso decide embarcarse con la armada que se prepara para combatir a los ingleses, le acompañarán su amigo Marcial, otro viejo lobo de mar a quien apodan medio hombre, por los numerosos quebrantos que las heridas de combate han dejado en su cuerpo y Gabriel en calidad de criado.
Lo harán a bordo del Santísima Trinidad, un barco que, en palabras del novelista, era gigantesco y solemne como una catedral y desde allí, asistirán en primera persona al desastre de la armada combinada que Galdós narra sin caer en sentimentalismos aunque lo adorne de cierta prosa patriótica, pero sin renunciar a las alabanzas hacia el enemigo y al reconocimiento que hacen los propios personajes hacia la superioridad y mejor entrenamiento de los británicos.
Junto a los nombres de personajes históricos (Churruca, Gravina, Alcalá Galiano, Nelson, Collingwood, Villeneuve), está la marinería anónima que muchas veces expresa llanamente y sin ambages, la realidad de los hechos y de los sentimientos.
Junto a la épica, Galdós va dejando sus mensajes pacifistas y de crítica al poder y a los reyes y políticos del momento a quienes hace responsables la voz popular de este y de otros desastres producidos por la guerra del que las clases menos favorecidas no sacan sino mayor miseria, reflexionando sobre el hecho de que, en la mayoría de las ocasiones, los pueblos se lanzan a la guerra empujados por sus gobernantes con pretextos fraudulentos.
Las descripciones de la vida en los barcos, de su impresionante porte, de la batalla y de los sucesos acontecidos tras la misma, mezclan realismo y un cierto tono romántico envueltos en una prosa fluida y no carente de lirismo.



viernes, 18 de octubre de 2019

EL ESPINAZO DEL DIABLO

En 1939, después de tres años de sangrienta Guerra Civil, las tropas del general Franco están en condiciones de derrotar de manera definitiva al ejército republicano.
Carlos (Fernando Tielve), un niño hijo de un combatiente republicano muerto, es dejado por su tutor en un orfanato que parece situado en medio de la nada. La institución está regida por una directora con carácter fuerte pero considerada, llamada Carmen (Marisa Paredes) y por un hombre de carácter amable, el doctor Casares (Federico Luppi), ambos simpatizan con las ideas del bando derrotado.
A pesar de sentirse amparado por estas personas y de su victoria gradual sobre el típico acosador del colegio, Carlos nunca llega a sentirse cómodo en su nuevo entorno. Además tuvo un desagradable encuentro con Jacinto (Eduardo Noriega), un cuidador del orfanato que reacciona de manera violenta cuando alguien se acerca a los alrededores de un almacén en el que hay un profundo pozo. Más inexplicable resulta la presencia del fantasma de uno de los antiguos ocupantes del orfanato llamado Santi (Junio Valverde).
Los niños están aterrados, no solo por la presencia del fantasma, sino por el imparable avance de las tropas nacionales y la presencia constante de la bomba sin estallar que está en el centro del patio y más cuando el fantasma no hace sino repetir de manera incesante cada noche, una frase: "Muchos de vosotros moriréis". Sin embargo, a medida que transcurre el tiempo, las predicciones del fantasma sobre quién morirá, la fuente del peligro en incluso la propia definición de la muerte, pueden ser más ambiguas de lo que pudiera pensarse.


En este film, que el propio Guillermo del Toro califica como hermano de su película El laberinto del Fauno, el realizador mexicano vuelve a sumergirse en su universo particular que ha creado ya una marca reconocible. Un mundo en el que realidad y ficción toman carta de naturaleza y el que seres reales e imaginarios tejen un tapiz del que ambos forman parte.


La época y el acontecimiento en que se ambienta, la Guerra civil española, son circunstanciales para una historia que podría desarrollarse en cualquier otro momento y situación.
Una vez más, la inocencia infantil mezclada con la necesidad de una madurez obligada, juega un importante papel en la narración. En esta ocasión, sin embargo, creo que Del Toro, echa mano de unos cuantos estereotipos y que los diálogos de los muchachos, están bastante mal interpretados, al fin y a la postre, los actores son niños y se nota, aunque tratan de esforzarse. Tampoco me acabó de convencer la relación entre los dos protagonistas infantiles que me pareció forzada.
El principal valor de la película es que, por un lado, nos ofrece un relato sobre la guerra que es diferente y que no se ocupa de establecer divisiones entre buenos y malos dependiendo del bando, aunque deje claro de qué lado está, sino que se centra en la figura del aprovechado de la desgracia ajena, presente en cualquier circunstancia dramática que afecte a los seres humanos, para tejer la trama a su alrededor.
La película presenta unos cuantos signos surrealistas que beben de la mejor tradición del cine español y sus clásicos (lease sobre sobre todo Buñuel), que le dan un toque especial y diferente.
Entretenida, técnicamente de buen nivel, aunque peque de algunos recursos un tanto manidos.




jueves, 17 de octubre de 2019

IT'S SUCH A BEAUTIFUL DAY

Bill es un tío normal como lo somos la mayoría de nosotros. Nada lo distingue del resto del mundo excepto su sombrero de copa. Tiene manías extrañas como cualquier ser humano: no coge frutas de la parte delantera del mostrador porque quedan a la altura de la entrepierna de los demás clientes y se siente usado cuando sus conversaciones con las cajeras acaban en un “Hola, ¿cómo estás?” “Bien, ¿y tú?”. Su aire de inocencia lo hace inofensivo y entrañable desde el primer momento.
Entendemos que a Bill le ocurre algo, aunque en ningún momento sabemos con certeza qué puede ser, tal vez sea algo que afecta a su cerebro o quizá una enfermedad genética degenerativa, pero sí captamos que lo que quiera que sea, le está llevando a una especie de enajenación mental cada vez más notable. La duda de que todo lo contado sea imaginación del protagonista persiste durante el film y por lo tanto, el argumento se sostiene en la nada y pasa a ser una simple herramienta de exploración interna. Además, todas sus habilidades para relacionarse interpersonalmente se deterioran, haciéndolo narrador de detalles y tabúes con mayor facilidad.
Bill vive su día a día automatizado, metido en repeticiones. Un tedioso ciclo blanquinegro recorriendo los mismos bloques de edificios, haciendo las mismas compras, dejando las llaves en el mismo sitio. Su enfermedad no rompe con el ciclo, sino que lo hace más evidente a los ojos del espectador.

 

Recopila los tres cortometrajes de Don Hertzfeldt que forman la llamada "trilogía de Bill": Everything Will be OK (2006), I Am So Proud of You (2008) e It's Such a Beautiful Day (2011). La película fue estrenada en otoño de 2012 en numerosos festivales y salas de cine norteamericanas, recibiendo críticas favorables en medios especializados.


Historia sencilla en la que un personaje dibujado con cuatro trazos, nos habla de cosas que nos resultan cercanas, reflexionando sobre lo que ha sido y es su vida, sus miedos, sus anhelos incumplidos, pero sin dramas y con un toque de humor negro.
Resulta muy llamativa la utilización de recursos visuales, fotografías, imágenes en color, en ocasiones distorsionadas, luces y sonidos. Con una banda sonora bien elegida a base de música clásica y alguna aportación del propio Hertzfeldt, que también pone la voz en off, fundamental para el desarrollo de la historia en la que está casi constantemente presente.
La película que, a más de uno le resultará aburrida o cuando menos poco atractiva, es sobre todo una experiencia, una manera diferente y original de hacer cine. Apenas una hora en la que presenciamos una mezcla de arte y sensibilidad que nos habla de lo cotidiano. Algo sencillo, pero muy difícil de llevar a efecto de la manera brillante en que lo hace el realizador norteamericano.




miércoles, 16 de octubre de 2019

JACKIE BROWN

Jackie Brown (Pam Grier) es una azafata de vuelo que necesita dinero y hace de correo para Ordell Robbie (Samuel L. Jackson), un mafioso que se dedica principalmente a traficar con armas y que está siendo buscado por la policía. Un día es sorprendida en la aduana cuando intenta pasar desde México, diez mil dólares en dinero negro procedente del contrabando de armas, y un paquete de cocaína, siendo acusada de tráfico de drogas y evasión de capital. Sólo podrá evitar su ingreso en prisión, si acepta una propuesta del agente federal Ray Nicolette (Michael Keaton) y del policía de Los Ángeles Mark Dargus (Michael Bowen) para que les ayude a arrestar al hombre para el que trabaja y cuyo nombre ellos ni siquiera conocen .
Al enterarse de esto, Ordell presiona a Jackie para que a su vez engañe y entretenga a la policía el tiempo suficiente para poder pasar de contrabando el resto del dinero de su "plan de jubilación". Desesperada y atrapada entre dos fuegos, sin mucho que ganar y, en ambas situaciones, condenada a la pobreza para el resto de sus días, ya que, a sus cuarenta y cuatro años, se siente demasiado mayor para comenzar de nuevo, una Jackie que se ve sin salida para su futuro, diseña un plan secreto y arriesgado para traicionar a Ordell y a la policía, salvarse y asegurar su futuro. Para ejecutar este plan, Jackie debe contar con la ayuda de Max Cherry (Robert Forster), el mismo agente de fianzas que Ordell contrató para sacar a Jackie de la cárcel.


El guión adapta la novela Rum Punch, de Elmore Leonard y está ambientada en las cercanías de Los Ángeles en 1995.


Con lo que me gustaron algunas de las películas de este realizador (y reitero lo de algunas), es mucho decir, dentro de lo intrascendente que mi opinión resulta, decir que esta es la película de Tarantino a la que tengo más aprecio. ¿El motivo?, pues tampoco lo tengo muy claro, sé que me gusta, quizá por ese sabor al cine clásico, sobre todo de los 70. No es casual que el director eligiera a Pam Grier como protagonista femenina, Tarantino, fanático del género conocido como Blaxploitation (cine con actores negros como protagonistas), tuvo a la auténtica musa de este tipo películas en mente cuando adaptó la novela de Leonard, demostrando, como ya lo había hecho con Travolta en Pulp fiction, ser un maestro a la hora de rescatar actores que parecían en declive. Acompañada de una buena banda sonora, la película nos muestra diálogos interesantes, una excelente factura técnica, buen reparto y una historia que ocupa el interés del espectador en todo momento.
De esas películas que apetece volver a ver de vez en cuando.




martes, 15 de octubre de 2019

LLIBRE DELS FETS

El Llibre dels feyts, como se titula en catalán antiguo (Libro de los hechos), conocido también como "Crónica de Jaime I", está dividido en cuatro partes, en la primera, de 1208 a 1228, se explica la infancia y primera juventud del rey, su educación por los Templarios y su boda con Leonor de Castilla. El segundo, de 1229 a 1240, narra la conquista de Mallorca. El tercero, de 1240 a 1265, los conflictos con los moros rebeldes de Valencia y, por fin, el cuarto, de 1265 a 1276, la conquista de Murcia y la enfermedad y muerte de Jaime I.
Sin duda escrito por hombres doctos a quienes les dictaría, pues es más que probable que el rey, aunque cultivado, no supiera escribir, al menos con soltura, pero se advierte su personal participación, escribe en primera persona y ofrece detalles muy íntimos y privados que atestiguan su intervención en la redacción del libro.
Quizá la parte más entretenida y emotiva es la dedicada a narrar la conquista del reino sarraceno de Mallorca, emprendida por Jaime I cuando sólo contaba 21 años y su espíritu estaba lleno de afanes caballerescos y deseos de gloria. El 5 de septiembre de 1229, la escuadra zarpó de Salou y el primero de enero del año siguiente, el joven rey se apodera de la ciudad de Mallorca, o sea, de Palma.
La narración fue redactada por el rey bastante tiempo después, tal vez hacia el año 1244, pero tan vivos quedaron grabados en su mente los acontecimientos de aquellos cuatro meses, que recuerda fragmentos de conversaciones sostenidas con sus barones y soldados, detalles insignificantes de la campaña y numerosos pormenores de ésta. Precisamente por el hecho de haber dirigido la acción militar y haber participado constantemente en ella, el relato real parece en ocasiones confuso y visto demasiado de cerca. Aumentan su verismo algunas expresiones familiares, ciertas notas irónicas, que contrastan con la enorme seriedad de la empresa y algunos descuidos del autor que, a veces, olvida emplear el plural mayestático "Nos" y se le escapa algún "yo". Al lado del rey destacan en el relato grandes figuras de la empresa, como los hermanos Guillem y Ramón de Montcada, muertos heroicamente al principio de la acción, el obispo de Barcelona (Berenguer de Palou), y su tío, don Nuño, conde de, Rosellón, junto a otros más.



lunes, 14 de octubre de 2019

THE GAME

El multimillonario Nicholas Van Orton (Michael Douglas) tiene todo lo que un hombre puede desear. Pero Conrad (Sean Penn), su díscolo hermano, aún es capaz de encontrar un regalo de cumpleaños que pueda sorprenderle: su ingreso en un club de ocio capaz de diseñar a su medida aventuras y pasatiempos exclusivos. Le regala una tarjeta de invitación de CRS; una compañía que, según afirma el hermano de Nicholas, te hace la vida divertida.
Nicholas descubre que esta compañía está abriendo una sucursal en una planta del edificio en que él trabaja, por lo que acude para que le informen en qué consiste exactamente el regalo recibido de su hermano. Le explican que lo que ofrece la compañía es la participación voluntaria en un juego diseñado especial y exclusivamente para él, para que se divierta. Nicholas accede y le someten a una serie de exámenes psicológicos y físicos de rutina, con el objeto de medir sus reacciones. Poco después de abandonar su lugar de trabajo, comienza a verse envuelto, uno tras otro, en incidentes y sucesos extraños, con la sospecha permanente de que alguien trata de capturarlo y de que absolutamente todo (salvo algunas cosas), sin importar las circunstancias, parece especialmente preparado para que pueda escapar. Mientras el juego avanza cruzando, de un lado a otro, la línea de lo real y lo irreal, cada vez peligra más la vida de los participantes y van quedando claras las verdaderas intenciones del juego.


Tachada por muchos de tramposa, lo cierto es que el guión está muy trabajado, lo que ocurre es que no acaba de saber transmitir al espectador la verosimilitud de sus giros. Hay cosas que nos parecen increíbles, sencillamente porque no acaba de hacernos observar que estamos viendo algo que en realidad es de otro modo, es decir, el espectador cree ver algo que realmente es un truco.
El éxito de este tipo de películas, que juegan un poco con el enredo, con la falsa realidad, es lograr que las piezas encajen al final y arrastrar al espectador con un ritmo trepidante. Lo segundo está bastante conseguido, lo primero no tanto, pero no porque esté mal construída, sino por eso que apuntamos de que no acaba de saber transmitirlo y encima, en lo que sí se toma una licencia absolutamente increíble es en la escena final que, muchas veces, es lo que más queda en la retina.


A pesar de todo ello, creo que es muy entretenida de ver, con constantes giros de guión que hacen que se mantenga el pulso del film. Michael Douglas, haciendo ese papel que hace casi siempre de ricachón medio cabreado con el mundo y vanidoso, consigue una actuación convincente y las imágenes y la ambientación, son de gran calidad.
Y para los que piensen que es todo un absoluto desvarío, señalar que los ricos se divierten con cosas muy raras, a veces mucho más de lo que cuenta esta película.




viernes, 11 de octubre de 2019

FUNNY GAMES

Anna (Susanne Lothar), su esposo Georg (Ulrich Mühe) y su hijo de diez años Georgie (Stefan Clapczynski) van a pasar las vacaciones a su bonita y lujosa casa a orillas de un lago. Sus vecinos Fred (Christoph Bantzer) y Eva (Monika Zallinger) han llegado antes que ellos. Las dos parejas quedan para jugar al golf al día siguiente. Mientras padre e hijo echan al agua y aparejan el velero, Anna se queda en casa preparando la cena. Inesperadamente, Peter (Frank Giering), un joven educado que dice estar alojado en casa de los vecinos, se presenta para pedir que le presten algunos huevos porque a Eva no le queda ninguno. Anna se pregunta cómo ha podido entrar en la casa. El joven le explica que Fred le ha enseñado un agujero que hay en la cerca.
Tras romper los huevos repetidamente, Anne empieza a sospechar que algo va mal. Más tarde, a pesar de los buenos modales de Fred y su compañero Paul (Arno Frisch), George pide a ambos que abandonen su casa reiteradamente sin éxito, y estos acaban golpeando a George con un palo de golf rompiéndole la pierna sin perder la sonrisa y los buenos modos.
Explican a la familia que todo se trata de un juego y comienzan una serie de actividades perturbadoras y violentas iniciadas por Paul y Peter, en las que Anna, Georg y Georgie, son participantes involuntarios.
La familia permanece secuestrada en su propia casa, maniatados y sin posibilidad de comunicarse con el exterior, tratando de ganar una apuesta en la que son obligados a participar y en la que está en juego su propia vida.


Al parecer, el realizador, Michael Haneke, ha expresado que nunca albergó la intención de hacer con esta una película de terror, sino que su idea era hacer un film con una reflexión moralista sobre la influencia de la violencia de los medios en la sociedad.
Es cierto que algunas de las constantes del realizador austriaco son una cierta obsesión por la violencia y un todo didáctico más o menos presente, pero sea como fuere y pretendiera lo que pretendiese, lo cierto es que el resultado es una de las películas más perturbadoras y con una violencia más desconcertante, sutil y gratuíta que se han hecho.
Desde que aparecen los dos jóvenes sádicos en pantalla, la película se vuelve incómoda de ver, pero ya te tiene atrapado. Haneke utiliza recursos como la interacción de los personajes con el espectador, o el hacer ver que todo es una ficción y está controlado para hacer partícipe a quien la está viendo. Largos planos fijos, utilización recurrente de los silencios, degradación y humillación de la familia secuestrada, juegos perversos... Todo ello compone una historia retorcida pero posible, lo que vuelve al film más aterrador, porque los personajes resultan creíbles.


Haneke parece querernos involucrar de una manera que parece una acusación, no tanto de culpabilidad sino como queriendo decirnos: No te creas inocente del todo. Porque si él es la mente calenturienta capaz de concebir una historia de este tipo, nosotros somos los colaboradores necesarios, pues no nos hemos escapado de la sala de proyecciones o apagado el reproductor, sino que seguimos allí observando y esperando a ver qué pasa.
Hay otras reflexiones en el film, como el porqué de la actitud de estos dos descerebrados, aparentemente jóvenes de cierto nivel intelectual, que llevados del aburrimiento son capaces de trasladar a extremos de puro sadismo la violencia injustificada e indiscrimidada, simplemente porque sí, porque les apetece, algo que en la vida real hemos visto en los medios alguna vez cuando se nos habla de agresiones graves, incluso mortales, de tipos de esta calaña a indigentes o a personas normales elegidas aleatoriamente, porque les divierte. Unos tipos amorales y muy peligrosos, totalmente normales cuando no brillantes en su vida diaria, pero aquejados de una disfunción grave en su personalidad, pues de otro modo es imposible entender su grado de perversión y menosprecio a las vidas del prójimo.
Yo pienso que, a pesar de los esfuerzos del director, siempre la vemos con algo de lejanía, no acaba de implicarnos en la historia, quizá por un cierto tono de superioridad que nos hace tomar distancia. Un film que para muchos será desagradable y, como mínimo, desasosegante, a pesar (y esto es de agradecer) de que toda la violencia se produce fuera de plano y solo contemplamos sus devastadoras consecuencias.




jueves, 10 de octubre de 2019

TRILOGÍA DE BIILL DOUGLAS (MY CHILDHOOD, MY AIN FOLK, MY WAY HOME)

Tres películas estrenadas, las dos primeras, en 1972 y 1973, respectivamente y la tercera en 1978, pues Bill Douglas esperó a que su protagonista tuviera la edad suficiente para aparentar que estaba en el momento de alistarse en el Ejército Británico, con el que sirvió en Egipto. En ellas asistimos al crecimiento, en distintas etapas de su vida de un niño, Jamie (Stephen Archibald), cuya infancia transcurre en una deprimida población minera de la Escocia de postguerra. Jamie pasará de la infancia a la adolescencia y a su primera juventud en un ambiente hostil en el que deberá aprender a valerse por sí mismo a pesar de las adversidades de un entorno difícil, a veces brutal y otras en las que directamente está prácticamente abandonado.
Su padre no le reconoce, su madre está internada en un sanatorio mental, la abuela materna, con la que viven él y su hermano, fallece cuando apenas es un niño que tiene conciencia de la realidad y su abuela paterna le desprecia porque considera que su madre arruinó la vida de su hijo (el padre de Jamie).
El pequeño parece que anda mendigando amor y comprensión a falta de un hogar que se lo de. Lo encuentra de manera esporádica, primero en un prisionero alemán que trabaja en los campos escoceses y que le enseña alemán mientras Jamie le enseña ingés; en su abuelo paterno, ya viejo y que, como él dice, no tiene fuerzas para defenderle y, más adelante, mientras está en Egipto como soldado, en un compañero del ejército que le abrirá una ventana de esperanza hacia el futuro.


Bill Douglas refleja en estas películas su propia vida, es una especie de autorretrato en el que nos acerca a sus propias experiencias vitales, con una infancia y adolescencia marcada por la pobreza material y las privaciones emocionales.
Al tiempo, en las películas vamos viendo la evolución del propio cineasta que empieza el relato haciéndonos ver a través de las imágenes que, a pesar de relatar sus propias vivencias, aquello es una interpretación de la realidad en la que la ficción tiene su cabida, como ocurre en las novelas autobiográficas.
Sobre todo en la segunda y tercera entrega, esto se observa muy bien, pues en la segunda comienza con escenas de una película sobre la perrita Lassie (por cierto imágenes en color dentro del blanco y negro en que están rodados los tres films) y en la tercera, comienza con unos niños que están llevando a cabo una interpretación teatral. Magistral utilización de lo que se conoce como metalenguaje, con lo que el director se reafirma en esa idea que exponíamos: Esta es mi vida, pero os la estoy contando de manera ficticia.


Las películas tienen un cierto tono poético y están repletas de metáforas que el espectador debe interpretar, para ello requiere de nuestra constante atención que pretende lograr a base de imágenes fijas y primeros planes de rostros y detalles.
Con escasos diálogos y predominio del lenguaje visual, la historia tiene ciertos tintes dickensianos (el hecho de que el libro que lee Jamie sea David Copperfield, no es gratuíto). El primero de los films tuvo buena acogida en festivales y en los circuitos especializados, lo que dio paso al rodaje de los dos siguientes.
Estamos hablando de otro tipo de cine, en el mejor sentido del término, cine intelectual, alejado de los gustos del gran público y sin nada que ver apenas con el llamado cine comercial, lo que no obsta para que sean películas de gran calidad técnica y que se ven con gusto si se saben mirar con los ojos adecuados.
Películas sobre la vida misma, vista con ojos de artista que sabe extraer belleza de los entornos y circunstancias más duros y menos propicios para hacerlo, con imágenes y planos cargados de hermosura, encanto y poesía visual.