Como muchos antes que él, John Sims (James Murray) se propone dejar huella en la ciudad de Nueva York, pero termina siendo un trabajador anónimo en una gran oficina de una gran empresa. Aun así está contento con su destino cuando conoce a una joven llamada Mary (Eleanor Boardman). Las cosas siguen su curso y pronto se casan y viven en un pequeño apartamento. Surgen las desavenencias en la pareja, John discute con Mary y descubre que no siente ningún cariño por su familia política. Cuando el matrimonio parece un fracaso, descubre que Mary está embarazada. Después de 5 años, tiene un hijo y una hija y el mismo trabajo sin futuro. Cuando la tragedia aparece, John debe encontrar la fe en sí mismo para continuar o perder lo poco que le queda.
Mas de treinta años antes de que Wilder nos legara esa joya titulada El apartamento, King Vidor retrató el mundo deshumanizado de la gran ciudad incluídas muchas escenas que el propio Wilder utilizaría después en su película: El acercamiento al exterior del inmenso rascacielos en el que entramos a través de una ventana y descubrimos el descomunal espacio donde se alinean los puestos de trabajo de los cientos de administrativos que allí trabajan reducidos al número de la placa adherida a su mesa. Entre ellos nuestro protagonista, uno de tantos que solo tiene nombre para unos cuantos de los más cercanos. Wilder revive esa escena en su película, pero para muchos es incluso menos impactante que esta.
Una reflexión sobre la falacia del sueños americano que Vidor retrata con maestría, un mundo sin sentimientos en el que la masa puede reír contigo durante días, pero solo llora tus tragedias durante unos breves instantes hasta que la vorágine de ese mundo que no detiene su marcha la engulle de nuevo en ese día a día desangelado y sin esperanza de futuro. Un film sobre gente común y corriente, sobre esa inmensa clase media anónima que no destaca en nada, pasando por la vida como un fantasma, pero que contribuye con su oscuro quehacer a que el despiadado mundo que habita, no se detenga.
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