viernes, 28 de septiembre de 2018

HOMBRES INTRÉPIDOS

Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Tras una noche de diversión en las Antillas, la tripulación del carguero británico SS Glencairn vuelve a la dura rutina y navega rumbo a Baltimore. El grupo es bastante heterogéneo, entre ellos: Driscoll (Thomas Mitchell) es un irlandés de mediana edad; Ole Olsen (John Wayne), un joven granjero de origen sueco; y Smitty (Ian Hunter), un caballero inglés enrolado de incógnito huyendo de su pasado. Tras recoger una carga de dinamita, deben regresar a casa, pero la amenaza que suponen los submarinos alemanes, siempre al acecho, hará que tengan que vivir momentos de enorme tensión.
Entre la rivalidad y la camaradería, todos los tripulantes deben aprender a vivir juntos y ayudarse mutuamente en este arriesgado viaje. El marinero Olsen tiene una idea en mente: volver a su país natal, Suecia, para rencontrarse con su madre.
Este puñado de hombres, primitivos, sencillos y nobles, parias y desarraigados que sólo encuentran cobijo en el mar, arriesgarán sus vidas una vez más, como tienen por costumbre, a cambio de una paga que malgastarán en la primera taberna del próximo puerto.
“Hombres Intrépidos” se estrenó el 11 de noviembre de 1940. No funcionó bien comercialmente, aunque la crítica la acogió con simpatía. Recibió 6 nominaciones a los premios de la Academia: Mejor Película, Mejor Fotografía en blanco y negro (Gregg Toland), Mejores Efectos Especiales (R.T. Layton, Ray Binger y Thomas T. Moulton), Mejor Montaje (Sherman Todd), Mejor Música Original (Richard Hageman) y Mejor Guión Adaptado (Dudley Nichols), de los que no se llevó ninguno.


"Bound East for Cardiff", "In the Zone", "The Long Voyage Home" (que da título a la versión original del film) y "The Moon of the Caribees", son las cuatro obras de teatro en un solo acto, originales de Eugene O'Neill, en las que se basa el guión de la película.
O'Neill, que cuatro años antes había recibido el Nobel de Literatura, no era precisamente un amante del cine, sobre todo no lo era de las adaptaciones literarias, ya que consideraba estas como una especie de traición a la palabra escrita. Sin embargo, estaba encantado con esta película que veía una y otra vez, de hecho, la copia que le regaló Ford, prácticamente la quemó de tantas veces como la sometió al calor de la lámpara del proyector.
Lo que más le gustaba, según decía, eran los silencios, las largas escenas sin palabras en las que Ford tradujo lo que O'Neill ponía en boca de sus personajes, a un lenguaje visual en el que las mismas cosas se nos cuentas a través de la imagen. De hecho, hemos de esperar 3 minutos para escuchar las primeras palabras en la película y estas vienen de la radio, las primeras frases en boca de alguno de los personajes, no llegan hasta casi cinco minutos después de haberse iniciado el film.


A pesar de estar casi olvidada dentro de la filmografía del maestro, era una de la películas favoritas de Ford, que tenía su casa decorada con cuadros y recuerdos de este film.
Es una historia de hombres aparentemente duros, que sueñan con abandonar el mar y que sin embargo, a la hora de la verdad, son un poco ingenuos, les engañan con cuatro copas en las tabernas del puerto y solo cuando vuelven a embarcarse, alcanzan cierta altura como personas.
Las historias están bien ensambladas, en un gran trabajo de guión, pero los resultados no son lineales, quiero decir que no todas están a la misma altura. Quizá la mejor, al menos la parte que a mí más me ha gustado, es aquella en la que sospechan que Smitty es un espía, al no saber nada de su pasado, lo amarran y amordazan, mientras abren la caja en que guarda sus pocas pertenencias y leen las cartas que contiene, hasta darse cuenta de que son de su esposa que le pide que regrese a casa y deja entrever que algo le ha ocurrido en su trabajo (posiblemente trabajaba para el gobierno) y que no le importa, ni a ella ni a sus hijos, que haya sido degradado. Los compañeros se avergüenzan de lo que han hecho, mientras Smitty llora al verse descubierto y expuesta su intimidad.
Hay quien ha querido ver aquí, una especie de relato premonitorio de lo que sería la llamada caza de brujas liderada por el senador McCarthy tras la guerra.
Son muy interesantes los aspectos técnicos de la película, entre ellos la gran labor de montaje y la espléndida fotografía de Gregg Toland, pero no quiero olvidar las buenas interpretaciones de algunos de los habituales actores de Ford, un trabajo bastante coral, en el que John Wayne es uno más, con un papel no más destacado que el de Thomas Mitchell Ian Hunter, por ejemplo.





jueves, 27 de septiembre de 2018

MAMMA MÍA: UNA Y OTRA VEZ

Prácticamente toda la cinta es una sucesión de flashbacks con idas y venidas de los personajes en el tiempo que, en cierto modo, contribuyen a darle dinamismo a esta película en la que se cuenta cómo se conocieron los protagonistas de la cinta que en 2008 arrasó gracias, entre otras muchas cosas, a una Meryl Streep que se atreve con todo.
Diez años después, los personajes de la película musical Mamma Mia!, regresan a la mágica isla griega de Kalokairi.
A la vez que conoceremos cómo es el presente de Sophie (Amanda Seyfried), que está embarazada y cuya vida está a punto de cambiar para alegría de todos, viajaremos al pasado. En ese verano mágico de finales de los años 70 descubriremos a una joven y apasionada Donna (Lily James), acompañada de sus dos mejores amigas, Rosie (Alexa Davies de joven y Julie Walters de madura) y Tanya (Jessica Keenan Wynn de joven y Christine Baranski de madura), y cómo se forjaron las relaciones con los tres hombres de su vida.
Sophie está a punto de reinaugurar un hotel muy especial en Kalokairi. A la vez que se enfrenta a una crisis sentimental y a una inesperada tormenta que arrasa con la decoración del local en la víspera de su apertura. En el recuerdo de su madre y en sus propias vivencias, encontrará el valor que necesita para salir adelante y sobreponerse al desastre.


De nuevo, esta película cuenta con la ayuda de Benny Andersson y Björn Ulvaeus, miembros del ya desaparecido grupo ABBA, para ayudar en la composición de los temas musicales entre los que se incluyen algunos de los grandes éxitos de la banda: "Waterloo", "Dancing Queen" o "Fernando".


La verdad es que era difícil pensar en una segunda parte de Mamma Mía!, porque si lo piensa uno bien, allí estaban la mayoría de las canciones más conocidas del internacional grupo sueco, es como si quedaran solo los restos para incluír en esta nueva película. Pero mira por donde, lo han hecho bastante bien, incluso en algunos aspectos, el film está más cuidado que su predecesor, eso sí, tampoco le pidamos peras al olmo, porque sabemos que el argumento es bastante intrascendente, pero bueno, dentro de ello, pues eso, que han puesto cierto interés en hacerlo bien.
En algunos momentos, el film se convierte en una sucesión de viodeclips, en lo referido sobre todo a los números musicales, con la narración de la historia como nexo de unión. Han procurado que las canciones tengan algo que ver con el argumento o con determinadas circunstancias de los personajes, pero no siempre lo han conseguido y algunas están metidas de una manera un poco forzada.
El caso es que la película es lo que es, un intento de divertir al espectador en general y a los muchos seguidores de ABBA en particular. Sin duda estos últimos disfrutarán y para los demás, pues como los que nos decimos a verla ya sabemos a lo que vamos, también, porque la verdad es que las casi dos horas de película, no se hacen largas.
Un homenaje al grupo sueco, representante del horterismo por excelencia, del que supo sacar partido por su particular y simpática forma de trasladarlo al público, con unas canciones que en su momento fueron criticadas desde muchos sectores "entendidos", pero que el paso del tiempo ha convertido en clásicas y en música no tanto de culto, como muy popular y la prueba es que las jóvenes generaciones nacidas cuando el grupo ya no existía, conocen la música e incluso la letra de algunas de ellas.
Un film pensado para la diversión, que cumple su objetivo.




miércoles, 26 de septiembre de 2018

CORAZONES INDOMABLES

Gilbert Martin (Henry Fonda) y Magdalena «Lana» Borst (Claudette Colbert) se casan y empiezan una nueva vida en común. Ella deja su maravillosa casa de Albany, donde disfrutaba de todo tipo de comodidades, para ir a vivir a la granja de su marido en un territorio peligroso donde viven los indios Mohawk.
A Lana le cuesta mucho adaptarse a la vida de la granja, tanto por el trabajo como por las personas que le rodean. Incluso se asusta del mejor amigo de su marido, el indio Blue Back (jefe John Big Tree). Pero, con el tiempo, el matrimonio consigue adaptarse a su nueva realidad y ser un equipo a la hora de trabajar.
Estamos a principios de la Guerra de la Independencia Norteamericana (1775-1783), cuando las trece colonias británicas asentadas en Norteamérica (Virginia, Nueva York, Nueva Jersey, Massachussetts, Nueva Hampshire, Delaware, Georgia, Maryland, Connecticut, Rhode Island, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Pennsylvania) que poseían autonomía a través de un gobierno local, terminaron por desvincularse del dominio del rey Jorge III, que había decidido gravar las actividades económicas de los colonos con insostenibles cargas fiscales. El largometraje comienza por narrar los días anteriores a la revolución, cuando un agente británico, Caldwell (John Carradine), recorre con una tribu de indios mohawk varios asentamientos de colonos, arrasando las casas, los sembrados y los ganados y matando a cuantos se ponen a su alcance. El incendio de su casa por los indios, empujará a Gilbert a alistarse para luchar en el conflicto, mientras Lana se encarga de crear un hogar.


El guión se basa en el best seller de Walter D. Edmonds, "Drums Along the Mohawk" y se trata de la primera película en color de Ford. Fue un gran éxito comercial, principalmente debido a sus dos estrellas, Fonda y Colbert.


En la idea de la película, figuraba una escena de una batalla, la librada por el general Nicholas Herkimer (Roger Imhof) en Oriskeny, el 16 de agosto de 1777, contra un cuerpo del ejército del general británico John Burgoyne, una de las sucesivas victorias que culminaron el 17 de octubre en Saratoga.
El caso es que el productor ejecutivo, Darryl F. Zanuck, se subía por las paredes porque Ford había agotado todos los plazos, superado el presupuesto y no había hecho preparativo alguno para la escena en cuestión, a la que se había previsto dedicar tres semanas enteritas. Acosaba a Ford cada día con telegramas y al final, este le contestó que se habían puesto al día y habían filmado la batalla esa misma mañana.
La realidad es que Ford había hablado con Henry Fonda: "Henry, tengo que rodar una escena de batalla que no me gusta. Hoy se me ha ocurrido una idea mejor. Te has estudiado el guión y tu papel, y probablemente sabes más sobre la batalla que yo. Siéntate y apóyate contra esa pared". Dirigiendo la cámara hacia Fonda, le hizo una serie de preguntas: "A ver, Henry, ¿cómo empezó la batalla? ¿Y Peter? ¿Qué le pasado a Peter? ¿Y cómo te sentiste al matar a ese hombre, después de ver morir a John?". Fonda iba respondiendo de manera improvisada, haciendo, más que un relato, un verdadero psicoanálisis de la batalla. Cuando le pareció suficiente, Ford gritó el clásico "Corten" y, más tarde, les dijo a los montadores: "Quitad las preguntas y dejad el resto como está". Una sola y larga toma, esa es la batalla que rodó Ford y que los espectadores imaginamos por medio del relato de uno de sus protagonistas en la ficción, sin necesidad de que se nos muestre una sola imagen de la misma.


La “Compañía Ford”, los actores habituales que acompañaron al director a lo largo de su filmografía, aportan divertidas escenas de la vida cotidiana de los colonos: ataviados con ropas llamativas, gorros de castor, vestidos de época, portando largos mosquetones, les vemos en las épicas escenas del asalto al fuerte por los aborígenes y, a lo largo del film, vemos como Ford, una vez más, sabe dar a los secundarios su trocito de protagonismo, bien aprovechado por ellos. El personaje del guía Blue Back (un auténtico jefe indio, Big Tree) es muy divertido y sus intervenciones glosando la vida conyugal de los jóvenes casados (Henry Fonda y Claudette Colbert) aportan momentos muy graciosos, aunque sin duda, la palma se la lleva Edna May Oliver en su sensacional interpretación de la señora Mc Klennan, la viuda de peculiar carácter que da trabajo al matrimonio protagonista cuando incendian su granja.
A pesar de estar considerada como un trabajo menor de Ford, sigue siendo una hermosa película llena de humor y humanismo, un homenaje que rinde el maestro a los fundadores de la nación, a sus esposas e hijas, que tan decisivas fueron, mujeres fuertes que, al lado de los hombres, participaban como ellos en las duras tareas del campo y no dudaban en empuñar un fusil. El film guarda un fuerte sentimiento patriótico, nada disimulado en las escenas finales.




martes, 25 de septiembre de 2018

LA SOMBRA DEL VIENTO

Aclamada novela de Carlos Ruiz Zafón que sabe sacar partido de géneros clásicos en la literatura, que mezcla con habilidad, retazos de novela gótica, de misterio e intriga, ciertos pasajes naturalistas y de fondo, el retrato de una Barcelona ya desaparecida, pero que sigue siendo reconocible en la actualidad y cuyas calles y paisajes juegan un importante papel en el contexto general.
La mayor parte del relato se enmarca entre 1932 y 1956, con una especie de epílogo que nos traslada a 1966 y que nos cuenta qué fue de algunas de las personas que han desfilado por sus páginas, unos personajes variopintos, bien definidos y que tienen relevancia por momentos, incluso los que aparecen de manera fugaz. Hallazgos memorables, como el cementerio de los libros perdidos, situado en un viejo y ruinoso palacio, acaban de redondear la interesante obra de Ruiz Zafón.
Con aires de folletín y de novela negra, el autor emplea un lenguaje cuidado, variado, rico en metáforas de las que, sin embargo, junto a algunas de gran belleza, hay otras de las que abusa o que están poco conseguidas, como si estuvieran metidas a la fuerza.
No renuncia tampoco a momentos de humor e ironía, con los que equilibra la tensión del relato, sobre todo de la mano de Fermín Romero de Torres, un personaje que da mucho juego en el contexto total del libro.
Novela bien escrita, entretenida y que se lee con mucho placer, es también y quizá sobre todo, un homenaje a los libros y de hecho, el autor se ha negado a aceptar las suculentas ofertas recibidas para llevarla al cine, porque considera que sería una traición a su naturaleza de homenaje a la palabra escrita. Recomendable.



lunes, 24 de septiembre de 2018

EL JOVEN LINCOLN

1832. El joven Abraham Lincoln (Henry Fonda) tiene 23 años y trabaja en una pequeña tienda de New Salem, un pueblo tranquilo de Illinois. Empieza a devorar libros y a estudiar Derecho de forma autodidacta. Poco a poco se da cuenta de que su talento de comunicador y su elocuencia le permitirán seguir en esta vía. Pero una desgracia, un acontecimiento trágico, la mujer a la que ama muere durante el invierno, empujan a Lincoln que decide trasladarse a Springfield para trabajar como asociado en un gabinete de abogados: empieza entonces su ascensión hacia las cimas del Estado. Allí evitará un linchamiento y tratará de defender a dos hermanos de una acusación de asesinato.
El antiguo leñador de Kentucky es ya un abogado que empieza a destacar por su defensa de los derechos de los más humildes.
La película comienza con un poema de Rosemary Benét, que fantasea sobre un hipotético regreso a la vida de Nancy Hanks, la madre que Abraham perdió a los nueve años. La breve pieza lírica encadena preguntas sobre el pequeño Abe: «¿Creció mucho? ¿Se divirtió? ¿Aprendió a leer? ¿Viajó a la ciudad? ¿Progresó en la vida?» Hay un eco trágico en esas interrogaciones, que expresan la perspectiva de una mujer sencilla, incapaz de predecir el brillante porvenir de su hijo. Autodidacta, escéptico en materia religiosa, y con escasas –pero notables− lecturas (Shakespeare, Emerson, la Biblia), el joven Lincoln destacó enseguida por su elocuencia y su sentido del humor.


La mayor parte del metraje se centra en la historia del juicio de los dos hermanos y se basa en una mezcla de dos procesos, el verdadero, acontecido en 1857, en el que Lincoln utilizó El almanaque del viejo granjero, para resolver un juicio contra un tal Armstrong, que el guionista, Lamar Trotti, combina con otro juicio del que informó siendo un joven reportero, en el que la madre de dos jóvenes, único testigo del asesinato, se negó a decir cuál de los dos era el ejecutor y colgaron a los dos.
Estupenda la actuación de Fonda, igual que la del resto del elenco, entre ellos Alice Brady, ya entonces muy enferma (el de madre de los hermanos Clay, fue su último papel) y cuya comparecencia como testigo en el juicio, sometida a las preguntas del fiscal, es uno de esos momentos cinematográficos plagados de matices, una actuación de gran profundidad.


Ford se limita a fabular sobre la juventud del protagonista, humanizando a una figura de una gran carga mítica. Dicen que Henry Fonda no quería interpretar el papel por el respeto que le merecía la figura de Lincoln, pero Ford le convenció con su habitual rudeza: «¿Qué coño significa toda esa mierda de que no quieres hacer el papel? Crees que vas a interpretar al gran emancipador, ¿verdad? ¡Se trata sólo de un jodido abogado de Springfield, maldita sea!»
Esa cercanía se refleja en la película, que subraya la talla del mito, pero sin grandilocuencia. El retrato de Lincoln que emerge está cuidadosa y sutilmente construido a partir de una serie de metáforas sobre lo esencial de su papel en la historia de América. No se menciona su papel en la emancipación de los esclavos, de hecho, los negros únicamente son mencionados cuando explica que debido a la llegada de esclavos a Kentucky, los trabajadores blancos tenían que emigrar a otros lugares porque no podían competir con una mano de obra tan barata.
De todos modos, hay que situarse en la época, hablar de los negros en el cine norteamericano del momento, solo se hacía presentándolos como criados, de hecho, en los cines de los estados del sur, en muchas películas en las que aparecían escenas con negros, si tenían algún papel que tuviera la más mínima relevancia, directamente las cortaban antes de la proyección.


Son muchas las películas que el cine norteamericano a dedicado a la figura de uno de sus héroes, el gran hombre de la nación, pero Ford supo hacer algo diferente, pintándonos a un hombre cercano y hablando únicamente de los años previos a que su figura emergiera de entre la multitud como alguien tocado por el destino. Esa cercanía se remarca con las escenas en que le vemos como un torpe bailarín, participando en el juego de la soga o demostrando su habilidad para partir troncos. Sin embargo ya expresa su admiración por él y nos presenta a un hombre sencillo, jovial y, sobre todo, justo: "Puede que no sepa mucho de la ley", dice, "pero sé lo que está bien y lo que está mal". Por medio de la narración, ya se intuye el destino que le espera como gran hombre y la película le convierte en otro de esos héroes de Ford, atormentado por el convencimiento de estar llamado a cumplir un deber que escapa a sus deseos y que, en cierto modo, le cuesta su propia libertad como individuo.




viernes, 21 de septiembre de 2018

LA DILIGENCIA

Un pueblo llamado Tonto (Nuevo Mexico) en la década de 1870. Un variopinto grupo de pasajeros viajan en una diligencia: Lucy Mallory (Louise Platt), una dama embarazada que viaja para reunirse con su marido, oficial del ejército; Dallas (Claire Trevor), una prostituta expulsada de la ciudad; Doc Boone (Thomas Mitchell), un borracho también expulsado, como Dallas, a instancias de las damas de "Liga de la Ley y el Orden"; Peacock (Donald Meek), un pardillo, buena persona, vendedor de whisky; Gatewood (Berton Churchill), un arrogante banquero. Son escoltados por un grupo de la caballería del ejército, porque hay apaches huídos de la reserva que se han levantado en armas.
Además están Hatfield (John Carradine), un jugador profesional que sigue el viaje para "proteger" a la señora Mallory, ya que había servido en el regimiento de su padre en el Ejército Confederado y un Sheriff, Curly Wilcox (George Bancroft), que pretende capturar a Ringo Kid (John Wayne), que se ha fugado de la cárcel para vengar a su hermano y que se une a la diligencia fuera de la ciudad.
En la estación de Dry Ford, no hay relevo alguno de la caballería, pero los pasajeros votan a favor de continuar el viaje sin protección. En Apache Wells, Lucy se entera de que su marido ha sido herido y se pone de parto, Dallas y Boone traen al mundo a su hijo.
Ringo y Dallas se enamoran, pero unas señales de humo impiden la fuga de Ringo. Tras vadear un río, el grupo es perseguido por los indios a través de las salinas. Hatfield está a punto de matar a Lucy para impedir que caiga en manos de los indios, pero resulta muerto en el preciso instante en que llega la caballería.


"Stagecoach" se basa en la historia de Ernest Haycox, "Stage to Lordsburg" ("La diligencia de Lordsburg") que, a su vez, se asemeja, en algunos aspectos, a la famosa historia de Guy de Maupassant Bola de sebo, que tiene lugar en Normandía durante la Guerra Franco-Prusiana de 1870.


La película lanzó a John Wayne al estrellato y dio un definitivo empujón hacia la fama a Ford, pero también es el film en el que hizo su entrada en el cine Monument Valley, ese lugar en la frontera entre Utha y Arizona, cuya majestuosa desolación salpicada de pétreos picachos, se convirtió en un elemento definitorio del Oeste que Ford imaginó.


El realizador norteamericano nos traslada a un mundo poblado de personajes más que improbables en el que habitan todos los estereotipos del western: el séptimo de caballería, los indios, la persecución de la diligencia, el tiroteo de Lordsburg, el whisky, el saloon, los forajidos y, sobre todo, la diligencia, el centro de buena parte de la película y cuyo nombre lleva la melodía principal de la estupenda banda sonora. La diligencia atravesando el desolado paisaje, en esas tomas lejanas que remarcan lo frágil y vulnerable del grupo, a merced de los peligros que acechan.


Al reunirse en el viaje, los personajes que la habitan pasan a formar parte de un microcosmos, pero aunque estén unidos por el estrecho espacio que comparten, cada uno tiene su historia, lo que permite ir pasando de un detalle a otro y dotar al film de frescura, uno de los aciertos de la película, porque cada personaje, caricatura a su vez de una forma de ser y vivir, va construyendo su propio papel en la película. Esas historias individuales permiten dotar de dinamismo a la narración y, en algunos momentos y por medio de ciertos personajes o situaciones, dan pie a Ford para deleitarnos con sus gotas de comedia que quitan un poco de tensión al drama que se vive, algunos de cuyos diálogos, hoy estarían mal vistos en algunos sectores por machistas, supongo, pero que son muy divertidos, como cuando el mexicano el encargado de la posta donde a dado a luz Mary, anuncia que su mujer india a huído y el sheriff le dice que no se preocupe, "encontrarás a otra". "Pues claro que la encontraré, lo malo es que se ha llevado mi rifle y mi yegua, nuca quise venderla, la quería mucho, le daba puros latigazos y nunca se quejaba". "¿Tú mujer?", pregunta Doc, "No, mi yegua".


Casi todos los planos, las composiciones, los emplazamientos de cámara, tienen tras de si una pequeña historia de preparación, de trabajo, de arte cinematográfico y son fruto de una determinada idea, por ejemplo, en los interiores, las habitaciones tienen techo, algo inusual en los rodajes en estudio, pero con lo que se quiere remarcar la sensación de opresión en que viven los personajes de la película.
Ya hemos señalado también como se remarca la sensación de desamparo del grupo de viajeros mediante el recurso a los planos lejanos de la diligencia en medio del gigantesco paisaje.
¿Qué decir de las miradas, los gestos, los primeros planos de algunos de los actores? Mediante ese lenguaje puramente visual, Ford consigue transmitirnos muchas sensaciones que no necesitan diálogos: El rechazo del grupo hacia Dallas, hasta que llega Ringo; la prepotencia del banquero; la ausencia de malicia y la ingenuidad de Buck (Andy Devine) o de Peacock...


La Diligencia es considerada por muchos como el punto de inicio del western moderno, Ford no se limita a un desfile de indios, vaqueros y pistoleros, nos cuenta una historia, o mejor, varias historia en una que, a su vez, ofrecen interpretaciones y lecturas al espectador; y varias escenas (la persecución, el parto de Lucy...), realmente memorables. La película es historia del cine y de ella formará parte por los siglos de los siglos.




jueves, 20 de septiembre de 2018

FEMME FATALE

La especialista en robos Laure Ash (Rebecca Romijn) participa en un robo de diamantes durante la inauguración del Festival de Cine de Cannes en 2001, en Francia. El plan es que Laure robe una especie de top en forma de serpiente, tasado en 10 millones de dólares y confeccionado a base de valiosos diamantes. La prenda forma parte del vestido que luce una famosa y extravagante supermodelo llamada Veronica (Rie Rasmussen).
Acreditada como fotoperiodista francesa, Laure accede al recinto del festival, se las apaña para atraer a Veronica al baño de señoras, donde comienza a seducirla en una de las cabinas. Los dos cómplices de Laure, "Black Tie" (Eriq Ebouaney) y Racine (Édouard Montrouge) , además del conserje, que está compinchado con ellos, tienen que apoyar a Laure mientras realiza su "trabajo". Black Tie reduce a los guardaespaldas de Verónica y se cuela en el baño de damas y coge los diamantes mientras Laure los va arrancando del atuendo de Verónica y los tira al suelo donde Black Tie los pone en una bolsa y los reemplaza por réplicas de vidrio. Racine, mientras tanto, trata de sabotear el suministro eléctrico para dar tiempo a los otros dos a huír con el botín. Cuando se descubre el engaño, Laure traiciona a su banda y huye con las joyas. Durante la fuga, encuentra a una mujer idéntica a ella, la cual, tras la muerte de su marido y de su hija, se suicida. Laure decide adoptar su identidad para salir de Francia y empezar una nueva vida.


Guión y realización de Brian De Palma que nos ofrece algunos de sus habituales movimientos de cámara nada convencionales y también sus ya clásicos planos secuencia.


A pesar de que la idea argumental no está nada mal, el resultado final adolece de falta de brillantez, creo que podría haber resultado una película interesante, con ese giro argumental del final que cambia todo lo que hemos visto hasta entonces. Pienso que De Palma intenta seguir una linea que le acerque en cierto modo al cine de Hitchcock, pero, desde luego se queda a años luz.
Pobre actuación de Antonio Banderas, no sé si porque está mal dirigido o porque no da más de sí.
La película resulta entretenida por momentos, pero en otros, sobre todo en lo relativo a la historia romántica entre los dos protagonistas, se llega a hacer algo pesada.




miércoles, 19 de septiembre de 2018

CUATRO HOMBRES Y UNA PLEGARIA

Tras una orden de traslado de un regimiento de lanceros, de su puesto en un paso de montaña en la India, se produce una revuelta  de nativos que tiene el trágico saldo de 90 muertos. El responsable de que los lanceros fueran trasladados a otro lugar y dejaran sin custodia el paso por el que penetraron los rebeldes, el Coronel Loring Leigh (C. Aubrey Smith), es licenciado del ejército con deshonor, tras un consejo de guerra que le encuentra culpable de los cargos que se le imputan. Telegrafía a sus cuatro hijos, uno estudiante en Oxford (William Henry), el segundo abogado en Londres (George Sanders), el tercero aviador y playboy (David Niven) y el último adjunto de la embajada británica en Washington (Richard Greene), a quienes convoca para explicarles su versión de lo ocurrido. Pero ocurre que el viejo Coronel es asaltado y asesinado en su propia casa, de manera que cada uno de los hermanos toman la determinación de esclarecer las misteriosas circunstancias del crimen, dos de ellos toman rumbo a la India para seguir a un misterioso coronel (Barry Fitzgerald) y otros dos a Buenos Aires, para entrevistarse con el capitán Douglas Loveland (Reginald Denny), quien supuestamente recibiera la polémica orden. Mientras avanzan en sus investigaciones, empiezan a descubrir la verdad oculta y perturbadora sobre la muerte de su padre, en la que todo apunta a un complot urdido por un traficante de armas.
El guión se basa en una obra original de David Garth, publicada en forma de serial en la revista "Hearst's International-Cosmopolitan" (1936-1937).


El propio Ford decía sobre esta película: "Sencillamente no me gustaba el argumento ni nada, de modo que era un trabajo que hacer. Les tomé un poco el pelo."
Lo que ocurre es que hay algunos momentos en los que se le va la mano absolutamente. Por ejemplo, pretende hacer una escena en tono de comedia cuando acribillan a los revolucionarios en la escalera y le sale algo bastante deleznable, al menos moralmente; igual que cuando trata el asunto de la venta de armas como un simple negocio, de hecho el argumento que utiliza el empresario norteamericano es que la gente no escarmienta y quieren matarse entre sí y que si él no les vende las armas, otro lo hará, por lo cual prefiere que el dinero acabe en sus bolsillos. Supongo que algo así deben pensar los narcotraficantes para autojustificarse. Aunque es cierto que, en este caso, lo compensa algo con la crítica que hace a eso tan americano de llevarse las guerras lejos de su suelo.
Sin embargo sí que le sale una buena escena de humor negro con el fusilamiento del General Torres (J. Edward Bromberg), en un estilo que me ha recordado algunas escenas del posterior cine de Woody Allen.
Interesante el papel de Loretta Young, con un personaje atolondrado, una joven hija de papá, pero que demuestra ser una mujer independiente y que llegado el caso, sabe tomar decisiones propias aunque pongan en peligro su comodidad material.
Por lo demás, a pesar del argumento de fondo y de los muertos, incluído el padre de los protagonistas, parece como si estos, se tomaran a broma todo el film, quizá Ford les contagió ese espíritu de tomadura de pelo.
Hay una escena, aquella en la que el General Torres visita el almacén donde los rebeldes preparan sus armas, cuyos diálogos están, en buena parte, en castellano en la versión original.
Al margen de otras consideraciones, llama la atención la calidad del elenco de actores que intervienen.




martes, 18 de septiembre de 2018

LA PROPIEDAD

Leopoldo Kanitz es el magnate de los cereales en Austria. Su esposa, aquejada de una grave enfermedad que, seguramente le costará la vida, está ingresada en el hospital más moderno de Europa, situado en un pueblecito al oeste de Viena, allí ha acudido Kanitz en busca del último recurso que le queda para salvar a su esposa, aunque sabe que apenas hay esperanzas.
El matrimonio ha sido acompañado por el médico de cabecera de la familia que, en tanto se produce la larga intervención a que va a ser sometida la enferma, conduce a Kanitz a una posada cercana y durante la comida que comparten, escucha una historia que comienza en un olvidado pueblo de la frontera húngaro-eslovaca. La historia de un pobre niño judío llamado Caleb que un día llegará a ser el hombre que tiene ante él.
Bien redactado, con un lenguaje sencillo pero muy cuidado, este relato breve, del escritor venezolano Alí Jesús Reyes Hernández, es un cuento sobre el amor y sobre la redención.
El hombre que de niño se ofrecía a cuidar los caballos a las puertas de los negocios o a llevar las cestas de las vendedoras al mercado a cambio de un puñado de patatas, que empacaba y hacía mandados a los comerciantes, aprendió, por fuerza a sobrevivir desde la pobreza familiar y gracias a su natural inteligencia, aprendió a leer y escribir, a hacer operaciones matemáticas y, más adelante, a rellenar los formularios de impuestos de los comerciantes, hasta convertirse en una máquina oportunista que sabe como hacerse indispensable, que supo sacar partido de la información que manejaba y de su habilidad para el regateo y la compraventa.
Pero la vida dura que había llevado de niño, también le convirtió en un ser duro, nada compasivo con quien pudiera caer en las redes de sus negocios.
La aparición en su vida de una mujer ingenua, carente de malicia, lo contrario a aquello en lo que Kanitz se había transformado, obra una verdadera catarsis en el protagonista.
A modo de relato moral, muy ameno, el autor nos acerca una historia en la que, cual Saulo camino de Damasco, una luz cegadora, se convierte en el faro que alumbra un camino de redención.
El relato se puede descargar aquí.



lunes, 17 de septiembre de 2018

HURACÁN SOBRE LA ISLA

Manikoora es una isla de los mares del Sur azotada desde siempre por los tifones, aunque hace años que no ha sufrido ninguno. Es una colonia francesa cuyo gobernador ejerce el poder al margen de las tradiciones y costumbres de los nativos y obsesionado por hacer cumplir la Ley sin atenerse a consideraciones personales, aunque, claro, es la ley de los colonizadores.
El alegre Terangi (Jon Hall) es un líder entre los nativos y el contramaestre de la Katopua, la gran nave del capitán Nagle (Jerome Cowan). Terangi se casa con Marama (Dorothy Lamour) y a continuación emprende viaje a Tahití a bordo del barco.
Mientras está en un bar junto a otros nativos, Terangi se ofende por la actitud de un francés racista y alcohólico y le golpea la cara, rompiéndole la mandíbula. A pesar del testimonio del capitán Nagle, Terangi es sentenciado a seis meses de trabajos forzados debido a que la víctima tenía conexiones políticas con gente poderosa. El capitán Nagle le pide al Gobernador Eugene DeLaage (Raymond Massey) que use su influencia para ayudar a Terangi, pero el gobernador se niega. Terangi intenta escapar sin éxito de la prisión, y cada intento aumenta su sentencia, hasta sumar una condena de 16 años de cárcel. Cuando lleva cumplidos ocho de ellos, por fin consigue escapar y su libertad se celebra en Manukura. El padre Paul (C. Aubrey Smith) encuentra su canoa y trae a Terangi a la isla, después de que este hay realizado una travesía de casi mil kilómetros en su huída. Pero un devastador huracán también está a punto de llegar amenazando a sus habitantes.


El guión se basa en la novela "El Huracán", de Charles Nordhoff y James Norman Hall.
Salvo algunas tomas rodadas en Samoa que sirvieron como fondo para algunos planos, absolutamente todo, por increíble que parezca a quien vea el film y aunque no se note, fue construído para la ocasión en los exteriores de los estudios de Samuel Goldwyn (el poblado, la iglesia, las palmeras, la playa, los edificios...), incluída la laguna, un estanque de 180 metros de diámetro.
Todo quedaría destruído al final por un maremoto recreado mediante la apertura de tanques de 2.000 litros de agua, dispuestos sobre torres de 20 metros, controlados por Ford mediante dispositivos eléctricos.


Es una película de encargo de la que Ford no estaba especialmente satisfecho, entre otras razones porque no se le permitió viajar a los Mares del Sur, donde quería rodar exteriores y, supongo, de paso darse un garbeo con su barco, el Araner, que sí aparece en alguna imagen del film.
El argumento principal del film es la colisión entre culturas, la imposición de las normas por los blancos que chocan, en este caso, con la ingenuidad y la manera de vivir alegre y despreocupada de los indígenas a los que se somete sin miramientos. De hecho, el suceso que desencadena el drama del protagonista es la actitud chulesca y prepotente de un francés cualquiera que entra en la taberna y ordena a los marineros nativos que se pongan en pie, sin mediar más razones, a lo que Terangi reacciona como lo hubiera hecho cualquiera ante una falta de respeto semejante. Al blanco nadie le pide responsabilidades por haber desafiado a un grupo de personas que estaba a lo suyo y ni siquiera se habían percatado de su presencia, pero al pobre Terangi, le llevan a la cárcel, con una condena de seis meses que suponen lo mismo que para un pajarillo al que se le mete en una jaula.
El caso es que el film nos ofrece algunas de las imágenes típicas del realizador, un trabajo serio en el que destacan, por lo llamativo, las secuencias impresionantes del huracán. En su momento, fue todo un éxito de taquilla.
Una anécdota: Ford se iba de vacaciones antes del rodaje del film y había sugerido al estudio algunos nombres, entre ellos el de Charlie, vecino suyo puerta con puerta, natural de Tahití y estupendo nadador. Una mañana, Ford y Charlie coincidieron cuando sacaban el automóvil del garaje. "¿A dónde vas?", le preguntó Ford. "A la United Artist". "Yo también ¿Qué vas a hacer allí?". "Voy a salir en una película". "¿Cómo se llama?". "Huracán sobre la isla".
Y es que mientras Ford estaba fuera, el estudio le había hecho unas cuantas pruebas a Charlie, les habían gustado y le había cambiado el nombre por el de Jon Hall.





viernes, 14 de septiembre de 2018

LA MASCOTA DEL REGIMIENTO

Joyce Williams (June Lang) y su hija Priscilla (Shirley Temple) viajan hasta la India para instalarse en una base militar británica en el norte del territorio, junto al abuelo paterno de la pequeña, el Coronel Williams (C. Aubrey Smith).
A su llegada, son testigos de la captura de Khoda Khan (Cesar Romero), líder de una facción rebelde de nativos. Priscilla juega a ser un soldado y hasta le dan un uniforme y el simpático sargento MacDuff (Victor McLaglen) le permite participar en los ejercicios de instrucción, algo a lo que su hosco abuelo se opone e insiste en que permanezca separada de las tropas, aunque finalmente la niña acaba por encadilarle, al fin y al cabo como hace con todo el mundo que la conoce, incluyendo a Khoda Khan, a quien se gana al devolverle esta un talismán que perdió en el forcejeo con los soldados en el momento de su arresto.
Cuando el atractivo teniente Brandes (Michael Whalen) abandona su puesto para acompañar a Joyce a un baile, Khan escapa y Brandes es arrestado. A medida que aumentan las hostilidades con los rebeldes, Priscila y el sirviente Mohammet Dihn (Willie Fung) -en realidad un espía indio- se dirigen hacia la fortaleza de Khoda Khan.
Además de haberse ganado el cariño de todos cuantos la rodean, la pequeña acabará jugando un importante papel para resolver la rebelión que se avecina.


El guión se basa en un relato de Rudyard Kipling, en el que el protagonista es un niño, Percival Williams, pero se cambió a una niña, Priscilla Williams, para que Shirley Temple interpretara el papel.
El director John Ford odiaba trabajar con actores infantiles, pero dirigió esta película debido a su gran presupuesto, y porque su amigo Victor McLaglen estaba en ella. Inicialmente, Ford se mostró frío ante Shirley Temple, pero le conquistó con el empeño que ponía y su excelente interpretación, sobre todo en la escena de la muerte de MacDuff. Ford luego trabajó con Temple en Fort Apache (1948), nuevamente con Victor McLaglen, y más tarde se convirtió en padrino de su hija mayor.


Resulta claro el componente mitológico de la película y como quien no quiere la cosa, Ford también nos ofrece un estudio detallado de la vida militar en la India británica, sin embargo lo que acaba definiendo el film es la mirada infantil del mundo que nos ofrece a través de los ojos de la protagonista.
Vienen a mi memoria los relatos de aquellos que, de niños, acudían a las tareas familiares y recuerdan con añoranza todo aquello, es muy típico, por ejemplo, de las gentes cuyos antepasados se dedicaron a las labores del campo, antes de que la mecanización se impusiera, relatar con nostalgia la trilla, la vendimia, la recogida de fruta, el cuidado de los animales... Tareas todas ellas penosas, que tenían esclavizados a quienes de ello comían y que los niños vivían como un juego, entre otras razones, porque las abandonaban cuando se cansaban o se aburrían.
Algo así le ocurre a Priscila, que contempla con emoción la instrucción de los soldados, sus tareas, las paradas, el izado de la bandera, los caballos galopando y escucha con alegría el toque de la trompeta o el sonido de la gaita. Todo es un juego y con su ingenuidad acaba seduciendo a quienes ven aquello como un penoso deber, casi como una esclavitud, para acabar contagiándoles de su visión ingenua e insuflando nuevos ánimos que harán su trabajo más llevadero.
Seguro que Wee Willie Winkie es una película típica de aquellas sesiones matinales de cine familiar, pero también es un film muy bien hecho, con sus tres personajes principales (Temple, McLaglen Aubrey Smith) magníficamente interpretados, divertida y, sobre todo, muy entrañable.
Seré ñoño, pero es una de esas películas que no me importa volver a ver de vez en cuando y siempre me río y la disfruto.




jueves, 13 de septiembre de 2018

THE FALL: EL SUEÑO DE ALEXANDRIA

A principios del siglo XX, en el ala pediátrica de un hospital de Los Ángeles, la locuaz Alexandria (Catinca Untaru) se está recuperando de un brazo roto. Alexandria, una niña de cinco años, trabaja con su familia de inmigrantes en la cosecha de naranjas y acaba de perder a su padre. En el mismo hospital se encuentra Roy Walker (Lee Pace), un especialista en secuencias de acción, que trabaja en la industria de Hollywood y se está recuperando de una desafortunada caída. Roy también tiene el corazón roto por la pérdida de su novia que se ha ido con el actor principal de la película que rodaba.
Roy hace una promesa a la niña: Le contará una historia maravillosa. Así comienza a contar una historia fantástica sobre seis héroes y su enemigo común, el odioso gobernador Odious. Black Bandit (Emil Hostina) que perdió a su hermano Blue Bandit que fue asesinado por los hombres de Odious; el experto en explosivos Luigi (Robin Smith) que fue expulsado de su ciudad por Odious; el indio que perdió a su hermosa esposa que fue secuestrada por Odious; el antiguo esclavo Otta Benga (Marcus Wesley) que perdió a su hermano gemelo en los campos de Odious; Charles Darwin (Leo Bill) a quien Odius envía el cadáver de una mariposa de la especie Americana Exotica, lo que provoca la ira del naturalista; y un místico que odia a Odious por haber destruido la fauna y la flora de sus tierras. Todos ellos unen sus fuerzas para vencer al malvado Odious. Mientras Alexandria imagina la historia, en la que proyecta las imágenes de sus conocidos sobre los personajes, el desconsolado Roy usa su inocencia para pedirle a la niña que, a cambio de la historia que le está relatando, robe morfina y medicinas del dispensario, con las que pretende suicidarse.


Inspirada en una película búlgara de 1981, titulada Yo ho ho.
Fue filmada e 28 países durante cuatro años, aunque de algunos de ellos apenas aparece algún fotograma, por ejemplo, se muestra un rápido flash de la Torre Eiffel, del Coliseum romano o de un molino manchego, entre otras cosas.


Bajo la apariencia de un cuento que es pura fantasía, la película es, sobre todo, un espectáculo visual de primer orden. Tarsem Singh es un reputado realizador de videoclips, algunos de mucho éxito y pone todos sus conocimientos y experiencia de ese mundo en la planificación y realización de muchas de las escenas de la película que son composiciones de gran impacto estético y visual, algunas de ellas verdaderas obras de arte por sí mismas. Solo por su belleza, por su factura estética, ya merece la pena ver la película.
El cuento, las aventuras de los seis personajes, no es gran cosa como historia, pero los encuentros entre la niña y Roy, son deliciosos y es que Catinca Untaru nos embelesa con una actuación que tiene algo de mágico y mucho de espontáneo.
El film también rinde homenaje al cine como espectáculo visual, a eso vienen las maravillosas imágenes del principio y las del final, cuando están viendo una película muda en el hospital y cuando se suceden cortes de diversas películas de la época anterior al sonoro y se ve en los rostros de los niños y mayores que las contemplan, toda la magia que en ellos despierta el entonces incipiente arte.
Hay gente a la que no le ha gustado, a mí me ha encantado el film y me parece que entre las imágenes, una auténtica orgía, no sólo de color, sino de luz y texturas y la entrañable interpretación de la protagonista, es una película que merece la pena no perderse.
Hay algo en la película que quizá a algunos se les escape: El mono de Darwin "Wallace" es una referencia al naturalista Alfred Russel Wallace, quien desarrolló, al margen de los trabajos de Darwin, su propia teoría de la selección natural. Darwin y Wallace presentaron la teoría juntos, pero debido a la publicación de "Sobre el origen de las especies", usualmente se atribuye a Darwin el mérito exclusivo de la teoría. La escena en Butterfly Island cuando Darwin encierra a Wallace en el saco y dice "nosotros ... tengo una idea" puede tomarse como una alusión a este asunto, pues se adjudica el mérito exclusivo de ideas que no eran completamente suyas.




miércoles, 12 de septiembre de 2018

MARÍA ESTUARDO

Inglaterra, siglo XVI. Después de enviudar, María Estuardo (Katharine Hepburn) abandona Francia y regresa a Escocia, dispuesta a ocupar el trono del que es heredera. Pero los conflictos se acumulan: la nobleza le es hostil, empezando por su hermanastro James Stuart, conde de Moray (Ian Keith), y, además, su apego al catolicismo choca con la fe que predica John Knox (Moroni Olsen), fundador de la Iglesia presbiteriana de Escocia, lo que acabará enfrentándola con él y despertando el recelo de los protestantes. Por otro lado, su prima Isabel Tudor (Florence Eldridge), hija ilegítima de Enrique VIII, fruto de sus amores con Ana Bolena, teme que reclame sus derechos a la corona inglesa. Su único aliado es el conde Bothwell (Fredric March), comandante de las tropas escocesas, hombre enérgico aunque no muy querido por el resto de la nobleza, de quien se enamora, aunque por razones de estado tendrá que casarse con el decadente Lord Danley (Douglas Walton), que acaba muriendo asesinado, algo que aprovechan los enemigos de María, encabezados por Knox, para hacerla responsable de la muerte de su esposo.
Tras una revuelta de la nobleza, la reina es apresada y recluída, para, al final caer en manos de los ingleses. María declina la oferta de su prima Isabel que está dispuesta a perdonarla siempre que renuncie a sus derechos a la corona de Inglaterra. María sabe que el trono, debido a la falta de descendencia de Isabel, acabará siendo para su hijo y por ello, está dispuesta a ofrendar su propia vida a cambio de que un día su descendiente porte la corona del reino.


El guión se basa en una obra de teatro de Maxwell Anderson, escrita en verso blanco, estrenada en Nueva York el 27 de noviembre de 1933, que tuvo 248 representaciones.


Película bastante decepcionante que se coloca entre las menos relevantes de Ford. Aunque muchos críticos hablan de la confrontación que se hace entre la mujer que vivió en plenitud su condición de tal, frente a Isabel, la llamada Reina Virgen, que sacrificó sentimientos por ejercer el poder, yo creo que en el fondo tratan de encontrarle valores que no tiene la película que se pierde en su estructura teatral, con un montón de diálogos bastante insustanciales y que si no fuera por la presencia de Katharine Hepburn, estaría más olvidada de lo que ya lo está.
Ford se recrea en unos cuantos primeros planos del encantador rostro de la actriz y nos ofrece alguna escena que sobresale de las demás, como la impresionante subida al cadalso de María.
Por lo demás, una película bastante normalita.