Ammiano Marcelino, nacido en Antioquía hacia el año 330 de nuestra era, fue oficial de Constancio II, hijo de Constantino y de Juliano el Apóstata, y luchó en Oriente y Occidente. En el año 363 se retiró de la vida militar y se propuso continuar la Historia del Imperio Romano partiendo del punto en que la había dejado Tácito y siguiendo su estilo y método de escritura. Gran parte de esta obra se ha perdido, pero afortunadamente se conservan los libros que narran los sucesos contemporáneos en los que el autor tuvo parte activa, lo que les da un gran valor de documento histórico. A pesar de ser griego escribía en latín, con un estilo bastante pulcro y tiende a imitar a Cicerón y a Saluntio y, sobre todo, como queda dicho, a Tácito.
Su narración tiene gran vivacidad y sabe recoger los detalles significativos, demostrando grandes dotes de observador, sabiendo captar la psicología de los personajes.
Detalles que incluyen acciones tácticas, como cuando, junto a una turma de jinetes huía de un enemigo mucho más numeroso que les estaba dando alcance, sin posibilidad alguna de escapatoria, al estar atravesando una gran llanura poblada de hierba rala y, aunque de noche, había luna llena. El asunto se resolvió así: En este apuro se imaginó atar una antorcha encendida en el lomo de un caballo y abandonarlo, después de dirigirlo hacia la izquierda, mientras nosotros nos dirigíamos, por la derecha, a las montañas.
O cuando relata detalles geográficos, etnográficos o de historia natural, como cuando incendiaron un amplio territorio entre el Éufrates y el Tigris para dejar tierra quemada al enemigo y nos dice: En aquel incendio perecieron multitud de fieras, en especial leones, que en aquel país son extraordinariamente feroces.
Amiano escribió su obra con el título de Res gestae, que abarcaba la historia de Roma imperial, desde el ascenso de Nerva (96 d.C.) hasta la muerte de Valente en la batalla de Adrianópolis contra los godos (378 d.C.). dividida en 31 libros, de los que se han perdido los 13 primeros.
La obra de Amiano ha perdurado a través del tiempo, influyendo en autores posteriores en aspectos varios, entre ellos la visión favorable que ofrece del emperador Juliano, sobre cuya figura se han escrito novelas, poemas y dramas (el de Ibsen, titulado Emperador y Galileo) en distintas épocas, hasta llegar a nuestros tiempo con la que quizá sea la obra más conocida, la novela histórica Juliano el Apóstata, del norteamericano Gore Vidal.
De Juliano dice: Por la prudencia se le ha comparado con Tito; por sus triunfales expediciones, con Trajano y por la clemencia, con Antonino. Perseverante tendencia a la perfección ideal, le haría semejante a Marco Aurelio...
...el sello más sensible del alivio que su presencia llevó a las extraordinarias miserias de la Galia es que, a su llegada, el tributo medio era de veinticinco monedas de oro por cabeza, y cuando abandonó el país, no se pagaban más que siete por todo impuesto. Así el pueblo, en alegre entusiasmo, le comparaba con un astro benéfico que se le había aparecido en medio de las nieblas más densas.