Octubre de 1962, un avión de reconocimiento norteamericano, en misión rutinaria sobre suelo cubano, toma una serie de fotografías que, al ser procesadas y analizadas detenidamente, hacen pensar a los expertos del Pentágono que los soviéticos están montando misiles nucleares en territorio de la isla caribeña.
Se informa de ello al presidente John F. Kennedy (Bruce Greenwood), que rápidamente reúne a sus asesores más cercanos, a los miembros de su gabinete y al estado mayor del ejército para evaluar la situación y tratar de tomar las decisiones oportunas.
Desde el primer momento se ve que hay dos posiciones contrapuestas, por un lado los que proponen un ataque y posterior invasión de Cuba y quienes se inclinan por la vía diplomática, conscientes de que aquello supondría el inicio de la tercera guerra mundial.
De momento, como primera medida, deciden mantenerlo en secreto para evitar el pánico entre los ciudadanos. El presidente trata de conciliar todas las propuestas, pero se inclina por la negociación, reservándose el empleo de la fuerza como último recurso, ello le supondrá la animadversión del sector más duro que le acusa de cobardía y de ser pusilánime a la hora de defender la integridad del territorio nacional y la de sus ciudadanos, amenazada por tan grave peligro.
La llamada crisis de los misiles de Cuba, es el acontecimiento que inspira el guión del film.
Hay frases que, de tan usadas, pierden el sentido, pero si alguna vez lo tuvo aquello de "los hechos que pudieron cambiar la Historia", es aplicado a situaciones como la que narra el film.
Como dice uno de los protagonistas: "Uno de sus barcos se niega a que lo registremos, nosotros inutilizamos su timón y lo abordamos; ellos, en represalia, derriban uno de nuestros aviones espías y nosotros, como respuesta, destruimos sus plataformas de misiles en Cuba; ellos atacan Berlín, nosotros ocupamos Cuba; ellos lanzan sus misiles y nosotros respondemos con los nuestros..."
Eso pudo haber ocurrido, y las consecuencias las imaginamos, pero, por fortuna, no las conocemos, ni ganas que tenemos de hacerlo, pues es probable que fuera lo último que viéramos.
Con unas actuaciones correctas, el film es, ante todo, una película de diálogos, algunos de ellos brillantes, con prácticamente ninguna escena de acción. Casi todo lo que nos narra es lo que ocurre en los despachos, en las tensas reuniones, las ruedas de prensa, los conciliábulos de los protagonistas, las presiones a que se ven sometidos por las facciones de su entorno..., y todo desde el punto de vista norteamericano, pero sin caer en una manipulación descarada, pues no se presenta a los rusos como los malos, sino como el enemigo, matiz totalmente diferenciador; se ve que ambos contendientes tienen sus intereses, no siempre guiados por la ética y la moral, sino más bien, todo lo contrario.
A pesar de lo que uno pudiera esperar de todo esto y de que sepamos cuál fue el desenlace, el film tiene la virtud de mantener la tensión y concitar la atención del espectador, gracias al buen ritmo narrativo y al consistente guión.
Más que digno retrato de unos acontecimientos que pudieron cambiar la Historia, y esta vez, de verdad.