viernes, 31 de agosto de 2012

HA NACIDO UNA ESTRELLA

Esther Blodgett (Janet Gaynor), es una chica de pueblo que vive en una granja y tiene un sueño: Trabajar en el cine.
Aunque en su familia no se lo toman en serio, su abuela la anima a que persevere en su intento y le da dinero para que pueda viajar a Hollywood con el fin de abrirse camino en la industria.
Por casualidad, conoce a Norman Maine (Fredric March), un gran artista, que por culpa del alcohol va perdiendo popularidad. Norman se da cuenta del talento de Esther y convence a su amigo el productor Oliver Niles (Adolphe Menjou), para que le haga una prueba y le ayude a lanzarla a la fama.
Esther acaba enamorándose de Norman, al que ya admiraba antes de conocerle personalmente, se casan y ella tiene que convivir con la situación de llegar al máximo de su fama, mientra se produce la caída en picado de su marido.



El film toma como referencia otro anterior, "Hollywwod al desnudo" ("What price Hollywood"), así como anécdotas reales sobre el mundo del cine aportadas por sus guionistas: Dorothy Parker (la cronista del espectáculo más respetada de la época), Alan Campbell y Robert Carson.


La película tiene dos vertientes, por así decirlo, por un lado es un canto a la esperanza, a la lucha por la consecución de un sueño, al amor y la entrega y, por otro, nos narra algunas de las miserias del mundo del celuloide, sobre todo de su meca universal, capaz de devorar a una persona a la que antes ha colocado en el olimpo.
Un análisis del lado oscuro del mundo del cine, de las productoras que tratan a sus actores como si fueran un producto de empresa del que tienen que sacar todo el rendimiento posible vendiéndolo a través de los medios de comunicación. Así, al fin y a la postre, nos está hablando de cosas que serían extrapolables a la vida misma en general.


El melodrama planteado resulta un tanto desigual, con algunos momentos sublimes, como la conversación de la protagonista con la abuela al principio de la peli; o la escena en que Norman se despide de su mujer y se sumerge entre las olas.
Bastante interesantes las actuaciones de los dos protagonistas y no menos las del buen elenco de sencundarios, encabezados por Adolphe Menjou y May Robson en su papel de abuela de Esther.


Con el mismo título se han rodado dos remakes, uno en el año 54, seguramente la más conocida de todas las versiones, dirigida por George Cukor y protagonizada por Judy Garland y James Mason y otro en 1976, bajo la dirección de Frank Pierson, con Barbra Streisand y Kris Kristofferson.
Desde hace un par de años, la Warner viene anunciando que va a hacer un nuevo remake que dirigiría Clint Eastwood (aunque también se ha hablado de Nick Cassavetes), con Beyonce Knowles como protagonista.
Sin desmerecer para nada el magnífico trabajo de Cukor y las actuaciones de Mason (gran actor donde los haya) de la Garland (para quienes les guste), yo me quedo con esta versión, rodada de manera elegante y con esa dulce y tierna mirada de Janet Gaynor.




jueves, 30 de agosto de 2012

ALJUBARROTA


En el año 1385, la piel de toro era un conglomerado de reinos dentro del que los monarcas cristianos (es decir, todos menos el rey de Granada), trataban de cuando en cuando de establecer alianzas unos con otros e incluso de buscar uniones duraderas de unos estados con otros.
Uno de estos casos se dio entre los reinos de Castilla y Portugal que, en 1380, a petición del rey portugués Fernando I, establecieron un acuerdo dinástico con el objetivo de acabar con los enfrentamientos que castellanos y portugueses venían manteniendo desde hacía décadas. Según este tratado, Beatriz, hija del monarca portugués, se casaría con el heredero de Castilla don Enrique (el futuro Enrique III), hijo de Juan I. Sin embargo, una serie de circunstancias, entre ellas la muerte de su esposa, hizo que fuera el propio Juan I el que desposó a Beatriz y que cuando Fernando I de Portugal murió sin descendencia, su hija fuera la heredera y el monarca castellano tuviera derecho a una especie de protectorado sobre Portugal, pero en teoría los reinos deberían seguir separados, hasta que convergiesen ambas coronas en el heredero de Juan I y Beatriz.
A la muerte de Fernando I en 1383, su viuda, la reina Leonor, reconoció a Juan I de Castilla, como legítimo rey de Portugal, lo que no hizo sino exaltar aún más el sentimiento nacionalista portugués, que encontró un líder en la figura de Juan de Avis, Maestre de la Orden de Avis, hijo ilegítimo del rey Pedro I y, por tanto, hermanastro del difunto monarca. Éste asesinó al conde gallego Joáo Fernandes Andeiro, amante y favorito de la reina viuda, quien se vio obligada a solicitar la ayuda de su yerno.
El rey de Castilla, desoyendo los avisos de sus consejeros que le advertían que no entrase en el reino por fuerza ni con gente de armas, decidió encaminarse hacia Lisboa con un ejército para hacer valer sus derechos al trono portugués. La presencia de la armada castellana suscitó de nuevo los recelos y provocó la sublevación de los burgueses de Lisboa y Oporto. Pronto se les unieron otros muchos concejos, así como gran parte de la pequeña nobleza. Portugal se dividió entonces entre quienes apoyaban al rey de Castilla -sobre todo la alta nobleza del reino y la Iglesia, que veían en su esposa a la legítima heredera- y aquéllos, mucho más numerosos, que se oponían a él -los burgueses de las ciudades más prósperas y un sector importante de la nobleza del país- por considerarlo un intruso. Estos últimos se cobijaron bajo la bandera del descontento que habían alzado Juan de Avis y su condestable Ñuño Álvares Pereira. En 1385, el Maestre de Avis, a pesar de su origen ilegítimo y de estar sometido a la regla cisterciense, era elegido rey de Portugal por las Cortes de Coimbra, con el nombre de Juan I, exactamente el mismo que su rival castellano.
En agosto de ese mismo año, Juan I de Castilla, al frente de un poderoso ejército, entraba por segunda vez en Portugal con la intención de hacer valer su derecho al trono. Sin embargo, Juan de Avis logró reunir un ejército portugués que contaba con el apoyo de algunas tropas inglesas, sobre todo arqueros. El 14 de agosto de 1385 ambos ejércitos habrían de encontrarse frente a frente junto a la pequeña villa de Aljubarrota.
Aljubarrota constituye uno de los hitos más importantes de la historia peninsular, pero a pesar de las enormes consecuencias que acarreó la derrota de las armas castellanas a manos de los partidarios de Juan de Avis, la batalla fue extraordinariamente breve: Según refiere Pero López de Ayala, uno de los nobles castellanos que se batieron en esta jornada y cronista excepcional de la batalla, ésta tan sólo duró media hora. Los dos ejércitos se habían desplegado en las cercanías de Aljubarrota. Las tropas portuguesas y sus aliados ingleses ocuparon un lugar privilegiado desde donde esperaron el ataque castellano. Juan de Ría, camarero del rey de Francia y veterano en las guerras que éste mantuvo con Eduardo III y el Príncipe Negro, aconsejó a Juan I que esperara el ataque del enemigo, ya que la falta de provisiones les obligaba a tomar la iniciativa en el combate. Sin embargo, los nobles castellanos, sobre todo los más jóvenes, reaccionaron igual que sus camaradas franceses en Crécy y Poitiers, y juzgaron cobardía lo que era un sabio consejo. Esa opinión fue, sin embargo, la que prevaleció finalmente y las tropas castellanas iniciaron el ataque. La disposición del terreno impedía que las alas del ejército castellano acompañaran el avance de la vanguardia, así que ésta tuvo que combatir contra la delantera y alas de los portugueses sin el apoyo de sus alas mientras los arqueros ingleses no cesaban de hostigarlos por los flancos. Viendo la batalla perdida, la infantería portuguesa fiel a la reina, que el rey imprudentemente había dispuesto en la retaguardia, desertó en masa provocando el pánico entre los castellanos. En apenas media hora sucumbió en Aljubarrota la flor y nata de la caballería castellana y buena parte de los nobles portugueses que apoyaban la causa de la reina, y aun el mismo rey castellano estuvo a punto de morir allí mismo de no ser por la rápida intervención de sus fieles caballeros. López de Ayala enumera con emoción los nombres de los caídos, entre los que se contaban el hijo del marqués de Villena: el señor de Aguilar; Pedro Díaz, prior de San Juan; Diego Gómez Manrique, adelantado mayor de Castilla; Diego Gómez Sarmiento y Pedro González, mariscales de Castilla; Juan Fernández de Tovar, almirante de Castilla; Pedro González de Mendoza, mayordomo mayor del rey, y un largo etcétera en el que se incluye aquel Juan de Ría cuyo consejo en mala hora había desoído el monarca.



miércoles, 29 de agosto de 2012

SIETE NOVIAS PARA SIETE HERMANOS

Los hermanos Pontipee, viven en su granja, en plena montaña, alejados de la civilización. El mayor de ellos, Adam (Howard Keel) va al pueblo a cambiar sus mercancias por provisiones, pero además, decidido a encontrar una mujer con la que casarse y que les atienda a él y a sus hermanos.
La alegida para tan ingrata tarea es Milly (Jane Powell), con la que Adam contrae matrimonio, pero a la que no dice nada de lo que le espera a partir de entonces, algo de lo que se entera al llegar a la granja.
Milly, tras unos primeros instantes de tremenda decepción, decide hacer de tripas corazón y se propone "civilizar" a sus cuñados y llevarles a la fiesta de construcción del granero que preparan los del pueblo. Su propósito es que cada uno de ellos encuentre una joven con la que casarse.



Ya hemos comentado alguna vez que, en multitud de ocasiones, las películas musicales no tienen inconveniente alguno en huir de la realidad a cambio de hallar el entretenimiento.


Desde luego este es uno de esos casos. Nada más alejado de la realidad que este mundo de naturaleza idílica en el que siete brutos deciden seguir el ejemplo de los romanos cuando raptaron a las sabinas y llevarse a su granja a siete bellas y tiernas jóvenes para casarse con ellas.



Argumento irreal para una historia que, despojada de otros aditamentos, resulta incluso un tanto cursi.


Pero ahí radica parte del genio de Stanley Donen, el hombre capaz de convertir esta boutade en un entretenimiento al más esplendoroso estilo Hollywood.


Un argumento de lo más machista a primera vista, pero que el guión sabe atemperar con la acitud de Milly: "Trabajaré a tu lado, Adam, pero no pienso dormir a tu lado"
Otras cosas llaman también la atención, como el cambio de actitud de las raptadas, que primero desean ser liberadas, pero llegado el momento están encantadas con casarse con sus raptores. Pero eso es, repito, lo de menos, el guión no busca la credibilidad, sino que está al servicio del espectáculo.


Las luces de alarma de la censura americana, estaban encendidas y, de hecho, el realizador tuvo que introducir algún cambio con respecto a su idea original de titular al film "Una novia para siete hermanos" y claro, poligamia habemus.


Una verdadera joya del musical, un film que resulta agradable y simpático aún en el caso de que no te guste y una escena, la de la fiesta de construcción del granero, que es de lo mejorcito en la historia de los musicales cinematográficos.




martes, 28 de agosto de 2012

CUENTOS (EMILIA PARDO BAZÁN)

En nuestro país, el cuento no ha sido un género de los más afortunados, así que descubrir, a través de la lectura, esta parte tan importante en la obra de Emilia Pardo Bazán, ha sido todo un placer.
Los cuentos de Dª Emilia, fueron publicados, en su día, en diversos diarios y revistas de la época (Blanco y Negro, La Ilustración Española y Americana, El Imparcial...) y recogidos en varias colecciones bajos los títulos de "Cuentos de Marineda", "Cuentos de amor", "Cuentos sacroprofanos", "Cuentos de la tierra" (o "Cuentos del terruño"), "Cuentos antiguos" y "Cuentos de Navidad, Año Nuevo y Reyes"; todos ellos fáciles de leer y casi todos, totalmente vigentes, gracias al dominio de la técnica y a la capicidad para desentrañar la condición humana que tiene la autora. Junto a Galdós y Clarín representa la cúspide de la narrativa hispana del XIX. La Pardo Bazán conoció a Zola en París y trasladó a España ese naturalismo que representaban tanto él como los hermanos Goncourt o Daudet a quienes también conoció. En su tertulia se mantuvo en contacto con lo más granado de la intelectualidad patria: Rosalía de Catro, Blasco Ibáñez, Zorrilla, Menéndez y Pelayo, Unamuno, Castelar, Cánovas, Giner de los Ríos...
Ella consideraba los cuentos, algunas veces, superiores al género novelístico y reflejan historias observadas, narradas o vividas por terceras personas, siempre con gran realismo tanto en personajes como en las descripciones y con un mensaje moral que la autora no trata de inculcar, sino únicamente trasladar al lector. La crítica suele estar de acuerdo en que los cuentos son de lo mejorcito de la producción de Emilia Pardo Bazán, valientes, modernos y de impecable factura. Una lectura de lo más recomendable.



lunes, 27 de agosto de 2012

THE BAND WAGON

Tony Hunter (Fred Astaire) es un actor cinematográfico pasado de moda que viaja en tren hasta Nueva York, donde se encuentra con dos comediógrafos amigos, son el matrimonio formado por Lily y Lester Marton (Nanette Fabray y Oscar Levant), que le acucian para que haga teatro en Broadway.
Le presentan al destacado director y actor Jeffrey Cordova (Jack Buchanan) que está dispuesto a buscar la financión adecuada y dispuesto a que Hunter protagonice la obra, junto a la bailarina de orientación clásica Gabrielle Gerard (Cyd Charisse), para una producción que se vuelve más pretenciosa y rimbombante conforme el ego del director se interesa en ella.
Se estrena con un fracaso estrepitoso, pero los miembros de la compañía deciden remodelar la obra y presentarla en una gira por el país para acabar en Broadway, como el pasatiempo masivo que pretendían originalmente. De paso, el actor y la bailarina se enamoran.



Estrenada en España con el título de Melodias de Broadway 1955, seguramente no es la mejor película musical, pero sí que tiene unas connotaciones que la convierten en un título con especiales características, con una historia entrañable y una colección de números musicales sensacionales, magistralmente unidos por Vicente Minnelli.


Muchos críticos la sitúan, junto a Cantando bajo la lluvia, en el centro de la transición entre el musical clásico y los nuevos musicales que vendrían a partir de los 50. Está claro que el género necesitaba una renovación y no sólo en los temas, en los argumentos o en la forma de enfocar los films, sino una renovación generacional. Esta circunstancia está muy bien representada por Fred Astaire que contaba aquí con 54 años.


El propio Minnelli decía que el argumento era endeble y sabemos que en los musicales, muchas veces, el argumento es lo de menos si las canciones son buenas. Pero yo creo que el director hacía poca justicia a su propio film, porque la historia que sirve de soporte al film, tiene más enjundia de la que en un principio pueda parecer. Es una película sobre el teatro de Nueva York, el mundo de Broadway y más que un film con buenos números (que lo es), resulta ser el espectáculo por antonomasia.


Algunos de los números musicales son fantásticos, como el Dancing in the dark, que era la escena favorita de baile de Cyd Charisse; o el Shine on your shoes, que Astaire baila con Leroy Daniels, un limpiabotas auténtico. Para el propio Minelli, era una de sus películas preferidas.
La presencia de Fred Astaire y Cyd Charisse (quizá la pareja de baile más elegante que ha habido en el cine), con el gran Oscar Levant como secundario de lujo; la música de Arthur Schwartz; el guión de Codem y Green (Cantando bajo la lluvia) y, por supuesto, la realización de Minnelli, son garantía de sobra para reconocer que nos encontramos ante un gran film.


La película, entre otras muchas escenas inolvidables y de gran calidad, tiene una canción realmente ilustre: That's entertaiment. ¿Que no recordáis cuál es?, pues ved el video y escuchad la canción, seguro que la reconocéis, apuesto lo que sea.




jueves, 23 de agosto de 2012

LA CRUZ Y LA ESPADA

El autor de esta novela, Eligio Ancona, fue un político y literato mexicano que vivió en el siglo XIX.
El libro está ambientado durante la conquista y colonización española de la península del Yucatán, primero por Francisco Hernández de Córdoba, que llega a Champotón en 1517, seguido por Juan de Grijalva, Gonzalo Guerrero y los Montejo (padre e hijo). La novela trata de reflejar la doble visión de los hechos, por un lado la de los Mayas, enfrentados en luchas internas por el poder y por otra la de los españoles que, a su vez, tiene una doble vertiente que queda reflejada en el título de la novela, la militar y la religiosa, no siempre bien avenidas. Los religiosos franciscanos, encargados de evangelizar a los pueblos descubiertos, a menudo tuvieron serios enfrentamientos con los soldados españoles y, por supuesto, con los propios indígenas.
La novela tiene un componente de intriga en los amoríos del protagonista, Benavides, con la hija de uno de los caciques locales, llamada Zuhuy Kak. Heredera en alguna medida de las novelas caballerescas y de capa y espada, el tal Benavides ha salido de España por pies tras una disputa a espada con el padre de su enamorada, Beatriz, hechos que también se narran en la novela.
Menos conocido que otros episodios de la conquista americana, sin embargo la conquista del Yucatán no deja de estar menos sembrada de aventuras y dificultades, de asombrosas peripecias que llenan de gloriosos recuerdos las hazañas sembradas por ambas partes contendientes.



miércoles, 22 de agosto de 2012

MÚSICA Y LÁGRIMAS

Película biográfica, o como ahora se dice, biopic, basado en la vida de Glenn Miller (James Stewart), una de las figuras fundamentales del swing y de ese llamado jazz blanco.
Desde sus difíciles inicios, en los que le vemos empeñando y desempeñando su trombón, hasta que logra el reconocimiento del público.
Antes habremos recorrido sus pasos como músico de orquestas varias; sus aspiraciones sobre su verdadera pasión: los arreglos musicales y la composición; su peculiar relación y posterior matrimonio con Helen Berger (June Allyson); la formación de su propia orquesta y su alistamiento para colaborar con las fuerzas aéreas norteamericanas durante la II Guerra Mundial.



Anthony Mann recorre la cronología del músico de una manera que podríamos llamar económica y sencilla, con un tono ligero y amable, adornado de un humor benévolo. Lo hace uniendo diversas anécdotas de cierta trascendencia en la vida de Miller de una manera ágil y, por más que pueda parecer esquemático y falto de profundidad a la hora de abordar de una manera más incisiva la importante figura como músico de Miller, eso le sirve para dotar al film de esa agilidad que mencionábamos.


Magnífica la fotografía en Technicolor de William H. Daniels y muy de agradecer las apariciones de algunos grandes músicos del momento: Louis Armstrong, Barney Bigard, Ben Pollack o Gene Krupa. Stewart, como siempre, dándole ese toque de humanidad a su personaje y muy bien en la réplica June Allyson. Por cierto, como autor de las adaptaciones musicales, encontramos a Henry Mancini, que había trabajado como pianista arreglista en la orquesta del propio Miller.


Como no podía ser menor, dado el tema que trata, clave el apartado musical. Los temas musicales están bien dosificados y siempre resulta un placer escuchar algunas de las composiciones inmortales de Miller (“Moonlight Serenade”, “Chattanooga Choo Choo”, “Pennsylvania 6-5000″...)


El film es muy agradable de ver, aunque para quien conozca la auténtica biografía de Glenn Miller le resultará muy poco realista. Su relación matrimonial no fue el camino de rosas que aquí se nos presenta. Incluso la versión sobre su muerte que aquí vemos y que se ajusta a la versión oficial, parece ser dudosa, pues aunque se comunicó a la opinión pública que el avión en el que volaba había desaparecido, los rumores apuntan a que Miller, que era un tanto mujeriego, murió de un infarto mientras estaba con una mujer que no era la suya, claro.
Quedémonos con sus canciones y con la brillante interpretación de Stewart en la memoria.




martes, 21 de agosto de 2012

CORAZÓN

Sin duda la obra más conocida y popular de Edmundo De Amicis, traducida a casi todos los idiomas y universalmente conocida.
Publicada en 1866, ha perdurado a través del tiempo, siendo un título obligado en cualquier colección de literatura infantil y juvenil.
Es el diario de un niño, Enrique que, en un tono moralizante y didáctico, va escribiendo lo que ve a su alrededor durante un curso escolar, detallando no sólo los grandes acontecimientos, sino los pequeños detalles que suceden en su escuela. Enrique y sus compañeros son la voz de los niños y los padres, la voz de los adultos, conservadora, pero también la que inculca en los jóvenes los sentimientos y valores que presidirán su vida y lo hacen desde el cariño y la disciplina.
En la obra se elogia el trabajo honrado y las virtudes cívicas y, sobre todo, el patriotismo y el respeto y la obediencia a los mayores, exaltando dos figuras sobre todas las demás, los padres y los maestros. Además del diario, hay una serie de relatos cortos salpicados por el texto que, bajo el título común de cuento mensual, son historias de pedagogía moral y amor a la nueva Italia que en aquellos momentos estaba naciendo, algunos de ellos muy conocidos: "El tamborcillo sardo", "Sangre romañola" o el universalmente recordado "De los Apeninos a los Andes".
Corazón es un libro ameno, de fácil lectura y comprensión, una obra educativa pero que mantiene el rasgo de ficción y estética capaz de hacerla verosímil y que sigue cautivando a lo largo de generaciones.



lunes, 20 de agosto de 2012

LOS CABALLEROS LAS PREFIEREN RUBIAS

Dorothy Shaw (Jane Russell) y Lorelei Lee (Marilyn Monroe), son dos amigas que trabajan como cantantes y bailarinas en un espectáculo musical. Uno de sus objetivos es encontrar pareja para contraer matrimonio, Dorothy sueña con casarse por amor y Lorelei es más pragmática y le gustaría cazar a un hombre con un buen talonario, para ella, quien tiene que preocuparse por el dinero no tiene tiempo para ser feliz, mientras que si tienes tus necesidades económicas cubiertas, puedes dedicarte de lleno al placer.
Lorelei va a casarse con Gus Esmond (Tommy Noonan) un rico heredero y pretenden hacerlo en Europa. Mientras Gus espera el permiso de su padre para llevar adelante sus planes matrimoniales, las dos amigas embarcan con destino a Francia. Lo que no saben es que el padre de Gus ha contratado a un detective privado para que siga todos los pasos de Lorelei durante la larga travesía transatlántica, con la esperanza de poder desacreditarla e impedir su matrimonio con Gus.




El guión toma como base un exitoso musical de Broadway que, a su vez, está inspirado en una serie de tiras cómicas que se publicaban en la revista de moda femenina Harper’s Bazar. La autora era Anita Loos y la popularidad de la misma hizo que se decidiera a escribir una novela con los personajes de la tira cómica y así en 1925 se publicó “Gentlemen prefer blondes: The illuminating diary of a professional lady” que fue muy bien recibida por el público, vendiendo un millón de ejemplares y traduciéndose a 14 idiomas.


La historia (en la novela, no en la peli, en la que sufre algunas variaciones) la protagoniza una rubia explosiva llamada Lorelei Lee que escribe -con bastantes faltas de ortografía- sus experiencias en un diario, contándonos su amistad con su amiga Dorothy y anécdotas de cuando van de compras, o la gente que conocen en sus viajes por Europa, donde llegan a coincidir con el prestigioso doctor Froyd (alusión a Sigmund Freud), entre otros muchos famosos y al final nuestra rubia protagonista, termina casándose con un millonario.
Aunque Anita Loos planeaba retirarse tras la publicación de la novela, como había prometido escribir una secuela, siguieron publicándose tiras cómicas de los personajes, que aunque atribuidas a Anita Loos, muchos consideran que realmente fueron escritas por Virginia Huguet y Phil Cook. Finalmente Anita Loos cumplió lo prometido y en 1927, a los dos años de la primera novela, publicó la segunda parte titulada “But gentlemen marry brunettes” ("Pero los caballeros se casan con las morenas"), en la que Lorelei nos contaba la vida de Dorothy y su carrera hasta actuar en los Zigfield Follies, donde terminó casándose con un saxofonista y que no tuvo el éxito de la precedente.


La versión cinematográfica del musical es este film dirigido por el maestro Howard Hawks, sin duda un genio de la comedia.


En el reparto contó con la única y perfecta Lorelei Lee, Marilyn Monroe, que nunca lució tan ingenua, inteligente y espectacularmente sexy, acompañada de una impactante Jane Russell como Dorothy, que ejercía de contrapunto perfecto, además reunió todo un reparto extraordinario de secundarios que la hicieron funcionar con una maestría absoluta.
El éxito de público tras su estreno fue inmediato. A raíz de esa notoriedad, se intentó repetir el éxito filmando una segunda parte que se título Los caballeros se casan con las morenas, que tomaba el título de la continuación de la novela original de Anita Loos, pero no tenía nada que ver con lo escrito por la autora, ya que aquí la historia se centraba en las correrías de Bonnie y Connie, las dos hijas de Dorothy, interpretadas por Jane Russell y Jeanne Crain que cansadas de sus pocas expectativas como coristas de Broadway deciden dejarlo todo y embarcarse a Paris en busca del verdadero amor.


La película no pretende tener ninguna relación con la realidad, conforme a las ideas de Haws que siempre consideró que la comedia debía ser puro entretenimiento sin que tuviera porqué resultar verosímil. Las situaciones desprenden un agudo sentido del humor, consiguiendo una obra, por encima de cualquier otra consideración, muy divertida, sirviéndose, en ocasiones, de la ironía, con chocantes ocurrencias y algunos buenos gags.
Las coreografías no son nada del otro mundo, basando la fuerza de las interpretaciones musicales en la presencia de las dos actrices protagonistas.


Una muestra de cómo ser claro y picante en materia sexual sin rozar en ningún momento la grosería.
Sin duda uno de los grandes éxitos de Marilyn, con una Jane Russell no menos deslumbrante hasta dejar fascinada a la cámara y a todos nosotros.
Y esa mítica escena de la Monroe cantando "Diamons are a girl’s best friend" embutida en el vestido fucsia.




viernes, 17 de agosto de 2012

HOLLYWOOD


Que la vida está plagada de hechos que, por pura casualidad, influyen unos en otros, es algo que sabemos todos por propia experiencia. Hoy hablamos de una de esas historias que va dando paso a unas situaciones que, a su vez, conducen a otras y así hasta que, al final, se produce algo que perdura en el tiempo y que se ha consolidado, pues eso, por pura casualidad.
Thomas Alba Edison fue autor de unos cuantos descubrimientos e invenciones, entre ellos la película de celuloide y cobraba a productores y exhibidores de películas una cantidad por el uso del producto que tenía patentado, aunque la fabricaba Eastman, que vendía película virgen a quien quería comprarla.
El caso que es que Edison comenzó una auténtica batalla legal contra los productores y las salas de exhibición a lo largo de toda la costa este de EE.UU. Un grupo de personas, llamados "Los independientes", que rodaban películas casi como delincuentes, en graneros o en cualquier lugar que les ocultara de la vista de los depredadores de Edison, comenzaron a buscar lugares donde poder rodar sus filmes con mayor libertad y donde se les ofreciera la posibilidad de rodar exteriores en cualquier momento. En su devenir, fueron a parar a la costa oeste, un lugar alejado de los lugares más civilizados del este, con buen clima, mucho sol (tengamos en cuenta que entonces las películas dependían mucho de la luz natural) y cerca de México, por si había que salir por pies huyendo de los sabuesos de Edison. Entre los nombres de estas personas que formaban aquel grupito de gente, encontramos a muchos de los pioneros del cine americano: Adolfo Zukor (el futuro dueño de la Paramount), Carl Laemmle (padre de la Universal), Wilhelm Fuchs (más conocido como William Fox, que fundaría los estudios Fox), los hermanos Warner (Harry, Jack, Albert y Sam, fundadores de la Warner Bros.), Marcus Loew y Samuel Goldfish (conocido como Samuel Goldwyn, junto con el anterior, fundadores de la Metro). El ejemplo fue seguido por otros productores que fueron reuniéndose en los Angeles, especialmente en un lugar llamado Hollywood, punto neurálgico de los antiguos indios Cahuenga y Cherokee. Este lugar fue bautizado en 1857 con ese nombre por la esposa de un granjero, que significa: “Bosque de acebos”.
En aquellos años, nadie imaginaba que en ese lugar, se construiría una de las grandes industrias del entretenimiento de la humanidad. Una verdadera fábrica de sueños, estrellas y dinero.



miércoles, 15 de agosto de 2012

CANTANDO BAJO LA LLUVIA

Don Lockwood (Gene Kelly) y Lina Lamont (Jean Hagen) son la pareja de más éxito en el cine, adorados por el público, y obligados a fingir ser pareja en la vida real, como parte de una estrategia publicitaria. Sin embargo, durante la presentación de una de sus películas, Lockwood conoce a Kathy Selden (Debbie Reynolds), corista de un grupo de baile.
El lanzamiento de la película sonora “El cantor de Jazz”, de la Warner Brothers obliga a las demás productoras a realizar filmes con las mismas características. La compañía Monumental, para la cual trabajan Donnie Lockwood, su amigo Cosmo Brown (Donald O'Connor) y Lina Lamont se enfrenta a graves problemas al intentar grabar con sonido su famosa película “El caballero duelista”, pues la voz de Lina no es la adecuada, y todos los actores demuestran poca capacidad para el uso de los micrófonos, por lo que el preestreno resulta un fracaso. Para salvar la producción, deciden convertirla en un musical, contando con que la voz de Lina sea doblada por Kathy, a quien desean convertir, tras esa primera experiencia, en una gran actriz cinematográfica.


Siendo realistas, la historia que se nos cuenta, deja bastante que desear, plagada de tópicos, para que al final todos nos pongamos de parte de la chica angelical y aborrezcamos a la guapa y tonta rubia que, además, es una mala persona. Algunos de los números musicales están metidos de cualquier manera y las escenas de humor, no llegar a tomar cuerpo, no se les llega a sacar el partido que podrían haber tenido.


Dejando eso a un lado, lo que también está claro es que nos hallamos ante uno de los musicales más conocidos y míticos que podamos encontrar en la historia del cine. Las coreografías, las canciones, los decorados... son excepcionales. La famosa escena que da título al film; el número llamado "Broadway melody", en el que Kelly baila con Cid Charisse; o la fabulosa y divertida interpretación de Donald O'Connor en "Make'em Laugh", son de una calidad única.


Las otras dos estrellas del reparto no se quedan atrás, encomiables los esfuerzos que hubo de realizar Debbie Reynolds para conseguir no desentonar demasiado en los números de baile y una maravillosa interpretación de Jean Hagen en un papel nada sencillo que ella saca adelante a la perfección.


La realización de Kelly y Stanley Donen es muy moderna, yo creo que ese es uno de los motivos de que la peli no fuera tan apreciada en su momento como lo fue años después y continua siéndolo en la actualidad. Cargada de guiños cinéfilos, no sólo por su explícita referencia a la transición del mudo al sonoro, sino por cómo nos muestra los problemas surgidos, que pueden parecer exagerados vistos ahora, pero lo cierto es que la llegada del sonido supuso el fin de la carrera de una nada desdeñable lista de actores y actrices y de otras gentes que formaban parte del entramado cinematográfico y no supieron o no pudieron adaptarse. Vemos también en una de las escenas, un delicioso desfile por los platós en los que se están rodando varias películas y otras muchas referencias a las estrategias de propaganda, a la vanidad de las estrellas...


El film tiene, por derecho propio, un lugar destacado en el firmamento del celuloide y si alguien nos dice "Cantando bajo la lluvia", a nuestra mente acude, de manera invariable, Gene Kelly chapoteando en los charcos y con un paraguas como pareja de baile, en una de las escenas que mejor ha sabido transmitir ese estado de arrobamiento del enamorado que flota en su mundo y a quién todo, hasta la lluvia que le empapa, le parece maravilloso.




martes, 14 de agosto de 2012

ANTONIO Y CLEOPATRA (ADRIAN GOLDSWORTHY)

Tanto se ha escrito, sobre todo de la reina, que no parece probable que quedara nada por decir. Sin embargo, Adrian Goldsworthy, se atreve con el desafío de aportar su visión sobre la intensa y dramática historia de ambos personajes. En el estudio de Roma, se suele pasar de César a Octavio Augusto, dando un salto en el tiempo y obviando el periodo entre el 44 y el 31 a.C., cuando el poder de Marco Antonio creció hasta alcanzar su punto culminante. A la hora de acercarse a los personajes, el autor trata, en la medida de lo posible, de huir de los pensamientos preconcebidos y aunque, lógicamente, acude a las fuentes que tenemos y que son las que hay, procura sacar sus propias conclusiones y leer entre líneas, algo que los historiadores saben que es necesario hacer para tener una idea más aproximada de la realidad, pues siempre se ha dicho (y es cierto) que la Historia la escriben los vencedores, al menos así era y de manera muy acusada en aquellos pretéritos tiempos, en los que la corte de aduladores, por un lado y de supervivientes que debían procurar no enemistarse con el vencedor, por otro, escribían pensando más en las consecuencias que en la verdad de los hechos. Partimos pues de la base de que las fuentes más cercanas a los hechos, se deben a la pluma de autores que escriben bajo el mandato de Octavio y damos por supuesto que siempre habrá un componente de propaganda, incluso instigada por el propio emperador, que desvirtúa los acontecimientos exagerando unas cosas y silenciando otras. Todo esto lo tiene presente Goldsworthy a la hora de dibujar los retratos de los personajes. Un Marco Antonio que no demostró demasiada inteligencia y que si cae simpático es por pura contraposición con la repulsa que puede despertar Octavio. Por contra, Cleopatra, se nos muestra como culta y despierta, pero su inteligencia sigue siendo inasible. Para que nos hagamos una idea de la distancia que puede haber entre la realidad y lo que la gente común conoce de la reina, el autor nos dice que muchas veces lo que nos llega es como si vistiéramos a la actual reina de Inglaterra como si fuera Boudica. Casi todos los biógrafos recientes se inclinan por señalar que Cleopatra estaba educada en la cultura griega, no en vano su dinastía (los Ptolomeos), se consideraban descendientes de Alejandro Magno y llevaban a gala su ascendencia macedonia. De hecho, Cleopatra fue la primera de su dinastía que hablaba egipcio (uno de los nueve idiomas que se dice dominaba). Eso sí, retratándola tal cual nos resulta cotidiano verla, se refuerza el fuerte contraste entre Roma y Egipto. Los egipcios se consideraban a sí mismos como el centro del mundo, algo lógico si pensamos que cuando nació Cleopatra, Egipto ya era antiguo, tan antiguo que, de hecho, la reina está más cercana de nosotros mismos que de la época en la que se construyeron las grandes pirámides. Esta antigüedad fascinaba en cierto modo a los romanos, algo de eso debió ocurrir con César primero y con Marco Antonio después, cuando visitaron Alejandría, que por otro lado era una ciudad moderna comparada con el resto del país, pero de una grandeza inusitada si se la comparaba, por ejemplo, con la misma Roma. El libro nos desgrana los antecedentes familiares de uno y otra. La grandeza de la familia de Cleopatra, pero su dependencia casi total de la protección de Roma y el verse obligados a estar a bien a cualquier precio con los nuevos amos del mundo, incluso para sobrevivir, dado lo aficionados que eran los Ptolomeos a eliminarse entre ellos mismos. Por otro lado está Antonio, con una familia de gran nombre en Roma, pero con deudas astronómicas. Consigue remontar algo el vuelo cuando sirve a las órdenes de César, a quien interesaba tener junto a él a miembros de familias de renombre. Se da por sentado que este fue el principal motivo para tener cerca a Marco Antonio. Su única batalla importante (diga lo que diga Shakespeare) en esta época, fue Alesia y siempre bajo el mando de otro. Su trayectoria política y militar era aceptable, pero no estaba fuera de lo común. Cleopatra, por su parte, en el año 51 a.C., al morir su padre y con tan sólo 18 años, ya era reina. Combinaba su belleza (es posible que no fuera especialmente bella) con ingenio, elegancia, encanto y una personalidad interesante. Además, la exuberancia que la rodeaba aumentaba aún más esos encantos. De cualquier manera, sobre su aspecto, todo son conjeturas. Tras repasar la trayectoria de esos años, con Marco Antonio transitando por diversos puestos (augur, tribuno de la plebe…) y exhibiendo su poder con impudicia, paseándose por Roma junto a su amante; mientras Cleopatra se encuentra exiliada de Egipto, reuniendo un ejército para intentar recuperar el trono, tiene lugar la famosa batalla de Farsalia, donde Antonio mandó el ala izquierda, un puesto de honor, si bien es cierto que los movimientos decisivos se hicieron en el flanco opuesto bajo la supervisión de César. Esta es precisamente la época en la que César y Cleopatra son amantes, relación de la que tendrán un hijo jamás reconocido por el romano. Se produce la visita de la egipcia a la capital del Imperio y el Senado la confirma como reina. Como no podía ser de otro modo, César es la figura central en la parte del libro que trata estos años, hasta su asesinato. A continuación se repasan detenidamente los acontecimientos que rodean al recién formado triunvirato a raíz de la Lex Titia, las proscripciones, la muerte de Cicerón, la batalla de Filipos en la que Octavio y Marco Antonio (sobre todo este, pues aquel estaba enfermo) vencen a Bruto y Casio y el encuentro en Tarso de Cleopatra y Marco Antonio, que debió estar rodeado de teatralidad, algo que debió meditar mucho Cleopatra para impresionar a Marco Antonio y, por lo que sabemos, lo logró. La estrella de Antonio comienza a declinar, primero con la guerra contra los Partos, que acabó en fracaso y retirada y más adelante con las llamadas «Donaciones», especie de concesiones que hacía a Cleopatra y sus hijos y supusieron un gran desprestigio para él en Roma, al tiempo que proporcionaron a Octavio munición de primera clase. Para un romano tener muchas amantes era malo, pero tener una sola y parecer dominado por ella, peor aún, que para colmo fuera extranjera y de estirpe regia, era inexcusable. Así que Octavio desplegó toda una campaña para presentar a Cleopatra como un peligro para Roma, haciendo ver a la vez que la guerra que preparaba no era contra un romano (Marco Antonio), sino contra una reina extranjera. En esto fue muy hábil. Si a ello unimos que en la decisiva batalla de Accio tuvo la suficiente inteligencia como para dejar el mando de las operaciones navales a su fiel amigo Agripa, uno de los mejores almirantes que jamás tuvo Roma y que Marco Antonio no demostró el arrojo y las dotes militares que se le suponen a un senador romano, perdiendo la «virtus» cuando dejó poco menos que abandonado a su ejército, parece claro que los días de Antonio estaban contados. El desenlace de esta historia, una vez más ha sido dramatizado por la historia de una manera que no siempre responde a lo que pudo ocurrir. Se sabe que se suicidaron, no están nada claros los detalles, pero sí que este dramático final es lo que abona la fascinación que ha persistido hasta nuestros días. El libro profundiza en la idea de la poca capacidad como general de Antonio, a pesar de su imagen pública, contó con inmensos recursos de hombres y no supo utilizarlos y seguramente Cleopatra no fue la causa de su debilidad, sino más bien fuente de las pocas fuerzas que le quedaban. Cleopatra era, según piensa el autor, más inteligente que Marco Antonio y, seguramente, mucho más culta. El libro centra la atención en el aspecto histórico de la relación de ambos, en lo que se sabe y en lo que puede adivinarse. Antonio y Cleopatra no tuvieron vidas tranquilas, y en su relación hubo pasión, pero también ambición, orgullo, crueldad, dureza, celos, engaño, violencia y un componente político que no cabe olvidar. No es el libro definitivo, seguramente ningún libro lo es para ninguna historia, siempre quedan cosas por desentrañar y puntos de vista que aportar. Creo que tampoco hace aportaciones novedosas y que algunos historiadores modernos ya han apuntado todo lo que aquí se recoge. Es una obra dirigida al gran público. También al aficionado a la historia, pero sobre todo al gran público. Esto no es ninguna crítica negativa, todo lo contrario, es una aclaración. Se lee con gusto y quien no conozca los detalles de esta convulsa época de la historia de Roma, asistirá a la lucha por el poder que se sostuvo al final de la República y al nacimiento del Imperio. Quien ya conozca con detalle todas estas cosas, creo que no va a encontrar nada nuevo, pero al menos no nos encontramos con elucubraciones sobre cosas que no se saben, en ese aspecto, el autor ha actuado con la máxima honestidad.

Esta reseña se publicó, en su día, en HISLIBRIS.


lunes, 13 de agosto de 2012

UN AMERICANO EN PARÍS



Jerry Mulligan (Gene Kelly) es un artista americano que vive en París y quiere abrirse paso en el difícil camino de la pintura, se ha quedado en la ciudad tras el armisticio de la II Gran Guerra, pues considera, como otros muchos, que París es el lugar ideal para alentar a la inspiración a que te haga una visita.
Una adinerada mujer llamada Milo Roberts (Nina Foch) le convierte en su protegido y, a través de sus contactos, pretende hacerle triunfar como artista, aunque realmente, aspira a algo más. Sin embargo, el corazón de Jerry lo ha ganado una joven huérfana a la que ha conocido hace poco, Lise Bouvier (Leslie Caron).
Un problema enreda el asunto, Jerry descubre que el novio de Lise es un conocido cantante, Henri Baurel (Georges Guétary), con quien le unen ciertos lazos de amistad.

 

Gene Kelly y Vicente Minnelli tenían in mente rodar en París, pero aquello suponía, a los ojos de la productora, un gasto impensable, así que solamente dos tomas de la ciudad aparecen en el film y en ninguna de ellas figura ninguno de los intérpretes de la película.


Así que se pusieron manos a la obra y se construyeron nada menos que 44 decorados en estudio donde trataron de recrear el encanto de la Rive Gauche, Montmartre, los cafés parisinos... No es lo mismo, claro, pero el esfuerzo fue notable y el resultado digno de encomio.


La película obtuvo siete Oscar, no entraremos aquí en la controversia de si otros films los merecían más o no, ya sabemos que la Academia de Hollywood tiene unos parámetros un tanto sui géneris, pero es evidente que tal cosecha de estatuillas es para tener en cuenta y pensar que algo tendrá el film.


Está considerada como una de las joyas del cine musical, dicho lo cual y sin que sea yo el que venga a poner peros a tal consideración, sino todo lo contrario, he de decir que para mi gusto particular, la primera parte del film es mucho mejor que la parte final, al menos a mí me gustó más, me resultó mucho más entretenida y me parece que ese arte para saber mezclar la historia que desarrolla el film con los números musicales, está mucho más lograda.


Conforme nos acercamos a la conclusión, el musical toma preponderancia sobre todo lo demás, en algunos momentos llega a hacerse algo pesada, como la escena en la que el pianista imagina un concierto suyo y quizá con algo menos de metraje, hubiera ganado en agilidad.


No obstante, aunque para los que no son muy aficionados a este tipo de films, les pueda resultar un tanto aburrida, hay que destacar la escena final (bueno, del casi final), esos 17 minutos en los que se mezclan las notas de la suite sinfónica de Gershwin (el hombre a quien Ravel se negó a dar clases con un argumento de peso: ¿Para que quiere ser un Ravel de segunda, cuando puede ser un Gershwin de primera?), con los impresionantes decorados, el espléndido ballet y el talento de un Kelly en plena forma.


Leslie Caron, quien junto a Nina Foch da la réplica femenina al protagonista, aporta esa belleza angelical tan suya, pero la verdad es que su actuación no tiene gancho, falta de expresividad y como asustada en este su debut cinematográfico.


Muy interesantes y muy logradas las escenas de presentación de los personajes, incluídas las que se refieren a una multifacética Leslie Caron, llenas de imaginación y con mucho encanto. Me gustó mucho también el número en el que Kelly interpreta con los niños "I got rythm", quizá de lo mejor de la peli.


En definitiva, una peli entretenida, con unos números musicales interpretados de manera impecable, escenarios extraordinarios y una partitura maravillosa en uno de los títulos clásicos del género.