Cuatro historias que ilustran cómo el odio y la intolerancia se han enfrentado al amor y la caridad: En la antigua Babilonia, una joven se ve envuelta en la rivalidad religiosa que lleva a la caída de la ciudad. En Judea, los fariseos hipócritas condenan a Jesucristo. En el París de 1572, ignorantes de la inminente masacre del Día de San Bartolomé, dos jóvenes hugonotes se preparan para el matrimonio. En la Norteamérica moderna, los reformadores sociales destruyen la vida de una joven y su amado, acusado injustamente de la muerte de su antiguo patrón y condenado a la horca.
Tras el estreno de El nacimiento de una nación, Griffith fue acusado de racista y reaccionario. Su inmediata respuesta fue la puesta en marcha del rodaje de esta película, una gran superproducción en la que el realizador norteamericano contó con gran presupuesto y absoluta libertad que se tradujeron en impresionantes decorados, fastuoso vestuario y el empleo de miles de extras.
La historia referida a Babilonia se come en parte al resto por la grandiosidad de medios empleados y lo fastuoso de su puesta en escena.
Griffith hace gala de un absoluto dominio de la técnica empleando recursos que es cierto que ya habían sido utilizados, pero él lo hace con absoluta maestría, recurriendo a un montaje en paralelo de las cuatro historias muy acertado, acelerando el mismo en la parte final con lo que logra aumentar la tensión narrativa, logrando transmitir los sentimientos que pretende.
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