LA CAZA

 

Tres amigos y el cuñado de uno de ellos, van de caza a un coto que fue escenario de una batalla durante la Guerra Civil. Alguno está atravesando momentos difíciles, separaciones, problemas con el alcohol, dificultades económicas... De modo que lo que iba a ser una tranquila jornada de caza se convierte en un enfrentamiento entre ellos.

Acogida con indiferencia en España (cuenta Saura que, en el pase de prensa, uno de los periodistas, del que se reserva el nombre, le dijo algo así, como "vaya mierda de película que has hecho"), sin embargo, el film marca un hito (no se si grande o pequeño, eso va en gustos) en el panorama cinematográfico nacional. Hecha con cuatro perras, un elenco reducido y muchos conejos, el realizador aragonés consigue una película de esas que cuando la ves, sabes que estás presenciando algo diferente, un film distinto en el que se dan los factores que hacen entrar una película en la historia. Premiada en Berlín con el Oso de Plata a la mejor dirección, es sin duda, una de esas películas que se pueden incluír con todo merecimiento en cualquier top ten de filmes españoles.

Algunos no se explican cómo la película, con una fuerte carga ideológica y el trasfondo de las dos españas, pudo sortear la censura. La respuesta la da el propio Saura: Sin autocensurarnos, sabíamos "hasta dónde podíamos llegar, no éramos tontos". Y cuenta la definitiva influencia que tuvo un personaje que resulta clave: "Lo que sucedió, y es curioso, es que había un censor que se llamaba Marcelo Arroita-Jáuregui, que era falangista. Amaba el cine de verdad y estaba entusiasmado con La Caza. La defendió a muerte y la salvó". Arroita, secretario de la Censura siendo ministro Manuel Fraga, fue un personaje curioso que hasta trabajó como actor en alguna película del transgresor Jess Franco y en la película Calle Mayor, se puede ver su nombre en los títulos de crédito, como auxiliar de dirección.

La película tiene muchas cosas para comentar, estudiar y deleitarse. La mezcla de secuencias con gran profundidad de campo con esas otras en que los primerísimos planos llenan la pantalla; la conversión del paisaje, agobiante, seco, asfixiante, en un personaje más; las magníficas actuaciones, incluídas las escuetas interpretaciones de Fernando Sánchez Polack y de Violeta García (tierna, encantadora y con un punto de sensualidad) y, por supuesto, de los cuatro protagonistas (que, por cierto, vocalizan a la perfección y se les entiende cuando hablan); el perfecto acompañamiento musical y el mensaje subliminal que contiene, transmitido de manera inteligente. En definitiva, una de esas películas que se suelen calificar de imprescindibles cuando uno quiere hacer un recorrido por la historia del cine español y que, aunque a alguno le pueda parecer exagerado, está a la altura de los mejores films de la cinematografía, comparable con las obras señeras de Bardem, Buñuel o Berlanga.