jueves, 22 de julio de 2021

CAUDILLO

 


Trabajo de montaje imaginativo en forma de collage sobre el dictador español Francisco Franco realizado en el más estricto secreto. Con este objetivo, el cineasta y su equipo iniciaron una búsqueda de imágenes y sonidos de archivo que recrean, en orden cronológico, la proclamación de la segunda república, el golpe militar y la guerra civil española.


Mientras que en Canciones para después de una guerra Martín Patino pudo utilizar abiertamente los archivos y los recursos necesarios sin ningún tipo de problemas, al afrontar su nueva película no le era posible servirse de ese tipo de materiales, ya que procedía desde la clandestinidad. "Canciones...", que había superado la censura y recibido ayudas oficiales, fue motivo de una campaña en contra que acabó en el despacho de Luis Carrero Blanco que ordenó destruír la película (afortunadamente Basilio había guardado el original, aunque la película no fue estrenada hasta octubre de 1976). Así que el realizador salmantino decidió que la censura no existía y trabajó de forma clandestina en sus dos siguientes proyectos ("Queridísimos verdugos" y esta que hoy comentamos).
Martín Patino siempre ha dicho que sus trabajos no son documentales, sino que él alteraba lo que tenía entre manos en la moviola mediante el montaje, a veces dándole otro sentido diferente para hacer lo que él quería hacer y transmitir la realidad que él se imaginaba. "Me lo he pasado bien haciendo mis cosas, haciéndolas a mi aire”, dijo en alguna ocasión.


Y así nació esta película, como un gesto de rebeldía contra la dictadura, con una visión diferente de la figura de Franco a la que había fabricado el régimen, pero sin caer en el panfleto, algo que no deseaba, no quería "hacer un No-Do al revés", señaló, sino una propuesta que llevara a la gente a pensar en libertad sobre la figura del Caudillo y que cada cual sacara sus conclusiones. También desde algunos sectores, motivó ciertos reproches en el sentido de que se había limitado la presencia de Franco a la guerra civil, sin dar paso a los desmanes practicados durante la posguerra. Y, en realidad, esa etapa iba a ser el contenido de la segunda parte de la película, en la que Basilio ya había comenzado a trabajar. Pero cuando se hallaba en esa tarea, Franco murió, y el realizador se levantó de la mesa de montaje: “Muerto Franco, se acabó la rabia”, comentaba con sorna, porque a ese verso libre que siempre fue Martín Patino, ya no le interesaba aquel personaje muerto, sino seguir haciendo su cine lejos de motivaciones oportunistas y mucho menos, comerciales.




4 comentarios:

  1. El mérito de Martín Patino radica en haber hecho una gran película a partir de un personaje infame.

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  2. Hola Trecce!
    A diferencia de "Franco, ese hombre" esta si que la he visto en mas de una ocasión. La obra de Martin Patino me interesa, "Queridísimos verdugos" provoca escalofrios...
    Saludos!

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