En un pequeño pueblo meridional francés, Daniel (Martin Loeb), un muchacho que está entrando en la adolescencia, vive feliz con su abuela. Pero se ha de mudar a Narbona con su madre y el novio de ella, José Ramos (Dionys Mascolo), un trabajador agrícola español. A Daniel le gustaría seguir estudiando, pero su madre, una costurera que vive en un pequeño apartamento, no puede permitirse pagar sus estudios y lo envía a trabajar como aprendiz en un taller de reparación de ciclomotores. Daniel pasa el tiempo en el taller y aprende sobre las chicas gracias a los otros chicos del barrio. Cuando vuelve a visitar a su abuela el año siguiente, es evidente que ha crecido más rápido que sus viejos amigos.
La película muestra los pequeños acontecimientos en la vida del protagonista, tanto en en el pueblo, como en la ciudad de provincias.
Aunque es cierto que la película de Jean Eustache gira en torno al despertar sexual de la adolescencia, algo que hace sin demasiado morbo y sin escenas que pudiéramos considerar escabrosas y menos vistas con los ojos de hoy, la película es más un relato costumbrista de una cierta realidad social de la época que retrata, con jóvenes que empiezan a trabajar de manera precaria, como aprendices, se decía, cuando muchas veces lo que hacían era manejar la escoba, realizar recados o una mera labor de vigilancia cuando el dueño se ausentaba del negocio y todo a cambio de las propinas que pudieran recibir.
El film nos ofrece una visión de lo que era la vida en las capitales de provincia, con algunas situaciones no tan distintas de lo que se podía ver en España, como esos paseos por el boulevard o la calle principal que servían como lugar de encuentro y chismorreo, para lucir palmito o para intercambiar guiños entre los más jóvenes. Vemos a los niños jugando en la calle o a los jovenzuelos en la terraza del bar alrededor de una cerveza y fumando cuando apenas tienen edad para afeitarse.
Eustache rinde su particular homenaje al cine, lugar propicio para pequeños e inocentes escarceos amorosos como el que vive el protagonista en el "gallinero" de la sala de proyecciones mientras en pantalla vemos imágenes de "Pandora y el holandés errante", la película rodada en Tossa de Mar y protagonizada por Ava Gardner y James Mason.
Tiempos recientes, pero que parecen muy, muy lejanos, cuando en cualquier ciudad mediana o pequeña había dos o tres salas de cine y hoy, incluso en alguna capital, se han quedado sin ninguna.
Parece interesante, siempre me han gustado las historias que se entretienen en narrar las cosas sencillas de la vida
ResponderEliminarEsta lo hace y pienso que con cierta destreza.
EliminarMe gusta el cine costumbrista. Un beso
ResponderEliminarEs un retrato de una época bien reciente.
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