SCORPIO

 

La CIA empieza a sospechar que el experto agente Cross (Burt Lancaster) es, en realidad, un traidor que trabaja para el KGB. Se decide, entonces, eliminarlo, para lo que la agencia contrata a un joven asesino francés, Jean Laurier, de nombre clave Scorpio (Alain Delon), que ha trabajado como agente independiente junto a Cross en alguna ocasión. Pero el plan no se lleva a efecto porque Scorpio no está conforme con el precio fijado, hasta que suben la oferta y acepta el encargo. Al enterarse, Cross trata de huir utilizando una red de personas que presume leales, entre las cuales hay algún antiguo adversario. Se inicia así una frenética caza humana.

Ambientada en plena Guerra Fría, la película retrata un mundo de lealtades antiguas (quienes ayudan a Cross son antiguos combatientes antifascistas, algunos de ellos veteranos de la guerra de España) y de dobleces modernas, un mundo cambiante en que los viejos agentes, con su propio código de honor que les llevaba a tener respeto por el rival cuando éste se lo ganaba sobre el terreno, están siendo sustituídos por jóvenes cada vez más especializados, expertos en las nacientes nuevas tecnologías, que actúan como autómatas siguiendo órdenes e incapaces de tomar iniciativas. 

Dos grandes de la pantalla al frente de un reparto que cumple bien, con un Delon en la cima de su carrera y Lancaster demostrando que, a sus sesenta años, se hallaba en plena forma física, protagonizando una larga persecución en la que no faltan arriesgados saltos y peligrosas caídas, muchas de las cuales rodó sin doble, recordándonos que un día fue El temible burlón o que protagonizó El halcón y la flecha, con aquellas acrobacias imposibles tan llamativas, sobre todo para un entregado público joven.

Una magnífica película de espías lamentablemente olvidada, cuando tiene todos los ingredientes para resultar de lo más entretenida y atractiva de ver.