Brooklyn, verano de 1987. Algunas de las solitarias personas, cuyas vidas parecen marcadas por el azar, que frecuentan el estanco de Auggie Wren (Harvey Keitel), un hombre que guarda en su pasado algunos secretos de los que no está del todo orgulloso, le confían sus problemas. La rocambolesca historia de cómo consiguió su cámara fotográfica y de por qué se decidió a elaborar su singular colección de fotografías le dará por fin un argumento a Paul Benjamin (William Hurt), un prestigioso novelista que atraviesa una crisis y trata de recomponer su vida tras la muerte de su esposa por culpa de una bala perdida en un atraco. Por su parte, Paul ayudará a Rashid (Harold Perrineaud Jr.), un adolescente negro bastante desorientado que busca a su padre que le abandonó cuando sólo era un niño; ese padre es Cyrus Cole (Forest Whitaker), que vive la amputación de su brazo izquierdo como un castigo divino.
Dirigida por Wayne Wang, el guión es de Paul Auster (Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006), en realidad, aunque no figure en los créditos como tal, también co-director del film.
Diálogos, personajes y maravillosas actuaciones, esa es la base de esta película que no tiene grandes tomas, ni un escenario espectacular. El día a día de personas corrientes en las que podemos reconocernos o reconocer a cualquiera de quienes nos rodean, gente sencilla con problemas y vidas sencillas o no, pero en cualquier caso, como las del común de la gente anónima que puebla cualquier ciudad.
El azar y la contingencia suponen una constante en la literatura de Paul Auster, cuyo influjo se nota a lo largo de toda la película. Para él la casualidad no existe, lo que nos ocurre viene determinado por otros acontecimientos, a veces, aparentemente anodinos y eso es lo que les sucede a los personajes de la película, cuyas historias van confluyendo y entremezclándose, influyendo unas en otras.
Magníficos diálogos y unos actorazos como la copa de un pino: Harvey Keitel, William Hurt y Forest Whitaker, magníficamente secundados, en una película que parece sencilla, pero que esconde una compleja arquitectura narrativa, con digresiones, metaficción, historias dentro de la historia y de espejismos, como el cuento de navidad de Auggie, narrado en plano único con la cámara aproximándose a su rostro hasta llenar la pantalla solo con sus labios.
Un film para disfrutar.
Y, por supuesto, se fuma mucho.
Parece ser que Forest Whitaker es apenas dos años mayor en la vida real que el actor que interpreta a su hijo (Harold Perrineaud), aunque ello no se note en la pantalla.
ResponderEliminarAl parecer así es.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarYo tengo un post sobre esta peli, me encanta. Hace dos años fui a un encuentro con Siri Husdvest(la mujer de Paul Auster) y le hice una pregunta sobreesta película, ya que ella le dio algunas ideas para el guión.
Me ha encantado la reseña, es completa y coincido en la opinión. Creo qu eesta película es imprescindible.
Feliz noche.
A mi me ha encantado.
EliminarQue tal Trecce!
ResponderEliminarPues mira, no he vuelto a verla desde su estreno, igual ya me toca revisarla. Recuerdo que por aquel entonces fumaba, estaba en el cine comiéndome las uñas...jeje
Saludos!
Es que no paran de fumar en toda la película.
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