domingo, 27 de junio de 2021

EL PUENTE DE WATERLOO

 


En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, un oficial británico de buena familia, vuelve a visitar el Puente de Waterloo y evoca sus años de juventud, al comienzo de la Primera Guerra Mundial. Recuerda a Myra (Vivien Leigh), la joven bailarina que conoció justo antes de partir hacia el frente, que permaneció a su lado después del toque de queda y que llegó tarde a la representación por ir  a despedirle, lo que le valió ser expulsada del cuerpo de ballet del que formaba parte. Habiéndose quedado sin trabajo, en principio la protagonista aguanta estoicamente la situación de precariedad, pero sufre un mazazo terrible cuando cree que el que debía de ser su esposo fallece en el campo de batalla. Debido a las penurias económicas, se ve abocada a la prostitución para poder sobrevivir. Pero no lo mataron, esos años terribles, puede que no hayan sido más que un mal sueño, en los que Myra mantiene la esperanza de que Roy (Robert Taylor) la encuentre y la lleve a la finca de su familia en Escocia.


El guión adapta la obra teatral de Robert E. Sherwood, estrenada en Broadway en 1930, de la que había una versión cinematográfica anterior, de 1931, dirigida por James Whale, que lleva el mismo título. Cada una de las dos películas es producto de su época, la primera está ambientada en la gran depresión, mientras que la película de la que hoy hablamos, dirigida por Mervyn LeRoy, se ambienta en el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Aunque pueda parecerlo, el que estén enmarcadas en la actualidad de cada momento, no quiere decir que encierren compromiso alguno de carácter político o social, más allá de lo anecdótico. 
Fue la primera película protagonizada por Vivien Leigh, tras el éxito de Lo que el viento se llevó.


Película de gran belleza plástica, en la que LeRoy da toda una lección de como sacar partido a diversos recursos cinematográficos, consiguiendo escapar de lo que hubiera sido un melodrama sensiblero, para traernos una película que se eleva por encima de la vulgaridad para ofrecer un retrato muy duro, pero totalmente factible en aquella época de desesperación. 


Además la película es una reivindicación de la mujer, que se ve abocada a la prostitución como única salida posible para la supervivencia, sin que el realizador se recree en detalles morbosos, sino que simplemente los apunta, no sólo en el tema de la prostitución, sino también en otros. Maravillosa puesta en escena, llena de dinamismo. Secuencias magistrales y un uso adecuado de los momentos musicales que enriquecen el discurso narrativo, junto a algunos otros detalles francamente conseguidos, todo ello acompañado de buenas actuaciones, con secundarios de lujo, entre ellos el sempiterno y entrañable C. Aubrey Smith, magistral como siempre. 
Una apuesta segura para los amantes de este cine clásico en pulcro blanco y negro que ya no se estila y, en particular, para las almas románticas que, sin duda, disfrutarán de la película.




2 comentarios:

  1. Está bien eso de las "almas románticas". Yo, en todo caso, soy de los que disfrutan con este tipo de películas.

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    1. Es que vale para los exclusivamente románticos y para aquellos que disfruten también del buen cine clásico.

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