Un hombre denuncia la desaparición de un micrómetro en la fábrica en que trabaja, pero acaba siendo acusado por la dirección de ser el autor del robo, lo que provoca que se suicide ante la arbitraria acusación. A consecuencia de ello y como protesta, los trabajadores se declaran en huelga. Exigen una jornada laboral de ocho horas, un aumento salarial del treinta por ciento y una jornada laboral de seis horas para los menores. La huelga afecta a las familias de los trabajadores, que mueren de hambre y pierden sus hogares, pero los codiciosos accionistas quieren aplastar la resistencia, no dudando en recurrir a la policía, al ejército e incluso a hampones locales que provocan incendios para culpar a los huelguistas.
Basada en una historia supuestamente real a raíz de la huelga general sin precedentes que tuvo lugar en Rostov del Don en noviembre de 1902, que a su vez desencadenó huelgas en todo el sur de Rusia en el verano de 1903. Todas fueron brutalmente reprimidas por el gobierno zarista.
Fue el primer largometraje de Sergei Eisenstein, en el que ya muestra su maestría en la técnica cinematográfica.
Por supuesto, la perspectiva está sesgada hacia la propaganda en beneficio del gobierno comunista de la época, pero tiene sentido dramático hacer que los trabajadores sean los desvalidos y que las acciones de quienes se oponen a ellos, sean lo suficientemente impactantes como para exaltar a la audiencia. Si bien la película puede ser acusada de parcial, es difícil determinar el nivel de precisión (o inexactitud); sin embargo, es innegable la sofisticación de la técnica de Eisenstein y su empleo.
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