Irène Némirovsky nació en 1903 en Kiev, Ucrania, hija de un banquero judío ucraniano. En 1918 la familia se traslada a Finlandia huyendo de la revolución rusa, donde permanecen un año antes de trasladarse a Francia en 1919. En 1926 obtiene la licenciatura en Letras por la Universidad de la Sorbona, y ese mismo año contrae matrimonio con Michel Epstein. Si bien ya había comenzado a escribir con 18 años, envía a publicar su primera obra en 1929, esta que comentamos, publicada por la editorial Grasset, consagrándose en poco tiempo como una escritora de gran prestigio en Francia. En 1938 el gobierno francés rechaza su petición de nacionalización, convirtiéndose al año siguiente al catolicismo ella y toda su familia. El 13 de julio de 1942, Némirovsky fue arrestada por la gendarmería francesa e internada en el campo de Pithiviers; muy pronto sería deportada a Auschwitz, donde murió de tifus el 17 de agosto de 1942. Su marido, deportado tres meses después, murió en la cámara de gas de ese mismo campo.
El protagonista de la novela, un acaudalado hombre de negocios, durante un viaje en tren cuando se dirige a Biarritz, sufre un ataque cardiaco que le lleva a las puertas de la muerte. Su esposa, aterrada ante la posibilidad de quedarse sin nada si muere, pero también si se retira de los negocios, le oculta la verdad del diagnóstico médico, que recomienda reposo absoluto. Tras una noche en el casino de la ciudad, sufre otra crisis y rápidamente corre la noticia, con lo que las acciones de sus negocios bajan, dejándole prácticamente arruinado. Cuando su esposa ve que no puede obtener ya nada de él, que se niega a darle dinero para su fastuoso tren de vida, abandona la casa tras vender los muebles, allí queda David, solo y abandonado viviendo en una casa vacía. Su hija solamente se acuerda de su padre cuando necesita dinero y le incita a que siga con los negocios aún a riesgo de su vida, poniendo como señuelo la decisión de casarse con un tipo mucho mayor que ella al que su padre aborrece. Golder se dejará enternecer una vez más por la codiciosa muchacha, aún sabiendo que, si consigue sacar adelante su último negocio y entregarle el dinero que solicita, no volverá a verla.
Némirovsky, como hace en alguna otra de sus novelas, se deja llevar por los recuerdos de su propia vida, describiendo el despiadado mundo de los negocios, en el que si hay que matar, se mata, aunque no sea empleando las armas tradicionales, sino quizá, como hace David con su amigo Marcus, dejando que este se arruine y se suicide.
Irène recuerda a su madre como una mujer que no se preocupaba mucho de ella y para la que la niña era un recuerdo de la juventud perdida, estando más preocupada por mantener su capacidad de atracción hacia los hombres, como hace la esposa de David en el libro.
El retrato que hace del hombre de negocios judío, que comienza vendiendo lo que lleva en el saco que transporta a su espalda y acaba enriquecido, pero cada vez más avaro, le valió las críticas de sectores pro-sionistas que vieron en la novela un ataque que trata de desprestigiar ante el mundo la figura de los judíos y más viniendo de alguien de su propia raza que, encima, acaba convertida al cristianismo.
El libro resulta muy entretenido, escrito en prosa clara y con una historia sencilla de seguir, siendo acogido en su momento con alabanzas prácticamente unánimes de los más prestigiosos críticos que reconocieron en su autora un talento emergente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario