viernes, 2 de diciembre de 2022

QIU JU, UNA MUJER CHINA

 


En un pequeño y remoto pueblo del norte de China vive Qiu Ju (Gong Li) junto a su marido, quienes esperan con impaciencia el nacimiento de su primer hijo. Pero un día su felicidad se ve alterada debido a un enfrentamiento con el jefe de la comunidad en la que están integrados.


Después de que el jefe de la aldea patee a su esposo en los testículos y le deje gravemente lesionado, Qiu Ju buscará reparación ante las autoridades por la injusticia cometida con su esposo, ya que todo se debió a un malentendido, al decirle el esposo de Qiu que solo servía para criar gallinas y entenderlo el otro como una ofensa porque no tenía hijos varones. Aunque en parte le dan la razón y dictaminan que el alcalde debe entregarle una reparación económica que satisfaga los gastos médicos y los días de trabajo perdidos, ella rechaza el dinero y desea una explicación,una especie de disculpa por parte del jefe de la aldea, algo que no se contempla en los sucesivos fallos de las autoridades, lo que la lleva a la frustración y a que cada vez que va pasando de un nivel a otro del sistema, se vaya alejando del campo, lo que sirve de disculpa a Zhang Yimou para irnos mostrando la cambiante sociedad china de la época de Deng Xiaoping, a través de la mirada de su cámara, con imágenes que muchas veces se toman en escenarios reales. 
La película incluye numerosos momentos cómicos. Las secuencias humorísticas que reflejan la ingenuidad campesina cuando Qiu Ju y su obediente y sacrificada cuñada Miezi (Liuchun Yang), que siempre la acompaña en los viajes, se trasladan a la gran ciudad, abundan a lo largo de la película. Qiu Ju se pregunta en voz alta si el supuesto Doctor que examina a su esposo no es realmente un veterinario. Su elección de ropa más moderna para disfrazar sus raíces pueblerinas también nos llevará a la sonrisa. Los comentarios sociales sobre las ordenanzas de la población china se expresan constantemente: "Si no podemos arreglar tu cañería",  le dice la embarazada Qiu Ju a su esposo Qinglai (Liu Pei Qi), "¡estaremos atrapados en la política de un solo hijo para siempre!"


El guión adapta una novela del escritor chino Chen Yuan Bin, titulada en su edición inglesa The Wan Family's Lawsuit (algo así como La demanda de la familia Wan). El film recibió el León de Oro en el Festival de Venecia de 1992 y Gong Li el premio a la mejor actriz.
El argumento desarrolla una especie de cuento sobre la dignidad y la cabezonería de una mujer que no está dispuesta a dejarse comprar, como ella dice. Cuando el alcalde la cita para darle el dinero, en lugar de entregárselo en la mano, se lo tira: veinte billetes que ella deberá recoger del suelo para tener que agachar la cabeza veinte veces. Qiu se niega y comienza el peregrinaje de instancia en instancia en busca de la reparación moral, una obcecación de la que hasta su esposo se harta, pero ella "erre que erre".
La crítica al régimen y a la burocracia, es suave, incluso complaciente, ya que la mayoría de los hombres que la atienden, la tratan con condescendencia, comprensión e incluso con bondad y el final, lo más alabado del film por los entendidos (espectadores incluídos), convierte la presunta lección moral de buscar la reparación de la dignidad en una especie de: Bueno sí, pero sin pasarse, también hay que saber perdonar y transigir. Porque el sistema, cuando parece que todo se ha solucionado entre los litigantes, entra con toda su despiadada maquinaria para darle un giro al asunto que la mujer ni buscaba, ni quería.
De nuevo Zhang Yimou nos presenta a una mujer valiente y decidida en un mundo de hombres en el que estos viven en el acomodo y, en cierto sentido, en la componenda, pero cuyas formas y cuyo sistema, ella se resiste a aceptar, presentándola como una especie de motor que mueve a la sociedad de su país.
Aquí el realizador chino deja de lado esa barroca belleza formal tan presente en algunos de sus films para ofrecernos también un testimonio documental de las costumbres y la vida diaria de las gentes, con las calles pobladas de transeúntes en un constante ir y venir; el tráfico; los anuncios publicitarios; los mercados callejeros; las fiestas; las relaciones domésticas; las labores de la casa y toda la vida de la gran ciudad que contrasta con el tranquilo y, al tiempo duro, discurrir de la misma en los ámbitos rurales.
Con ese toque y ese saber dejar transcurrir la historia que solo está al alcance de aquellos que saben hacer arte de las cosas sencillas.




4 comentarios:

  1. La China profunda ofrece, sin duda, muchos más alicientes que la imagen oficial difundida por el régimen.

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  2. Tengo mucha experiencia acerca de lo testarudo que puede llegar a ser un chino. Dejan a Aragón muy atrás.

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    1. En este caso, ella lo es, aunque las consecuencias fueron más allá de lo esperado y deseado.

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