miércoles, 7 de diciembre de 2022

LAS TORTUGAS TAMBIÉN VUELAN

 


Los habitantes de un campo de refugiados del Kurdistán iraquí buscan desesperadamente una antena parabólica para poder estar informados del inminente ataque americano contra Irak. Los niños del campamento, liderados por un chico al que llaman "Satélite" (Soran Ebrahim), se dedican a la recogida y venta de minas antipersona sin detonar para venderlas en el mercado callejero y conseguir algo de dinero que, en ocasiones, intercambian por armas. Nuevos refugiados llegan al lugar: un joven mutilado, su hermana y un niño pequeño. Satélite quedará prendado de la triste belleza de la joven, sin ser correspondido por la niña, traumatizada por el cruel allanamiento de su casa, en el que sus padres fueron asesinados y ella violada. Su intención es dejar atrás el campo de refugiados y trasladarse a otro lugar.


Película que puede ofrecer controversia en cuanto a apreciaciones dependiendo del espectador y, quizá, de su estado de ánimo. Dejaremos las valoraciones técnicas y artísticas a los más entendidos, para tratar de acercarnos a la propia historia y su manera de contarla.


Hay quien critica esa especie de exceso en las miserias de los personajes que nos presenta: Una niña huérfana y víctima de una violación; su hermano sin brazos; otro niño, apenas un bebé, ciego; otro con una pierna atrofiada... Está claro que padres o familiares de niños en estas edades, quizá no soporten ver estas cosas, quieras o no, provocan angustia. En cuanto a si es excesivo, no hay más que dar un repaso a las estadísticas de población de países como Camboya, Viertnam y otros cuantos que han sufrido guerras en los últimos 50 años en sus territorios, para constatar la cantidad de personas que eran niños en aquellos años y que viven con cuerpos amputados por culpa, sobre todo, de minas antipersona, con heridas sufridas en no pocas ocasiones, cuando los contendientes habían dejado de combatir. 
¿Es lícito utilizar niños en estas condiciones para que actúen en un film?, porque esto, aunque pretende ser una denuncia, está claro que no es un documental, los niños es cierto que no son profesionales y que vivían en los campamentos de refugiados, pero no está menos claro que siguen un guión que se han tenido que aprender y representar. ¿O es que quizá, sencillamente, este tipo de documentos molestan? ¿No será que preferimos que no nos recuerden que no hacemos nada bajo el pretexto de que nada podemos hacer? Estas cuestiones, las dejo en el aire, cada cual que se plantee si hay respuesta. En todo caso, no es sencilla. 
De cualquier modo, nunca está de más que alguien nos recuerde que hay mucho sufrimiento a nuestro alrededor, entre personas que son como nosotros, solo que han tenido la mala suerte de nacer donde han nacido y si alguna lección saco, y esta sí que me parece fuera de discusión, es que somos unos egoístas con estas disputas tan típicas y superficiales de nuestras sociedades occidentales, cuando hay tantas personas cuyo dolor y miseria son tan grandes que preferirían que no saliera el sol, porque dormir o estar muerto, son las únicas escapatorias que les quedan en esta vida.




4 comentarios:

  1. Que historia tan triste, solo con tu reseña ya me angustio, es que frente al dolor o maltrato a los niños me conmueven hasta las lagrimas. Y que crueldad dejar minas antipetsonas sabiendo que hay niños jugando, la guerra y sus consecuncias.
    Abrazos Trecce!!!

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  2. En todo caso, siempre es preferible que los niños hagan películas y no la guerra.

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