viernes, 24 de septiembre de 2021

LOS DUELISTAS

 


A principios del XIX, a punto de comenzar las guerras napoleónicas, un teniente de húsares del ejército francés, el aristócrata Armand D'Hubert (Keith Carradine), recibe la orden de arrestar al teniente Feraud (Harvey Keitel) por haber participado en un duelo. Feraud, encolerizado, desafiará una y otra vez a D'Hubert durante quince años.


Basada en el relato de Joseph Conrad The Duel (El duelo), la pieza tuvo hasta tres títulos diferentes, al ya indicado habría que añadir, Los duelistas y Un asunto de honor, este último a sugerencia de su amigo Ford Madox Ford
Se ambienta en las campañas napoleónicas entre 1801-1815 y más que centrarse exhaustivamente en el desarrollo militar de la época, el autor lo enfoca en dos jóvenes oficiales, además de servir a Conrad para reflexionar sobre lo absurdo de las guerras y los enfrentamientos armados en general. 
La historia tiene su origen en un hecho real, Dupont y François Fournier Sarlovèze, a quienes Conrad cambió los nombres de Dupont a D'Hubert y de Fournier a Feraud, eran dos oficiales de húsares del ejército napoleónico que se retaron a duelo durante años. El primer duelo entre estos dos oficiales tuvo lugar en 1794, tras el cual Fournier exigió una revancha. Esta revancha y muchas otras, ocasionaron finalmente más de treinta duelos durante los siguientes diecinueve años, en los cuales lucharon a caballo, a pie, con espadas y con sables. El duelo se truncaba por algún motivo, o Fournier nunca quedaba conforme con el resultado y volvía a buscar a su enemigo para seguir luchando. Finalmente, el enfrentamiento se resolvió cuando Dupont fue capaz de superar a Fournier en un duelo a pistola y, a pesar de tener su vida entre las manos, lo perdonó y lo obligó a prometer que nunca lo molestaría de nuevo.


En el fondo de la historia de Conrad, subyace, además de esa crítica hacia la resolución de los conflictos acudiendo a las armas y a la muerte del contrario, una realidad que se dio en el ejército napoleómico y que aquí solo queda apuntada y dejada a la deducción del espectador más despierto o que pasará desapercibida para quien no tenga sólidas nociones sociopolíticas de la historia del momento: Napoleón dio paso a que los plebeyos alcanzarán grados entre la tropa, pero siempre hubo un resquemos entre los oficiales que procedían de las clase bajas hacia los que venían de la nobleza, por los que se sentían menospreciados. El caso es el que representan los dos contendientes, Feraud procede del pueblo y su oponente de la nobleza. el primero es furibundo defensor de Napoleón y al segundo no se le nota ningún entusiasmo por el emperador. Esa especie de inferioridad que siente Feraud, es lo que le lleva a odiar y a perseguir la muerte de manera casi enfermiza, de su contrincante. Cuando la monarquía es restaurada, D'Hubert conservará todos los privilegios de su clase, mientras el otro, aún con el grado de general, pasará a ser una especie de don nadie que se acabará de hundir cuando se ponga de nuevo a las órdenes de Napoleón a su regreso de Elba y sea posterior y definitivamente derrotado, un proscrito, en tanto D'Hubert seguirá progresando en su carrera.
Algún crítico dijo de ella que parecían cuadros en movimiento y creo que no está mal la definición. El magnífico vestuario, la recreación exacta de los uniformes, el conocimiento preciso de la esgrima del siglo XIX, con enfrentamientos muy bien coreografiados, las cuidadas composiciones, el paisaje, tanto exterior como de interiores, hacen del film una película exuberante en muchos sentidos que se mueve entre un suave barroquismo y el naturalismo.
Lo que está claro es que la belleza visual atrapa y también las buenas interpretaciones de los dos protagonistas. Un film que quizá no habría existido sin el estreno anterior de Barry Lyndon, la película que cautivó a Ridley Scott, hasta entonces dedicado casi exclusivamente al mundo del audiovisual comercial y que quiso emular al maestro Kubrick al que consigue acercarse por momentos atrapando toda la belleza de una historia violenta en unas imágenes que, como contrapunto, está cargadas de poesía.




6 comentarios:

  1. Uno de los mejores -y más bellos- filmes de Scott. Veremos si su última producción, que también va de duelos, se acerca a su nivel.

    Saludos.

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  2. Si se hubiera mantenido esa venerable institución del duelo, los juzgados estarían más descargados de trabajo.

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    1. Lo que si es cierto es que alguno se andaría con más cuidado a la hora de meterse con el prójimo.

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  3. No llega a ser Kubrick, pero sí una buena película.

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    1. Su primera película es de lo mejor que ha hecho Ridley Scott.

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