Mientras los helicópteros rocían cada noche, por encima de sus cabezas, contra una plaga de mosca de la fruta, las vidas de varias personas que viven en Los Ángeles se entrecruzan, algunas casualmente, otras con efectos más duraderos. Mientras salen a conciertos y clubes de jazz e incluso limpian sus piscinas, también mientras mienten, beben y engañan. La muerte misma nunca parece estar muy lejos, incluso en una inocente excursión de pesca.
El guión adapta un volumen que integra nueve historias y un poema, escritas por Raymond Carver, sobre la vida cotidiana de un grupo heterogéneo de habitantes de Los Ángeles.
El extraordinario elenco del film incluye nombres como los de Tim Robbins, Julianne Moore, Robert Downey Jr., Jack Lemmon, Andie MacDowell, Frances McDormand o Jennifer Jason Leigh.
Robert Altman se ha convertido casi en un especialista en esta manera coral de contar historias que tan bien sabe conducir. He leído por ahí críticas que hablan de narración sobre asuntos intrascendentes y que no se profundiza en ninguno de los personajes. Es una manera de verlo, pero es que la cinta de Altman nos habla de cosas aparentemente sencillas, de vidas sin relevancia de personas normales. Cualquiera de ellos podría ser nuestro vecino, no tienen nada de heroico, de brillante o de extraordinario.
Una de las historias, la del niño atropellado, es tremendamente emotiva, quizá la mejor de todas, pero también es la que da pie a la de dos personajes entrelazados con él, uno es su vecina violonchelista, Zoe, interpretado por Lori Singer (ella es violoncelista en su vida real y ha tocado incluso en el Carnegie Hall de Nueva York), una chica sensible y emocionalmente delicada que convive con su madre, una mujer aparentemente fuerte. Zoe acabará trágicamente como consecuencia del impacto que sufre por la muerte del niño. Y otro de los personajes que enlaza con el niño es su abuelo, interpretado por Jack Lemmon. Se acusa al film de introducir el personaje que interpreta, el de Paul Finnigan, para dar cabida al nombre de Lemmon y así dar lustre al cartel. Es cierto que Lemmon es uno de los nombres míticos de la época clásica de Hollywood, pero aparte del placer que siempre se obtiene viéndole actuar, su historia no es ni mucho menos intrascendente, como se ha señalado, sino de una gran profundidad y esconde un tremendo drama interior, lo que ocurre es que resulta menos brillante porque no la vemos representada, sino que nos la cuenta en su largo diálogo con su hijo, una especie de historia circular que discurre entre dos tragedias: La única infidelidad en su matrimonio ocurrió justo el día en que su hijo (con el que ahora habla contándole su historia), ingresó en el hospital a las puertas de la muerte y su esposa no le permitió participar en sus cuidados y ahora reaparece, muchos años después, y justo cuando conoce a su nieto, le encuentra en coma.
El resto de las historias son no menos brillantes, quizá la más atractiva es la del poli abusador, chulo e impresentable que parece que tiene sometida a su esposa y vamos descubriendo que ésta no es tan débil como creíamos.
Una película sobre hechos cotidianos, en la que vemos como sus personajes actúan dentro y fuera de sus casas, cargada de realismo, incluso en su lenguaje explícito, con mucho más fondo del que en un primer visionado puede aparentar.
Que tal Trecce!
ResponderEliminarLa vi en su momento en cine y la tengo muy olvidada. Si que algo recuerdo acerca de ese niño atropellado y también una especie de lluvia de ranas o algo parecido, ¿o fue en otra pelicula?
Venga, cuidate, saludos!
No recuerdo lo de la lluvia de ranas.
EliminarRecuerdo algunas escenas de Lori Singer que me dejaron impactado en en esta película después de haberla visto en la serie Fama. Especialmente la de la piscina.
ResponderEliminarTiene un cargado de sensibilidad.
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