lunes, 3 de junio de 2019

SUSPIRIA

Suzy Bannion (Jessica Harper) es una estudiante de ballet estadounidense muy impresionable que viaja a Alemania para estudiar en una exclusiva academia de baile en la Selva Negra.
El día de su llegada, bajo un tremendo aguacero y ante su desesperación, se niegan a abrirle la puerta de la academia, por lo que ha de regresar en el taxi que la trajo, a la ciudad.
Al día siguiente es recibida por la Sra. Tanner (Alida Valli), instructora, y Madame Blanc (Joan Bennett), vicedirectora, que le piden disculpases y esta última se muestra muy amigable con Suzy, especialmente cuando se entera de que conoce a su tía. Los detectives están investigando el asesinato de Pat,  una alumna de la academia que ha muerto el día anterior y aunque la Sra. Tanner intenta apresurar a Suzy, esta ofrece algunos datos de forma voluntaria.
Esta situación y algunos otros detalles, como haber sido trasladada a los dormitorios del internado sin su consentimiento, cuando el día antes se la había alojado en un edificio exterior, la hacen darse cuenta de que ocurren cosas raras en la institución académica.
Después de que una de las estudiantes y su amiga son asesinadas horriblemente, Suzy descubre que la academia tiene una historia extraña y, a medida que aumenta el número de cuerpos, se ve envuelta en un espantoso laberinto de asesinatos, magia negra y locura. Aguantando una lluvia de gusanos, comida envenenada y otros sucesos desagradables, descubre que la escuela es un lugar de reunión secreto para un aquelarre de brujas.


El guión se basa en una parte de unos textos autobiográficos que, bajo el título de Suspiria de profundis ("suspiros desde las profundidades"), publicó el ensayista inglés Thomas de Quincey en 1845, en forma de entregas en el Blackwood's Edinburgh Magazine.


Ciertamente, la trama es básica y el guión está plagado de lagunas, con unas actuaciones bastante mediocres (además las voces, como en la mayoría de las películas italianas, están dobladas). Sin embargo, técnicamente resulta impecable, utilizando sistemas complejos de iluminación, técnicas de procesamiento intenso de la película, cámaras guiadas por cable y grabación de música multicapa.
Los colores desbordantes, la música inquietante y los ángulos de cámara poco convencionales, contribuyen a transmitir la impresión al espectador de que está dentro de una pesadilla.
Aspectos también destacables son la escenografía de Giuseppe Bassan, que recrea espacios art nouveau y la banda sonora del mítico grupo Goblin, además de un reparto femenino que reúne a jóvenes promesas del momento como Jessica Harper y Stefania Casini, con viejas glorias como Alida Valli o Joan Bennett.
La película resulta excesiva y, vista hoy, un tanto inocente, en el empleo de efectos especiales, con una sangre que parece pintura sintética, un vino que también lo parece, ya que cuando Suzy lo vierte en el lavabo no hay manera de quitarlo y algunos giros de guión que no tienen explicación alguna, con personajes que aparecen y desaparecen por las buenas o cuando al realizador le conviene, de forma que, en ocasiones, el argumento pierde el norte, hasta que obliga al espectador a dejar de preguntarse cosas tales como por qué si la chica llega a Alemania, de repente estamos en Suiza y cosas así.


Un par de anécdotas para acabar:
La idea original del director Darío Argento era que la escuela de ballet acogería a niñas menores de doce años. Sin embargo, el estudio y el productor Salvatore Argento (su padre) rechazaron su solicitud debido a que una película que involucre a niños de forma violenta sería casi seguramente prohibida. Darío elevó la edad de las niñas a veinte años, pero no reescribió el guión, de ahí la ingenuidad de los personajes y el diálogo ocasionalmente infantil. También colocó todos los picaportes más altos de los habitual para que tuvieran que levantar los brazos para abrir las puertas, igual que los niños.
La segundo anécdota tiene que ver con nuestro Miguel Bosé, que tiene un papel en el film como uno de los alumnos de la academia que flirtea con la protagonista. En un par de secuencias se marca unos pasos de ballet clásico bastante apañaditos.




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