Un destacado magnate estadounidense, Charles Foster Kane (Orson Welles), dueño de una importante cadena de periódicos, de una red de emisoras, de dos sindicatos y de una inimaginable colección de obras de arte, muere en Xanadú, su fabuloso castillo de estilo oriental. La última palabra que pronuncia antes de expirar, ”Rosebud”, cuyo significado es un enigma, despierta una enorme curiosidad tanto en la prensa como entre la población. Así, un grupo de periodistas emprende una investigación para desentrañar el misterio de este hombre millonario, periodista, político, hombre influyente en su época y desafortunado en sus relaciones personales.
Al día siguiente de su fallecimiento, todos los medios se hacen eco de su figura:
"Charles Foster Kane, muerto tras una vida enteramente consagrada a la acción", titula un periódico. "Una carrera tempestuosa llega a su fin. Pocos lamentarán su muerte", publica el Chronicle. "Para 44 millones de lectores de diarios americanos, la reputación de Kane, el magnate más prestigioso de todos los tiempos, sobrepasaba la de todas las celebridades que figuraban en los titulares de sus periódicos", narra un noticiario. "Kane apoyó la entrada de su país en una guerra y se opuso a su participación en otro conflicto. Hizo elegir, por lo menos, a un presidente de los EEUU. Luchó a favor de millones de americanos y fue odiado por un número todavía mayor. Durante 40 años no hubo acontecimiento sobre el que no manifestara abiertamente su opinión. No hubo tampoco ningún hombre público a quien Kane no sostuviera personalmente o cuya acción no denunciara o a quien no defendiera para abatirle más tarde", continúa un locutor de radio.
La soledad del dinero. Esto es algo que hemos visto y oído muchas veces, no solo en la ficción, también en la vida real. Esas vidas regaladas, sin preocupaciones económicas que sin embargo no satisfacen a quienes la viven. Rodeados de personas, se sienten más solos que un náufrago en una isla desierta. Esa es la vida del protagonista del film y esa soledad en medio de la multitud, esa falta de amistades verdaderas, de cariño, es lo que narra la película. Eso y algo más, claro, porque también refleja la vida de una persona que se cree por encima del bien y del mal y para quien resulta natural que sus deseos se cumplan y que los demás les tomen por infalibles en sus decisiones. Por eso se sorprende y contraría cada vez que aquello no resulta así y alguien le planta cara.
Regularmente incluida en el Top 10 de las mejores películas de todos los tiempos y, de forma recurrente, ocupando el primer lugar en esas listas, Ciudadano Kane es víctima de su propia fama, porque hay gente (más de la que pudiera parecer) a la que le resulta un tostón o, cuando menos, una película normal y corriente, larga y aburrida. Y es que ante tales expectativas, uno espera encontrarse ante el no va más del cine, incluído el entretenimiento.
Y eso no es así, porque los principales valores del film, lo que hace que los críticos consideren que hay un antes y un después de este film, son los técnicos y artísticos: La situación de la cámara, los encuadres, la genial utilización de la iluminación, la profundidad de campo... Y eso hecho por un joven que apenas tenía 25 años y que, en opinión de muchos, jamás volvió a superar lo que había logrado con esta película.
Por eso, porque no todo aficionado al cine entiende, ni tiene por qué, de estos aspectos, ni los valora, respeto mucho a aquellos a quienes no les gusta esta película y lo dicen, so pena de ser tachados de analfabetos cinematográficos.
Dicho todo esto y con respeto a todas las opiniones, esta historia de quien lo tiene todo, materialmente hablando, y que a la hora de su muerte lo que recuerda es su niñez sobre la nieve, cuando era poco menos que pobre, pero era feliz, me parece, no sólo por las cuestiones técnicas antes mencionadas (que también), sino por la manera en que, entre sombras y luces, picados y contrapicados y excelentes actuaciones, narra la oscura avaricia del alma humana, una película que, al menos, hay que ver una vez en la vida.
no encontré todavía nadie que no le gustase esta película ja, me parece raro que suceda eso... a mi me impactó por su trama, interpretaciones y también claro por su preciosismo... en fin, algún día la veré de nuevo...
ResponderEliminarPues por mas curioso que resulte, hay gente a la que le resulta un poco pesada. Ya sabes que los gustos de cada cual son muy particulares.
EliminarMe encanta esta pelicula, que he visto varias veces. Es curioso porque tiene mucho de director novato y mucho de genialidad, ambas características, de hecho, se confunden. Ese barroquismo a la hora de poner la cámara (¿dónde situar el objetivo?, eterna pregunta del realizador que se pone por primera vez a dirigir) es típico de Welles, pero también es el responsable del juego de luces y sombras. Aquí ya era un experto a sus veintipocos años, pues venía de experimentar en teatro con ellas. Con respecto a la profundidad de campo, habría que darle su mérito al director de fotografía, Gregg Toland, que no por casualidad aparece en los créditos a la misma altura que Welles. En fin, esta cinta da para un tratado, o varios.
ResponderEliminarSiendo una genialidad, no es mi preferida del director. Me quedo antes con dos: El cuarto mandamiento y Sed de mal. A muy poca distancia, eso sí.
A mi también me gusta mucho "Sed de mal", la prefiero a esta.
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