viernes, 14 de junio de 2019

LEBANON

Junio de 1982, primer día de la conocida como Guerra del Líbano, el día en que Israel entra en territorio libanés. Un solitario tanque y un pelotón de infantería, son enviados a reconocer un pueblo hostil que ha sido bombardeado por la fuerza aérea israelí. Lo que parece una misión sencilla se va escapando poco a poco de las manos y acaba convirtiéndose en una trampa mortal, en una pesadilla sobrecogedora.
Shmulik (Yoav Donat), el artillero, Assi (Itay Tiran) el comandante, Hertzel (Oshri Cohen), cargador, y Yigal (Michael Moshonov), el conductor, son la tripulación del tanque, el vehículo que en la operación recibe el nombre clave de "Rinoceronte".
Cuatro chicos muy jóvenes manejando una máquina de matar. Nunca se habían visto envueltos en una situación violenta antes, ahora ya no se trata de disparar contra barriles o contra blancos artificiales como durante la instrucción, ahora se trata de matar personas. No son luchadores impacientes por la batalla, la conquista o el sacrificio personal. Están atrapados en las redes absurdas e injustas de la guerra y aterrorizados por sus propios miedos. Son chicos valientes que pierden su inocencia de la forma más brutal, y que son destruidos mentalmente. Un instinto primario les llevará hasta el límite mientras luchan por sobrevivir a una situación que no pueden controlar por más tiempo, intentando desesperadamente, a su vez, no perder su humanidad entre el caos de la guerra.


El realizador, Samuel Maoz, veterano de guerra de Israel, reconstruye su propia historia en el frente del Líbano, en 1982.


Prácticamente todo el film transcurre en el interior del tanque, aunque de forma constante, nos asomamos fuera a través del visor que nos permite ver a los soldados que avanzan junto al vehículo, a los combatientes enemigos y toda la destrucción y el horror que la guerra está causando entre los civiles.
Hay quien ve un mensaje antibelicista, que yo, como tal, no hallo en ninguna parte del film, al menos de forma explícita. Lo que ocurre es que Maoz nos cuenta la guerra, así, tal cual, sin adornos, sin heroísmos y, al hacerlo de forma realista, vemos lo que ocurre en realidad. La guerra es sucia, cruel y fea, pero además de peligrosa, resulta incómoda, eso de las acciones heroicas queda muy bien, pero no es lo normal.
Allí vemos a los soldaditos del tanque rodeados de mierda (perdón por la expresión), meando en una lata, pisando una densa capa de fuel y viendo como el aceite lubricante se desliza por las paredes interiores del vehículo que se llena de humo cada vez que arranca. Mientras, ellos, están literalmente acojonados, no atinan a obedecer las órdenes, se muestran pusilánimes a la hora de disparar contra blancos dudosos, temiendo matar inocentes... Y es que si la guerra siempre ha sido cruel, la guerra moderna lleva esa crueldad a la sofisticación y en ella combaten, muchas veces, personas que no están preparadas para soportar la crueldad del momento, porque su vida civil nada tenía de dura, al contrario de lo ocurría en tiempos pretéritos.
Se acusa a la película de recurrir de forma reiterada al sentimentalismo fácil, y no es del todo incierto, como tampoco lo es que, a pesar de contar la vida en un tanque, no transmite sensación de agobio, aunque tal vez tampoco lo pretendía.
El caso es que el film, técnicamente está muy bien hecho y que nos ofrece una imagen bastante real de lo que es una guerra en la actualidad, otra cosa es si se considera que el mensaje de fondo es más o menos maniqueo, eso queda a la interpretación de cada espectador.
Un buen film bélico, con una mirada distinta de la guerra.




4 comentarios:

  1. como me cuestan las películas bélicas, mucho ja... saludos...

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  2. La claustrofobia de submarinos y tanques han dado mucho juego en el cine bélico.

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    1. Sin embargo, en esta película, la claustrofobia no se hace demasiado evidente.

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