domingo, 13 de febrero de 2011

LA INVERSIÓN MUSICAL






















Para las mentes palaciegas parece algo banal hablar de rentabilidad en referencia a la cultura. La cultura parece que no es rentable o no debería ser rentable y en un estricto sentido contable raramente llega a serlo. Decía Norman Lebrecht que una orquesta como la Sinfónica de Londres con todas las butacas del Barbican vendidas a un alto precio pierde dinero... qué menos que cualquiera de nuestras formaciones orquestales lo haga. Casi todas las orquestas sinfónicas del mundo se sostienen - de una manera o de otra - gracias a las ayudas de los gobiernos o de mecenas privados, sin embargo, la rentabilidad en la cultura se basa en muchos otros parámetros.


EL MODELO AUSTRIACO


La segunda partida más elevada de gastos del gobierno austriaco se dedica a la música. Con ello se sostienen la Filarmónica de Viena, la Sinfónica de Viena, el Festival de Salzburgo, el Musikverein -donde se celebra, entre otros eventos, el Concierto de Año Nuevo- y la Ópera de Viena. Sin embargo, los ciudadanos no consideran esta partida como un gasto sino como una inversión. En efecto, la mayor parte de los ingresos del país centroeuropeo giran en torno al turismo musical que hace que las grandes fortunas mundiales acudan todos los años al país dejando a su paso grandes sumas de dinero.
Por otro lado, esta inversión extendida en el tiempo, ha creado dos grandes ventajas:

1) Los artistas quieren actuar en este país - por el prestigio, por la tradición, por el ambiente - y aceptan cobrar unos honorarios ridículos con tal de estar cada año actuando en Viena o Salzburgo.
2) La tradición ha creado la marca Austria, Viena, Salzburgo que hace que todo lo que se relaciona con esto es sinónimo de calidad. Es curioso observar cómo han proliferado numerosos grupos y orquestas que buscan cobijo al amparo de estos nombres.


EL MODELO RUSO

El modelo ruso es uno de los ejemplos más interesantes de cómo el arte puede llegar a convertirse en poco tiempo, en el símbolo de un país. Si la explosión de Viena como metrópoli musical se produce alrededor de 1800, San Petersburgo se convertirá en un centro de primer nivel a partir de 1850/1860 sobre todo gracias al tándem Chaikovsky/Petipa. Unos años más tarde, será el tandem Stravinsky/Diaghilev quien enamorará al mundo entero a través de sus ballets rusos en París. Sin embargo, fue el régimen soviético quien utilizó la música como arma propagandística para defender su régimen frente al mundo capitalista.
El modelo ruso se basó desde el principio en una sistema educativo muy eficiente hasta el punto que casi todos los grandes docentes de hoy en día tienen o han tenido alguna relación con la escuela rusa. Hoy en día, esa gran ventaja se ha convertido en un gran problema ya que, la situación económica, ha obligado a emigrar a muchos profesores rusos y los mejores están ahora en las grandes escuelas americanas y europeas.


EL MODELO AMERICANO

Estados Unidos ha aportado al sistema de financiación cultural el sistema de mecenazgo. Este sistema lleva muchos años funcionando en el país y ya desde finales del siglo XIX las grandes fortunas americanas hicieron posible que compositores como Mahler o Dvorak fuera a Estados Unidos a dirigir sus propias obras.
Estados Unidos tiene un sistema por el que las grandes fortunas deducen gran cantidades de impuestos por la financiación de estructuras culturales. De esta manera, no hay casi una gran orquesta americana que no cuente con un grupo de empresarios que financien su expansión. Este tipo de financiación de las orquestas tiene una ventaja y un inconveniente que emanan de la misma causa: El inversor quiere obtener réditos de su inversión y a menudo el control que pueda ejercer sobre las actividades de la orquesta puede ser benificioso o perjudicial.




¿Y ESPAÑA?

El caso español es único en el mundo. España ha pasado en veinte años, de no tener apenas infraestructuras musicales a tener modernos auditorios. Ha pasado de no tener apenas orquestas a tener veintinueve. Las causas de este boom musical se deben principalmente al flujo de ayudas europeas para la inversión (los fondos FEDER), la buena situación económica y las políticas territoriales que han favorecido el nacimiento de muchas orquestas regionales.
Con la coyuntura actual, el sistema está en riesgo y el problema es que algunas de las maravillosas infraestructuras que se han creado en estos últimos años pueden estar en peligro y echarse a perder. Hay muchos auditorios erigidos a golpe de talonario en ciudades pequeñas y sin tradición musical y que amenazan quiebra. Hay comunidades que han erigido grandes teatros con inversiones faraónicas pero que no tienen ahora dinero para hacer programas decentes en ellas. El espíritu español - a pesar de la transición, a pesar de la Unión Europea- sigue imbuído por el "caballo grande, ande o no ande..." y no tenemos esa paciencia que otros tienen para ir levantando edificios estables poco a poco.
Esta crisis puede ser una oportunidad histórica para reflexionar sobre nuestras estructuras y sobre nuestras capacidades. Deberíamos aprender de los austriacos a crear una imagen de calidad e intentar establecer referencias a nivel internacional, deberíamos aprender de los rusos y crear una buena base en la enseñanza musical, deberíamos aprender de los americanos y crear una ley de mecenazgo lo suficientemente atractiva para atraer a inversores a nuestras orquestas, pero me da que aquí, el sentimiento de megalomanía de tanto gobernante nacional, regional, municipal, etc., hace que cada uno vaya a su aire, tirando el dinero de todos y olvidándose de lo importante.


2 comentarios:

  1. El faraónico e impactante "Ramos Carrión". En Zamora,Auditorio, teatro, ¿Qué harán, cuando lo terminen? ¿Una fundación?, un consorcio? Lo privatizarán? Y los conservarorios de música ¿Qué?

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  2. Sobre los conservatorios, la respuesta en prensa de hoy. Ayer estuvo en Zamora el Consejero de Cultura de la Junta y dice que, aunque es necesario un nuevo conservatorio en la Ciudad, no está entre las prioridades de la Junta. León y Zamora se quedarán sin nueva sede sine die.

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