Narra la tragedia humana provocada por el gran terremoto que asoló Irán en 1990. Un director de cine y su hijo deciden, tras el terremoto, visitar el pueblo donde habían rodado la película ¿Dónde está la casa de mi amigo?, para saber cómo están los niños actores que participaron en ella.
Dos años después Abbas Kiarostami hará otra película (A través de los olivos) sobre el rodaje de ésta, incorporando una historia de amor.
El terremoto, ocurrido en 1990, acabó con la vida de 50.000 personas, de las que 20.000 eran niños, además de 105.000 heridos. En su búsqueda, padre e hijo descubren cómo las personas que lo han perdido todo, aún mantienen la esperanza y las ganas de vivir.
La película se torna en una especie de viaje de descubrimiento de la vida y la tragedia. Recorremos los caminos de tierra de la región montañosa del norte de Irán, vemos a gente desescombrando lo que fueron sus casas, personas que recorren los senderos cargados con una bombona de butano o con las pocas pertenencias que han podido conseguir para comer o para restituír algunas de las pertenencias que han perdido. Viven bajo plásticos o en tiendas de campaña y, los más afortunados, en lo que ha quedado en pie de sus casas. Queda patente la inocencia de los niños y aunque en ocasiones asoman lágrimas en los rostros, fruto de la tragedia, observamos la decisión con que emprenden la reconstrucción: La vida continúa.
Es una película, pero la narrativa de Kiarostami resulta tan natural que parece un documental dramatizado y nos olvidamos de que los actores están interpretando. Resulta curioso contemplar escenas que, dos años después, veremos cómo se rodaron, una idea que parece un homenaje del realizador iraní a sus intérpretes y a su equipo de rodaje, pero con tal humildad como solo un artista generoso puede concebir.
Naturalismo en estado puro.
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