jueves, 28 de agosto de 2025

EL HALCÓN DEL MAR

 


Geoffrey Thorpe (Errol Flynn) es un bucanero al que la reina Isabel de Inglaterra (Flora Robson), concede patente de corso para atacar la flota española y saquear las ciudades de Nuevo Mundo. Las autoridades españolas elaboran un plan para acabar con el temido pirata.


Aunque el título se corresponde con una novela de Rafael Sabatini, esta es la única coincidencia. De hecho, el estudio consideró la posibilidad de llamar al film "Mendigos del mar" para no confundirlo con la novela de Sabatini y respetar el relato del mismo título escrito por Seton I. Miller, coautor del guion de la película y que es realmente el origen de la narración.


Desde luego, no vayan buscando rigor histórico en el argumento, porque en ese sentido el film raya lo ridículo en ocasiones, cuando no lo tendencioso por la manera en que pinta a los personajes históricos, léase Isabel I de Inglaterra (Flora Robson) o Felipe II de España (Montagu Love). Eso por no hablar del trasfondo político del film, estrenado en 1940, al inicio de II Guerra mundial, que traza ciertos paralelismos entre el Imperio español y el nazismo, o entre Felipe II y el mismísimo Hitler, buscando tanto un cambio de opinión entre los aislacionistas norteamericanos, como inflamar el ardor patriótico de los británicos. Es paradigmático el discurso final de Flora Robson hablando, en teoría, de Felipe II: "La Tierra no pertenece a un solo hombre, sino a todos...". 
El capitán Thorpe y su tripulación de simpáticos bucaneros, al estilo del concepto romántico de la piratería, no roba a nadie, sencillamente les quita los tesoros a los malvados españoles, en una especie de acto de justicia, para entregárselos a su reina que es una persona íntegra y buenísima gobernante, que sabe de verdad en qué emplearlos en bien de la humanidad, al tiempo que libera a sus compatriotas condenados a galeras, seguro que injustamente, porque todos son personas maravillosas que no han roto un plato en su vida.
Si obviamos todo esto (que no es poco), el film es una estupenda película de aventuras, con un magnífico vestuario (reutilizado del que se diseñó para el film La vida privada de Elisabeth y Essex); realmente brillantes las escenas de abordaje (el alto presupuesto, permitió que la Warner construyera réplicas a tamaño natural de dos galeones), muy bien recreadas y con  intervención de buen número de figurantes; acción trepidante y de gran emoción; intrigas palaciegas y una historia romántica que, tal vez, es lo menos conseguido. 
Como nota curiosa, las escenas que corresponden a la incursión del protagonista en Panamá, están coloreadas en sepia en lugar de blanco y negro, al parecer buscando transmitir el agobiante calor de la selva americana.
Es cierto que no tenemos a Olivia de Havilland, pero a cambio, un Errol Flynn en plenitud está acompañado de un magnífico elenco de secundarios (Alan Hale, Claude Rains o Una O'Connor, entre otros), bien dirigidos por Michael Curtiz.




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