La familia Yang pretende proporcionar al emperador una consorte para poder consolidar su influencia sobre él tras la muerte de su esposa. Para ello, a instancias del general An Lushan (Sô Yamamura), deciden preparar a una pariente que trabajaba en la cocina. El emperador se enamora de ella y la convierte en princesa: la Princesa Yang Kwei-fei (Machiko Kyô). Los Yang consolidan su influencia, pero An Lushan no queda conforme con la posición en la que ha quedado, lo que le motivará a tomar acciones contra los Yang.
Dirigida por Kenji Mizoguchi y ambientada en la China del siglo VIII, narra la historia de amor entre el emperador Hsuan Tsung (Masayuki Mori), viudo desde hace algunos años, y una joven plebeya que se parece mucho a su mujer fallecida.
Con un delicado uso del color, por momentos el film se transforma en una sucesión de cuadros vivientes, con Mizoguchi desplegando toda su maestría a la hora de planificar y plasmar sus composiciones. La calidad visual de la película y las maravillosas elipsis son otros de los alicientes de un trabajo en el que, una vez más, queda patente la alienación de la mujer en este drama romántico que refleja la pasión, el dolor y el conflicto entre el amor y el poder.
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