lunes, 21 de julio de 2025

CAUTIVOS DEL MAL

 


Un tiránico y manipulador productor de cine, que atraviesa dificultades financieras, pide ayuda a un director, a una actriz y a un guionista, a los que ayudó a triunfar, pero que tienen sobradas razones para detestarlo. Los tres le reprocharán su falta de escrúpulos para alcanzar el éxito sin reparar en las personas a las que traicionaba o engañaba.


Basado en una historia del escritor y periodista norteamericano George Bradshaw, el film de Vicente Minnelli, nos presenta a Jonathan Shields (Kirk Douglas), un amoral y despiadado productor de un importante estudio cinematográfico, cuya astucia le ha permitido llegar a la cima de la industria, pero que ahora se encuentra en dificultades y necesita a toda costa un éxito de taquilla. Ante la negativa de las tres personas a las que llama, el productor ejecutivo que trabajaba para Shields les convoca, se trata de la actriz Gloria Lorrison (Lana Turner), el director Fred Amiel (Barry Sullivan) y al guionista James Lee Bartlow (Dick Powell). Si estos tres nombres firman para un nuevo proyecto, está convencido de que obtendrá financiación para el nuevo film. Pero hay un problema: los tres pesos pesados de Hollywood odian a Shields.


A menudo considerado como una de las visiones más interesantes de la industria cinematográfica, la historia está narrada mediante flashbacks y a través de la mirada de las tres personas a las que engañó y luego alienó el protagonista, de forma que componen tres historias, en cierto modo independientes.
El film fue premiado con 5 Oscar de la Academia de Hollywood.
Además de las excelentes interpretaciones de un elenco a la altura de sus nombres y de una historia ya de por sí atractiva, la película narra con soltura algunos de los entresijos de este mundillo tan peculiar, bien que lo haga a través de pequeñas pinceladas, el cinéfilo sabrá apreciar estos detalles en los que muestra las diferencias de visión entre productor y director (y no referidas precisamente al asunto económico) en una época en que los productores intervenían mucho más que ahora en la parte artística; la manera en que un guion se traduce al lenguaje cinematográfico, tachando líneas y líneas de diálogo que serán sustituídas por imágenes; la difícil labor a la hora de tratar con los intérpretes, sus manías, miedos y egos; el ingenio para suplir la falta de presupuesto que impide montar escenas fácilmente inteligibles para espectador, por otras en las que se sugiere más que se muestra; y otros cuantos detalles que van mucho más allá de la simple narración de una  historia melodramática.




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