miércoles, 4 de diciembre de 2013

REVOLUCIÓN

Tom Dobb (Al Pacino) transporta en su barca un cargamento de pieles. Cuando llega a Nueva York en compañía de su hijo Ned (Dexter Fletcher), se encuentra a la ciudad alterada, pues estamos en los momentos álgidos de las revueltas pro independencia.
Tom ve cómo su barca es confiscada por los levantiscos y, a regañadientes, se alista en el ejército rebelde para poder acompañar a su hijo que ha sido reclutado aprovechándose de su bisoñez.
Aunque Tom está convencido de que aquella no es su guerra, a medida que pasa el tiempo y comprueba la brutalidad de los métodos del ejército inglés, su opinión va cambiando. Vuelve a colaborar con el ejército, en esta ocasión como explorador, junto a su joven hijo y a unos indios que le han ayudado cuando el chico había enfermado tras recibir un despiadado castigo de sus captores ingleses.


La película resulta un tanto embarullada, seguramente el director buscaba una manera de transmitir precisamente algo de eso, el desbarajuste que se produce en momentos de convulsión social, pero está mal conseguido, como tantas otras cosas en el film.


Hugh Hudson nos quiere contar algo (obvio), pero lo hace mal, creo yo.
La película está muy bien ambientada, seguramente la vida de aquellas personas era más o menos así, como la retrata el film y en el apartado bélico, los enfrentamientos armados están rodados con todo lujo de detalles en los uniformes, el armamento, el despliegue de las tropas... Pero no se saca partido de todo aquello, las secuencias van una otra tras mal hiladas.


Las actuaciones, pues más o menos a la altura, con Al Pacino irregular, soportando de vez en cuando algunos primeros planos demasiado prolongados; Donald Sutherland como desganado y Nastassja Kinski que se ve que se esfuerza, pero no da más de sí.


Una lástima de film que desperdicia una buena historia, donde se nos quiere contar lo despiadado, sucio y ruin que se esconde tras las llamadas revoluciones, en las que los de siempre promueven y envían a los de siempre (esta vez son otros) a que les vuelen la tapa de los sesos y les saquen las tripas en nombre de una libertad que sólo va beneficiar a los de siempre (esta vez son los del principio).
El protagonista se siente engañado y estafado, le quitan la barca a cambio de un pagaré que cuando acaba la guerra y va a cobrarlo, sólo vale la mitad, porque el dólar se ha depreciado y los 150 acres de tierra que le prometieron, pues va a ser que no, y le dicen con todo el morro que la tierra se la han vendido a los especuladores para pagar las deudas de guerra. ¿Les suena este cuento chino, verdad?
Más actual de lo que pueda parecer a primera vista, un mal guión y una defectuosa dirección dejan en poco menos que nada lo que pudo haber sido y no fue.







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