sábado, 21 de diciembre de 2013

EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA

El tema central de la obra, se alimenta de la creencia en la procesión de las ánimas, tan típica de los relatos del norte de España y que ya pasó a nuestra literatura escrita, como en la inevitable referencia a Tirso de Molina: El burlador de Sevilla.
La obra comienza con una somera descripción de la ciudad de Salamanca:

Todo en fin a media noche
reposaba, y tumba era
de sus dormidos vivientes
la antigua ciudad que riega
el Tormes, fecundo río,
nombrado de los poetas,
                                              la famosa Salamanca,
                                              insigne en armas y letras,
                                              patria de ilustres varones,
                                              noble archivo de las ciencias.

El protagonista, un trasunto del Don Juan, es don Félix de Montemar, el símbolo de lo socialmente reprobable. Al contrario que en la obra de Tirso, aquí la contemplación de la propia muerte, no se presenta como una reconducción del personaje, sino como un triunfo del anhelo de libertad y del individualismo. Lo esencial de don Félix no es su caracter de seductor, sino su rebeldía, su necesidad de desafíar los límites de lo que somos como humanos.
La estructura de la obra, escrita en versos polimétricos, rompe la línea narrativa clásica y la segunda parte, se antepone a la primera, anticipando algunas de las técnicas que serán desarrolladas en el siglo XX.
 
 
 

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