miércoles, 2 de noviembre de 2011

QUE EL CIELO LA JUZGUE

Richard Harland (Cornel Wilde) es un escritor de éxito que se dispone a hacer una visita a un abogado amigo suyo en su finca de Rancho Jacinto, en el viaje conoce por casualidad a Ellen Berent (Gene Tierney), una bella mujer con una personalidad sugerente y misteriosa de la que se enamora rápidamente y que, sin saberlo ninguno de ellos, también se va a hospedar en el rancho. Ellen no tardará en corresponderle rompiendo su anterior compromiso con un abogado que tiene ambiciones políticas y llegará a ser fiscal (Vincent Price) y casándose con Richard. Su vida matrimonial parece perfecta: Su situación económica es acomodada y ambos se aman sinceramente. Pero pronto empieza a surgir un problema que destruirá su felicidad: Ellen es una persona tan entregada como enfermizamente posesiva y celosa, hasta el punto de no soportar la presencia de cualquiera que le aparte de su marido.

Las situaciones más tensas y graves se vivirán cuando la presencia de algunas de las personas más cercanas y queridas, sean percibidas por Ellen como pertubadoras de la posesión absoluta que ella requiere de su marido. Así ocurre en el caso de Danny, el hermano discapacitado de Richard; Ruth (Jeanne Crain), la hermana de Ellen; e incluso del hijo que está por nacer del matrimonio.

La película es la narración de una pasión amorosa enfermiza y, por encima de otras consideraciones, es un soberbio melodrama basado en un best seller del novelista Ben Ames William, que acababa de escandalizar a los lectores norteamericanos con una inquietante novela en la que se narraba, sin escatimar los detalles más escabrosos, la fascinante y aterradora historia de una mujer egoísta, perversa y dominante, que arruinaba las vidas de cuantos la rodeaban. La adaptación cinematográfica, corrió a cargo de Jo Swerling.

El director, John M. Stahl, firma una de sus mejores películas (si no la mejor). Su principal desafío era el empleo del technicolor, con el que no estaba familiarizado, puesto que todas sus películas anteriores habían sido filmadas en blanco y negro. Para solventar esa dificultad, allí estaba Leon Shamroy, uno de los grandes directores de fotografía, que ostenta, junto a su colega Charles Lang, el récord de nominaciones a los Oscars.
La excelente fotografía de Shamroy, realizada en delicados tonos pastel, contribuyó a darle un aspecto más idílico, si cabe, a los maravillosos escenarios naturales en los que transcurre buena parte del metraje, y realzó hasta el paroxismo la belleza de una Gene Tirney más hermosa que nunca.

La película es muy peculiar, con Ellen Berent la malignidad femenina en el cine alcanza sus cotas más elevadas, pero el personaje es, a un tiempo, negativo y sublime y la profundidad psicológica es tremenda. Sin quererlo, a uno le viene a la memoria aquella Juana I de Castilla (La loca), que todo lo que hizo, bueno o malo, lo hizo por amor. Igual sucede en este caso, las tremendas maldades y perversiones de Ellen, tienen como origen el amor, un amor patológico y peligroso, pero amor al fin y a la postre y, como he leído en alguna parte, se la puede culpar de todo el mal que ha causado, pero ¿podemos juzgarla por ello? Que el cielo la juzgue.

Fantástica Gene Tierney, dando vida a un intangible como el desequilibrio mental, a través de miradas perdidas; la frialdad con la que prepara su caida por la escalera para provocarse el aborto; o la tremenda escena del lago, donde con una absoluta frialdad deja ahogarse al hermano de su marido, escondida tras esas gafas de sol con las que quiere ocultar su mirada impasible.
De no haberse cruzado Joan Crawford en su camino, estaríamos hablando de una actriz oscarizada por este papel.

El film tiene muchas más lecturas, como el drama de infancia que ha convertido a Ellen en lo que es y del que no se nos habla sino de manera solapada; el retrato que hace de la "gente bien", acostumbrada a vivir sin demasiadas preocupaciones en su vida diaria y que, sin embargo, padece de otros males.
Además, es impagable la preciosa escenografía, tanto de exteriores (con sublimes paisajes naturales), como de interiores.

No quiero dejar de hablar de un apartado de esos considerados menores y que a mí me llamó especialmente la atención: El diseño de vestuario.
Estuvo a cargo de Kay Nelson. Gene luce nada menos que veinticuatro modelos distintos, incluyendo batas, camisones y bañadores, con los que fue ávidamente filmada por Stahl; no en vano uno de los lemas con los que se publicitó la cinta fue: Gene Tierney en technicolor.
Resulta difícil elegir un modelo entre los que luce. Por sugerentes para el público masculino de la época, hay un par de bañadores muy de los cuarenta, que silueteaban lo justo su figura de líneas clásicas. Yo me quedo con los pantalones que luce en alguna ocasión y que estaban poniéndose de moda como signo liberador de la mujer tras la II Guerra Mundial y, por lo original, el conjunto que luce en la entrevista con el doctor que trata a Danny. Justo el que se ve en el fotograma de más abajo.

Una gran película, dirigida sin estridencias y dándole un sosiego que le viene muy bien para equilibrar la dura historia que narra.
Como dijo Martin Scorsese, Que el cielo la juzgue, es una película negra en rutilante color.




7 comentarios:

  1. Hola Trece:la película,el entorno parece concebida para expresar la psicosis humana,con esas celotipias...Yo me acuerdo de la escena del lago y de la buena interpretación de la protagonista,pero creo que ahonda poquísimo en sus porqués.Una buena peli.Saludos Trece.
    ¡ah! muy de acuerdo con el tema del vestuario y esa apreciación de los pantalones. ;^)

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  2. A mí me parece una peli bastante redonda, incluso el final, que podía haber quedado un tanto edulcorado, ha quedado muy bien conseguido.

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  3. Suscribo la definición que hace Scorsese ;Que el cielo la juzgue, es una película negra en rutilante color.

    Una magnífica película de cine negro,añado yo, con una Gene Tierney impagable,magistral y bellísima.

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  4. Buena película. Coño somos tan viejos, al menos yo, que casi todas las he visto. Ahora es cuando hace años que no voy al cine. Bueno quizás no vaya porque ni hay. En mi ciudad hace treinta y tantos años había nada menos que cinco; y ahora que tiene más de ochenta mil habitantes no hay ninguno. Saludos Trecce.

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  5. Rafa, aquella época dorada de las salas de cine, de la que fuimos testigos, yo pienso que afortunados, ha quedado para la historia, por desgracia.

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  6. Podría hablarse de un subgénero dentro del cine negro: La psicología criminal. Rebeca, Sospecha,Perdición, El cartero siempre llama dos veces, Retorno al abismo, Muro de tinieblas, Concierto macabro, La huella de un recuerdo...Pasiones desatadas,caracteres desmadrados. Y como buen melodrama; La música en su sitio del gran Alfred Newman. Saludos

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