miércoles, 29 de mayo de 2024

PERFECT DAYS

 


Hirayama (Kôji Yakusho) parece totalmente satisfecho con su sencilla vida de limpiador de baños públicos en Tokio. Fuera de su estructurada rutina diaria, disfruta de su pasión por la música y los libros. Le encantan los árboles y les hace fotos. Una serie de encuentros inesperados revelan, poco a poco, algo más de su pasado.


Ya cuarenta años desde que descubrí el universo de Wim Wenders con la inolvidable París, Texas y ahora, contemplo esta deliciosa reflexión sobre la felicidad de las cosas sencillas. 
Dos aspectos complementarios han llamado poderosamente mi atención, por un lado la evocadora banda sonora, a base de composiciones musicales de los 60 y 70 que no se limitan a adornar la historia, sino que suponen toda una experiencia musical en sí mismas y que son para el oído lo mismo que para la vista las fotos de los árboles que Hirayama obtiene con su cámara analógica, enfatizando la belleza a modo de instantáneas auditivas. 
La otra, la propia ciudad, con tomas cuidadosamente elegidas, que llegan a la sublimación con los retretes que limpia el protagonista. El baño público, quizá junto a los contenedores de basura, es lo más humilde y, al tiempo, lo menos agradable, por el fin a que está destinado, que podemos encontrar en una ciudad y, sin embargo, ¡son cosas tan necesarias! Wenders echa mano de estas auténticas obras de arte diseñadas por arquitectos de renombre para los juegos olímpicos de la pandemia (se construyeron 17, diseñados, entre otros, por Takanosuke Sakakura, Nao Tamura, Tadao Ando, Kengo Kuma, Kazoo Sato o Shigeru Ban, o por diseñadores de interiores como Masamichi Katayama, que trabaja para la prestigiosa marca Wonderwall, o el diseñador gráfico Kashiwa Sato), que subliman a estos espacios públicos, perfectamente integrados, casi siempre en entornos verdes, verdaderas joyas de arquitectura urbana y ponen en valor su presencia entre nosotros, al tiempo que se transforman, en el film, en una metáfora sobre esa felicidad que debemos buscar en lo sencillo y cotidiano, pero que, al tiempo, nos resultan ambiguos, atractivos e intrigantes, en algún caso resultando difícil deducir qué esconde aquella estructura.


El realizador y guionista germano cuenta una historia, si se quiere intrascendente, eso es cierto, pero al tiempo, nos invita a sumergirnos en el lienzo de la vida de un hombre corriente que ha sabido elegir y se ha quedado con la felicidad de lo sencillo, de lo humilde y del gozo que supone disfrutar de sus particulares rutinas y de sus humildes aficiones, en definitiva, sacarle partido a lo cotidiano que, como digo siempre, en muchas ocasiones solo aprecias cuando te falta.




4 comentarios:

  1. Creo que un reportaje sobre estos lavabos públicos fue el germen de la película.

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    1. Recuerdo haber leído en algún lugar que alguno de los organizadores de la Olimpiada, quería poner en valor estas infraestructuras (no se si alguna otra) y contactó con varios realizadores internacionales para hacer un documental promocional y uno debía ser Wenders, que decidió no quedarse en eso solamente y pensó en una película que es esta.

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  2. Una película muy zen. Como su protagonista.

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