jueves, 17 de diciembre de 2020

GUY AND MADELINE ON A PARK BENCH

 


Guy (Jason Palmer) es un trompetista de jazz que arruina su relación con la tímida Madeline (Desiree García) cuando comienza una relación con Elena (Sandha Khin). Se ha tratado de un impulso mal calculado, pues Guy acaba de conocer a Elena en el metro y cree encontrar en ella una chica más de mundo, para acabar arrepintiéndose de la decisión tomada cuando la nueva chica se vuelva invasiva. Mientras él se da cuenta de todo esto, Madeline ha decidido seguir adelante y comienza a explorar la posibilidad de salir de Boston e ir a Nueva York.


Rodado en blanco y negro, el film está lleno de música, números de jazz compuestos por Justin Hurwitz y grabados por músicos de jazz locales y la Orquesta Sinfónica de Bratislava. La mayor parte es música de fondo o actuaciones en vivo de Guy y sus amigos, incluida una rutina de claqué que surge espontáneamente en una fiesta. Es música en vivo dentro de la escena y, por lo tanto, basada en la vida real. 
Las canciones de Madeline están más en línea con la tradición musical teatral de la vieja escuela. Ella canta sus melodías como si fueran para sí misma, y la instrumentación que la respalda es esencialmente la música que escucha en su cabeza. Para su segundo número, también imagina a sus compañeros de trabajo bailando, convirtiendo su sencillo trabajo de camarera en una actuación coreografiada.


Aquí empezó todo. El entonces jovencísimo Damien Chazelle irrumpe en la gran pantalla con esta película que dirige, guioniza y produce y en la que ya se nota que viene a aportar algo diferente. Mucho desencuadre, primeros planos de objetos y personas que, en ocasiones, todo hay que decirlo, poco o nada aportan, cierto aire documental subrayado por el uso de la cámara en mano y por el retrato natural de la ciudad, sus personajes y paisajes en los que se detiene y deleita. El film tiene mucho del joven que quiere buscar nuevos caminos y al que poco le importa la crítica, pues aún no tiene demasiado que perder, se nota en muchos aspectos que es el trabajo de un neófito que experimenta. Actores poco conocidos, cuando no absolutamente desconocidos, pero a los que se ve a gusto delante de la cámara y un montaje aparentemente desordenado, no sé si de manera buscada. 
Algunos ven ella influencias de Los paraguas de Cherburgo, quizá por la sugestiva imagen del inicio, con la protagonista de espaldas sobre un puente, paraguas en mano; o por la breve imagen cenital en la que vemos pasar peatones con los paraguas abiertos sobre el suelo mojado, que puede recordar, muy de lejos, a una maravillosa que se ve en la película de Jacques Demy; o por la forma casi íntima de cantar de la protagonista; o por tratarse de un musical poco al uso; o por todo ello. De cualquier modo, imagino a Chazelle encantado con estas comparaciones con musicales clásicos.


Años después llegarían la reconocida Whiplash y la aclamada La, La, Land, pero ya en esta tenemos un realizador que nos ofrece una película diferente y en el que se adivina una carrera prometedora, si bien para algunos puristas, esta última supone una cesión al cine comercial y el abandono de su búsqueda de una línea original. 
El film también tiene su momento La, La, Land en el número de baile que se marca la protagonista y, además, suena una melodía de forma recurrente durante el film, algunas de cuyas notas son tal cual, la melodía principal de la oscarizada película que consagraría definitivamente al realizador franco-estadounidense.




2 comentarios:

  1. ¡Hola!
    Otra peli que me apunto. La filmación en blanco y negro, me encanta. Le da un gusto a añejo.

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