Guy Foucher (Nino Castelnuovo) trabaja como mecánico en un garaje de la localidad francesa de Cherburgo, está enamorado de Geneviève Emery (Catherine Deneuve), una jovencita que ayuda a su madre, la señora Emery (Anne Vernon) en la tienda de paraguas que esta posee.
En un momento de dificultades económicas, madame Emery decide vender sus joyas para cancelar una deuda que ha de pagar sin demora y aunque un joyero conocido suyo le dice que sólo puede exponer el collar que le ha llevado y darle el dinero cuando se venda, un joven viajante de joyas que está en el establecimiento, llamado Roland Cassard (Marc Michel) se ofrece a comprárselo y sacarle así del apuro.
El señor Cassard, se siente atraído por la joven señorita Emery, pero ella está haciendo planes de boda con su novio, unos planes que se verán truncados, al menos de momento, cuando Guy recibe el llamamiento para hacer el servicio militar, deberá pasar dos años en Argelia.
Todos los diálogos de la peli son cantados, y cuando digo todos, pues eso... que los personajes se pasan la película cantando. Esta peculiaridad la convierte en todo un experimento, casi una osadía con la que se atrevió su director Jacques Demy, uno de los más destacados representantes de la llamada Nouvelle Vague. Con el paso de los años se ha convertido en un film de culto.
Aunque no sólo por la peculiaridad citada, sino por toda la estética del film, deliberadamente cursi, pero nunca empalagosa, con algunos detalles singulares que llaman poderosamente la atención, como los coloristas decorados interiores, muchas veces a juego con la ropa de las actrices; también el propio vestuario de estas; o el papel que la luz y el color juegan en el desarrollo del film, en el que adquieren protagonismo propio, al comenzar la película con una proliferación de colores muy llamativos, para irse oscureciendo de manera casi imperceptible, hasta llegar a la escena final con un predominio absoluto del blanco y negro (la nieve, la fachada blanca del garaje, el abrigo pieles que lleva la protagonista, el auto que conduce [también negro], la noche...) que subraya la amargura y un cierto toque dramático y pesimista.
Magníficas las escenas que acompañan a los créditos iniciales, con un picado cenital sobre los adoquines mojados del puerto de Cherburgo, por el que van desfilando personas con sus paraguas abiertos, en una paleta de colores en movimiento francamente llamativa.
Las actuaciones son bastante correctas, con una Caterine Deneuve virginal, transmitiendo sensación de inocencia y un cierto desamparo. Y
una banda sonora que se apoya en el romántico y evocador tema central que se ha convertido en un clásico de la música romántica de todos los tiempos.
A pesar de estar cantada de principio a fin, este recurso resulta muy agradable al oído y la historia, además del romanticismo del primera amor, nos habla de sufrimiento, desengaño y sinsabores, todo ello de una manera muy colorista y, sobre todo, muy elegante.
Una joyita del cine romántico. Inmortal la música de Legrand. Una irreconocible y dulce Deneuve. Es una ópera sin la grandilocuencia que tenemos del género musical clásico. No ha envejecido tan bien como su protagonista.
ResponderEliminarYo creo que es una delicia de film, con sus limitaciones, claro y siempre que le gusten a uno este tipo de pelis.
EliminarEs una película entretenida, de escenas muy sugerentes, pero para mi gusto, demasiado cante y poco dialogo.
ResponderEliminarSaludos
Poco diálogo, no, José Luis, ningún diálogo, al menos tal y como lo entendemos. Todo está cantado.
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