En 1889, millares de pioneros ansiosos de colonizar nuevas tierras se dirigen hacia el punto de partida de la gran carrera que ha de abrir el territorio de Oklahoma a la civilización. Entre ellos se encuentran Yancey Cravat (Glenn Ford) y su mujer Sabra (Maria Schell), que ha decidido dejar la ciudad y acompañar a su marido en esta aventura.
Adaptación de la novela de Edna Ferber, que ya había sido llevada a la pantalla en 1931 por Wesley Ruggles, con Richard Dix e Irene Dunne como protagonistas.
Si se quiere ver así, la película es un western, por cierto, el último de Anthony Mann, de hecho, la ambientación y todo eso, responden al género.
Pero hay muchos más asuntos que se contienen en la narración: el racismo para con los indios, reflejado en varias escenas, quizá de manera más cruel cuando la pequeña niña india es expulsada de la escuela, incluso más impactante que cuando linchan a su padre por la manera en que está rodada; los conflictos intergeneracionales; las diferencias en el matrimonio por las distintas concepciones sobre la vida y el futuro entre los miembros de la pareja; la solidaridad; el arribismo y algún otro.
Tiene escenas espectaculares, dignas de su realizador, la más llamativa quizá sea la carrera por conseguir las tierras (land rush), aunque hay otras cuantas que llaman la atención más por el arte con que están concebidas y realizadas que por su grandiosidad: la ya mencionada de la niña india o la forma en que Yancey se presenta en casa tras una ausencia de años, por ejemplo.
El papel y la historia misma de Sabra Cravat, no resulta para nada anecdótico, al punto de que durante muchos pasajes del film parece ella la protagonista más que su propio esposo, sumergiéndonos en su complicada situación, una chica del este, de familia acomodada, que viaja hacia el salvaje oeste con su apuesto marido. De espíritu más pragmático que su esposo, a quien pueden, por una lado, su integridad moral y, por otro, su ferviente afán de aventuras.
Con algunos momentos muy emotivos, es también una crónica sobre los pioneros que colonizaron los territorios libres del oeste americano y sobre la evolución de una sociedad nueva que va pasando de ser un grupo de personas con cierto afán de aventura y de buscar un futuro mas prometedor para sus familias, a grupos de ciudadanos que van asentado la ley y el orden en aquellos territorios en que no existía, al tiempo que vemos peculiaridades propias de ellos, como el descubrimiento de petróleo en sus tierras y lo que ello significó y otras situaciones más universales, como la corrupción y los manejos de los políticos o las ventajas que obtienen los ricos y poderosos gracias a la influencia que les proporciona su dinero y su estatus social.
La película supuso un pequeño fiasco en taquilla, pero creo que es de esos films que merece la pena ver, magníficamente interpretado, secundarios incluídos y dirigida de manera eficaz.
Peliculón, a mi padre le encantaba y la he visto mucho, y, como dices, es un western por la ambientación pero va más allá.
ResponderEliminarFeliz tarde.
En efecto, va más allá de la típica película del oeste.
EliminarLa película me gusta, no obstante el personaje de Yancey me parece que es una justificación del intervencionismo americano, no se pierde ni la Guerra de Cuba ni la IGM. ¿Un buen americano debe ser aventurero?
ResponderEliminarUn saludo.
Yancey va a ser recibido como un héroe tras haber participado en una batalla en la mal llamada Guerra Hispanoamericana que, por cierto, todos sabemos a cuento de qué vino (entre otras cosas), de las mentiras y los espurios intereses del señor William Randolph Hearst y sus periódicos.
EliminarBien, esa batalla a que se refiere la película, fue la de Las Lomas de San Juan, en la que el 1 de julio de 1898 un grupo de 300 soldados españoles recibieron la orden de resistir la ofensiva estadounidense que alineó entre 15 y 20.000 hombres, que durante un día entero de asedio fueron mantenidos completamente a raya. Naturalmente la "hazaña" fue magnificada hasta la exageración en la joven nación americana, mientras en España no pasó de una de tantas escaramuzas del desastre general de 1898.
Eso sí, uno no puede dejar de mirar con cierta envidia la manera en que los norteamericanos cuentan su pasado a diferencia de cómo lo hacemos aquí.