viernes, 5 de febrero de 2021

ORGULLO (PRIDE)

 

Entre 1984 y 1985 tuvo lugar la huelga de los mineros británicos, un momento decisivo en la historia de Gran Bretaña, ante la que Margaret Thatcher se mantuvo inflexible frente a las protestas del entonces poderoso sindicato minero mientras los trabajadores hacían todo por resistir. 
El joven y soñador activista homosexual Mark Ashton (Ben Schnetzer) decide no quedarse de brazos cruzados frente a la situación que se vive en su país y fundar el LGSM (Lesbians and Gays Support the Miners). La idea que le obsesiona y decide llevar a cabo no encuentra muchos seguidores. No es entendido por los mineros, estos hombres rudos que han crecido en pequeños pueblos y han sido criados en medio de valores tradicionales y que se hallan lejos de apreciar a los homosexuales y eso es justamente lo que no tardarán en explicarle a Mark  las personas cercanas a él. Sin embargo, está decidido a ayudar. Su lógica es clara: tanto a los mineros como a los homosexuales los persiguen, los golpean, los dos tiene un enemigo que busca aplastarlos y solo si las minorías se unen podrán hacer algo. 
Se dedica a recaudar fondos para ayudar a las familias de los trabajadores, pero el sindicato no acepta el dinero. El grupo decide entonces ponerse en contacto directo con los mineros y van a un pueblecito de Gales. Empieza así la curiosa historia de dos comunidades totalmente diferentes que se unen por una causa común.


Mezcla los momentos divertidos con otros que nos llevan a la reflexión, aparte de los asuntos principales del film, es decir, la huelga minera y los problemas del colectivo gay, también aborda la situación de la mujer, las relaciones entre padres e hijos, las diferencias entre la cultura urbana y la rural... A través de este planteamiento que, sin renunciar a exponerlos, no exagera los problemas, sencillamente plantea con ese tono de humor que recorre toda la película, las dificultades de entendimiento entre dos colectivos tan diferentes, consiguiendo llegar al espectador y supongo que a cada cual le afectará de manera diferente.


Con buenas interpretaciones, muchos de los secundarios tienen su momento de protagonismo. Está magníficamente recreada la época en que se produjeron los hechos y cuenta con un buen trabajo de fotografía que saca partido tanto a los paisajes urbanos de Londres, como a las zonas de Gales que retrata de las que sabe extraer belleza y, al tiempo, la cara menos amable de aquella tierra. El guión nos acerca un relato muy atractivo, de mucha fuerza y, al final, te queda una sensación de cierto optimismo, que invita a cada cual a buscar su lugar en el mundo y, desde ahí, tratar de echar una mano a aquellos que han podido correr peor suerte que nosotros.




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