Cuando desarrollaba su labor como guardia de seguridad en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, Richard Jewell (Paul Walter Hauser) descubrió una mochila con explosivos en su interior y evitó un número mayor de víctimas al ayudar a evacuar el área poco antes de que se produjera el estallido. En un principio se le presentó como un héroe cuya intervención salvó vidas, pero posteriormente Jewell pasó a ser considerado el sospechoso número uno y fue investigado como presunto culpable.
El guión se basa en el artículo periodístico ‘American Nightmare: The Ballad of Richard Jewell’ de Marie Brenner, publicado por Vanity Fair en 1997 y en el libro ‘The Suspect’, escrito por el fiscal Kent Alexander y el editor periodístico Kevin Salwen.
Tres días después de la explosión, el periódico local de la ciudad de las Olimpiadas, The Atlanta Journal-Constitution, publicó que Richard Jewell era el principal sospechoso para el FBI. Las razones que apuntaban son que el guardia de seguridad encajaba en el perfil de terrorista solitario. En el artículo de la periodista Kathy Scruggs se incidía en la forma física de Jewell, su extraña vida social, que vivía con su madre pasada la treintena y que todo podría ser un plan para llegar a cumplir su frustrado sueño de ser policía.
La periodista Kathy Scruggs (interpretada por Olivia Wilde) nunca reveló el nombre de su fuente, pero los autores del libro descubrieron que se trataba del agente del FBI, Don Johnson. En la película, se ha cambiado por el ficticio Tom Shaw (Jon Hamm).
La película ha sufrido un enorme batacazo de taquilla en EE.UU., en buena parte por el escándalo que ha montado a su alrededor la prensa norteamericana que se ha sentido atacada y lo ha tomado como algo personal.
Vamos a verlo todo desde nuestra perspectiva europea alejada de estas controversias que ni nos van ni nos vienen.
He de decir que en esta cita anual con los espectadores, Clint Eastwood sigue la estela de algunos de sus últimos trabajos (El francotirador, Sully o la fracasada 15:17 tren a París), en las que retrata a héroes de carne y hueso, gente común, sin capa ni superpoderes, que se ven enfrentados a problemas por las iniciativas que tomaron que, en ocasiones, les hacen pasar de héroes a villanos.
Eastwood no tiene reparo alguno en criticar a cierta prensa que no mide bien las consecuencias de lo que publica y somete a quien coloca en el centro de la noticia a una exposición mediática que no puede combatir por falta de los recursos con los que sí cuentan los medios de comunicación.
También pone en el punto de mira en la policía, en concreto el F.B.I. y su afán de encontrar un culpable al precio que sea, sin mirar si están arruinando la vida de un inocente.
Todo esto lo hace el director norteamericano con la maestría habitual que demuestra desde hace tiempo, una absoluta limpieza narrativa, concreción a la hora de hacernos llegar la historia y una técnica depurada en la realización. Prácticamente en la primera secuencia tenemos descritos los perfiles del protagonista y del que después será su abogado y, con la misma certeza, nos va describiendo a los demás e introduciendo en una historia que resulta atractiva y muy entretenida.
Hay un par de frases que se producen en el interrogatorio que el F.B.I. le hace a Jewell, que me llamaron la atención:
Antes de comenzar, el protagonista le dice a su abogado que sus interrogadores son agentes del gobierno y este le contesta que los agentes que le van a preguntar, no son el gobierno de los EE.UU., sino tres idiotas que trabajan para él.
La otra, es el demoledor alegato que Jewell hace en su defensa, dejando sin palabras a los policías y que da por concluído el interrogatorio: "¿Qué creen Vds. que hará a partir de ahora un vigilante de seguridad cada vez que encuentre un paquete sospechoso? ¿Ponerlo en conocimiento de la policía? ¡No!, saldrá corriendo y tratará de alejarse lo más posible, no querrá ser un nuevo Richard Jewell".
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