Sibyl (Virginie Efira) es una psicoterapeuta que decide volver a dedicarse a la que es su verdadera pasión: la escritura. Para poder hacerlo deja de ver a todos sus pacientes, lo que le permite poder centrarse en las historias que quiere escribir.
Mientras se enfrenta al exceso de tiempo y la falta de inspiración, recibe una llamada de Margot (Adèle Exarchopoulos), una joven actriz envuelta en una aventura dramática con Igor (Gaspard Ulliel), el coprotagonista de la película en que trabaja, y que es el novio de Mika (Sandra Hüller), la directora del film. Sibyl se enreda aún más en la vida de Margot y comienza a desdibujar el pasado y el presente, mezclando ficción con realidad y lo personal con lo profesional a medida que comienza a utilizar la vida de Margot como fuente de su novela.
Película en varios planos, o en varias dimensiones, que trata de reflejar los conflictos de una mujer que ha abandonado su pasión (no sabemos muy bien por qué), por su profesión de terapeuta. El film nos habla de su vida profesional, de la familiar y del entorno en que se ve envuelta cuando acepta llevar a una paciente, una actriz con una vida un tanto embarullada.
El montaje, en que se intercalan, junto al tiempo presente, recuerdos del pasado de la protagonista y otras escenas que se supone son ficción, aunque esto no queda del todo claro, a veces puede descolocar un tanto al espectador.
Técnicamente está bien rodada y las interpretaciones de las tres principales actrices, tienen momentos de buen nivel. Destacan las escenas en la isla de Strómboli, de claras connotaciones cinematográficas, con las que la realizadora hace una serie de guiños a películas anteriores que tienen a esta isla italiana como símbolo y paisaje a un tiempo.
Con algunos momentos de humor, en que se juega con la manipulación de unos a otros personajes, las mentiras, las pasiones y las adicciones de los mismos, la realizadora francesa Justine Triet, acaba haciendo un pastiche en el que yo pienso que se enreda, sin saber transmitir al espectador lo que tiene planificado en su cabeza.
Es una opinión, claro, pero pienso que los personajes no acaban de conectar precisamente por el laberinto que monta al pretender explorar caminos que aporten algo diferente al cine habitual.
Al final, uno tiene la sensación de haber visto eso, un experimento que no está bien resuelto.
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