jueves, 17 de octubre de 2019

IT'S SUCH A BEAUTIFUL DAY

Bill es un tío normal como lo somos la mayoría de nosotros. Nada lo distingue del resto del mundo excepto su sombrero de copa. Tiene manías extrañas como cualquier ser humano: no coge frutas de la parte delantera del mostrador porque quedan a la altura de la entrepierna de los demás clientes y se siente usado cuando sus conversaciones con las cajeras acaban en un “Hola, ¿cómo estás?” “Bien, ¿y tú?”. Su aire de inocencia lo hace inofensivo y entrañable desde el primer momento.
Entendemos que a Bill le ocurre algo, aunque en ningún momento sabemos con certeza qué puede ser, tal vez sea algo que afecta a su cerebro o quizá una enfermedad genética degenerativa, pero sí captamos que lo que quiera que sea, le está llevando a una especie de enajenación mental cada vez más notable. La duda de que todo lo contado sea imaginación del protagonista persiste durante el film y por lo tanto, el argumento se sostiene en la nada y pasa a ser una simple herramienta de exploración interna. Además, todas sus habilidades para relacionarse interpersonalmente se deterioran, haciéndolo narrador de detalles y tabúes con mayor facilidad.
Bill vive su día a día automatizado, metido en repeticiones. Un tedioso ciclo blanquinegro recorriendo los mismos bloques de edificios, haciendo las mismas compras, dejando las llaves en el mismo sitio. Su enfermedad no rompe con el ciclo, sino que lo hace más evidente a los ojos del espectador.

 

Recopila los tres cortometrajes de Don Hertzfeldt que forman la llamada "trilogía de Bill": Everything Will be OK (2006), I Am So Proud of You (2008) e It's Such a Beautiful Day (2011). La película fue estrenada en otoño de 2012 en numerosos festivales y salas de cine norteamericanas, recibiendo críticas favorables en medios especializados.


Historia sencilla en la que un personaje dibujado con cuatro trazos, nos habla de cosas que nos resultan cercanas, reflexionando sobre lo que ha sido y es su vida, sus miedos, sus anhelos incumplidos, pero sin dramas y con un toque de humor negro.
Resulta muy llamativa la utilización de recursos visuales, fotografías, imágenes en color, en ocasiones distorsionadas, luces y sonidos. Con una banda sonora bien elegida a base de música clásica y alguna aportación del propio Hertzfeldt, que también pone la voz en off, fundamental para el desarrollo de la historia en la que está casi constantemente presente.
La película que, a más de uno le resultará aburrida o cuando menos poco atractiva, es sobre todo una experiencia, una manera diferente y original de hacer cine. Apenas una hora en la que presenciamos una mezcla de arte y sensibilidad que nos habla de lo cotidiano. Algo sencillo, pero muy difícil de llevar a efecto de la manera brillante en que lo hace el realizador norteamericano.




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