De todas las grandes batallas napoleónicas, la de Essling no es la más conocida. Sin embargo, no fue la menos mortífera: Más de cuarenta mil muertos (veintisiete mil austríacos y dieciséis mil franceses), a orillas del Danubio en dos días del mes de mayo de 1809 que supuso, por primera vez, que Napoleón sufriera un fracaso militar personal, que perjudicó su prestigio y estimuló a sus enemigos. Después de Essling, los nacionalismos se desarrollan en toda Europa.
Patrick Rambaud, que ganó el Goncourt en 1997 con este libro, no solo cuenta en él una historia, nos introduce en la batalla y por medio de todos los detalles que nos ofrece, como si estuviéramos ante un cuadro o una imagen, más que frente a un relato, consigue que lleguemos a sentirnos personajes del texto.
Novela mas bien corta, pero muy densa, es un relato ficticio apoyado en un entorno histórico, en el que junto a los personajes de a pie, inventados por el autor, soldados y oficiales de bajo rango, aparecen algunas de las grandes figuras de la epopeya napoleónica (Lannes, Bessières, Masséna, Davout...), así como una panorámica de los accidentes del terreno o datos de la meteorología (tan importantes ambos en el devenir de la batalla), que nos hace tener una idea bastante próxima de los acontecimientos, casi como si de un reportaje periodístico se tratara.
El libro, sin detenerse en ello más de lo imprescindible para no resultar prolijo, abunda en pequeños detalles: La escasez de cartuchos en determinados momentos; los soldados encargados de despojar a los coraceros muertos de sus corazas para reutilizarlas; los cirujanos y sus ayudantes amputando miembros a mansalva con sierras de carpintero; detalles de los uniformes en los que abundaban prendas que no formaban parte de los mismos pero que los soldados habían ido rapiñando para sustituír unas botas maltrechas o un capote perdido; la muerte y posterior violación de una mujer; el daño causado por los disparos de la artillería; el caldo de carne de caballo sazonado con pólvora de cañón que se servía a la tropa ...
Muy bien escrita, amena, entretenida, cual si viéramos no una película, sino un documental, porque aquí todo suena auténtico, dejando de lado una gloria engañosa, a veces debida a plumas aduladoras, para sustituírlo por un relato que se nos antoja más próximo al desastre, el dolor o la desesperanza que debieron sentir realmente quienes lo sufrieron.
En su momento, Honoré de Balzac se propuso narrar esta batalla entre los dos ejércitos más poderosos de la época, proyecto que nunca llegó a emprender, pues la marquesa de Castries, de la que se había prendado, le ocupa demasiado. Así habla de la novela tal como la imagina en una carta dirigida a la señora Hanska:
Ahí trato de iniciaros en todos los horrores, todas las bellezas de un campo de batalla. Mi batalla es la de Essling. Essling, con todas sus consecuencias. Es preciso que, en su sillón, un hombre frío vea el campo, los accidentes del terreno, las masas de hombres, los acontecimientos estratégicos, el Danubio, los puentes, que admire los detalles y el conjunto de esa lucha, oiga a la artillería, se interese por las jugadas sobre el damero, lo vea todo, sienta, en cada articulación de ese gran cuerpo, a Napoleón, a quien no mostraré, o que dejaré ver por la noche, cruzando el Danubio en una barca. Ni una sola cabeza de mujer, cañones, caballos, dos ejércitos, uniformes. En la primera página, el cañón ruge, y en la última se calla. Leeréis a través de la humareda y, una vez cerrado el libro, deberéis haberlo visto todo intuitivamente y acordaros de la batalla como si hubierais participado en ella.
Lejos de mi ánimo comparar a Rambaud con Balzac, pero sí puedo opinar que la novela de Rambaud es, a grandes rasgos como la trazó Balzac y el resultado es una crónica deslumbrante.
Ahí trato de iniciaros en todos los horrores, todas las bellezas de un campo de batalla. Mi batalla es la de Essling. Essling, con todas sus consecuencias. Es preciso que, en su sillón, un hombre frío vea el campo, los accidentes del terreno, las masas de hombres, los acontecimientos estratégicos, el Danubio, los puentes, que admire los detalles y el conjunto de esa lucha, oiga a la artillería, se interese por las jugadas sobre el damero, lo vea todo, sienta, en cada articulación de ese gran cuerpo, a Napoleón, a quien no mostraré, o que dejaré ver por la noche, cruzando el Danubio en una barca. Ni una sola cabeza de mujer, cañones, caballos, dos ejércitos, uniformes. En la primera página, el cañón ruge, y en la última se calla. Leeréis a través de la humareda y, una vez cerrado el libro, deberéis haberlo visto todo intuitivamente y acordaros de la batalla como si hubierais participado en ella.
Lejos de mi ánimo comparar a Rambaud con Balzac, pero sí puedo opinar que la novela de Rambaud es, a grandes rasgos como la trazó Balzac y el resultado es una crónica deslumbrante.
Javier García Sánchez, dice en su prólogo a la edición española, que en la novela de Rambaud "...no vamos a encontrar nuevos motivos para amar al audaz tirano, al astuto hombre mediocre elevado a la categoría de deidad, al combatiente individual, henchido mas nunca ahíto, de egolatría, que resume lo peor y más sórdido de la condición humana, ni tampoco —o apenas nada— del héroe que lidia en soledad contra el mundo y las circunstancias, que suele ser lo que nos conmueve de él, sino, ya era hora, algo muy diferente: el lector tiene entre sus manos una historia narrada en tono absolutamente frío, a menudo incluso glacial, en cualquier caso neutro y convincente, en la que lo de menos resulta casi la presencia del emperador —que no obstante sobrevuela toda la obra como una obsesión terrible y alada—, y lo más importante acaba por ser, precisamente, la batalla que se nos describe escrupulosamente y da pie al relato".
Y es que otra de las características del texto es la desmitificación de ciertos personajes, comenzando por la figura de Napoleón.
La meticulosidad de la reconstrucción y el aliento épico que anima estas páginas la convierten en una novela muy singular y agradable de leer.
Pero supongo que en la quiniela en el partido Francia-Austria el resultado fue un 1, pues murieron más austriacos que franceses.
ResponderEliminarLa batalla de Essling es considera por algunos como una victoria pírrica de Napoleón, por lo que señalas: el número de bajas en uno y otro bando. Pero la mayoría considera que aquello, si no una derrota, tampoco fue una victoria, ya que los franceses levantaron el campo para reagruparse, porque los refuerzos que esperaban, sobre todo las tropas de Davout, no pudieron cruzar el Danubio. También es cierto que los Austriacos estaban muy debilitados, aún así, no se sabe qué hubiera ocurrido si el Archiduque Carlos de Austria hubiera mandado a su ejército atacar a los franceses en retirada, tal vez, la derrota de Napoleón hubiera sido total.
EliminarA continuación de esta batalla, se libró la de Wagram, en la que, esta vez sí, Napoleón derrotó a los austriacos.
La batalla de Patrick Rambuaud es una novela extraordinaria. Es verdad que tiene alguna que otra escena excesivamente tétrica, pero engancha al lector. Y es muy interesante para los que nos gusta la historia, por su manera de describir a los personajes, inventados o no, y sus reacciones cuando se encuentran en situaciones verdaderamente dramáticas
ResponderEliminarMe parece un gran libro.
Eliminar