Guerra de Bosnia, 1993. Dos soldados de bandos distintos, un bosnio y un serbio, se encuentran atrapados entre las líneas enemigas, en tierra de nadie. Un sargento de los cascos azules de las Naciones Unidas se dispone a ayudarlos contraviniendo las órdenes de sus superiores, pues hay un tercer soldado herido, tendido en el suelo, que tiene debajo una mina antipersona que estallará al menor movimiento. Los medios de comunicación no tardan en convertir el asunto en un show mediático de carácter internacional. Mientras la tensión bélica crece y la prensa espera pacientemente nuevas noticias, los dos soldados intentarán por todos los medios salir con vida de tal situación.
Galardonada con el Oscar a la Mejor Película en habla no inglesa en 2001, con el argumento de que equiparaba a agredido y agresor, la película no fue del todo bien recibida, ni comprendida en el territorio de la antigua Yugoslavia, aún con la guerra recién acabada y todas las heridas abiertas. Sin embargo, hay que poner en valor que ya en aquel lejano 2001, además de representar la inutilidad e ironía de la guerra, es una llamada abierta a la reconciliación.
Danis Tanovic, realizador y guionista del film, plantea la guerra como un círculo vicioso del que resulta imposible salir convida. Un asunto en el que los culpables no son solamente los contendientes, sino también quienes teniendo los medios para imponer un poco de cordura, vuelven el rostro hacia otra parte, como esperando a que las soluciones lleguen solas o a que se maten todos unos a otros y cuando no quede nadie, se acabó el problema; o los medios de comunicación, que tampoco salen bien parados de la crítica que la película plantea hacia sus métodos de buscar, más que la noticia, el sensacionalismo.
Los personajes son meros títeres en manos de las ideologías, la política y los postulados, a veces irracionales, de los nacionalismos.
A pesar de lo terrible del argumento y aunque parezca un contrasentido, Tanovic consigue que, en algunos momentos nos parezca estar contemplando una comedia, eso sí, con tono de esperpento, sin perder de vista la seriedad del asunto que trata, ironizando y burlándose abiertamente de la guerra al mismo tiempo que la condena por absurda y cruel.