lunes, 22 de julio de 2019

MANDY

Mandy Garland (Mandy Miller) nació sorda y como consecuencia ha sido muda toda su vida.
Cuando son conscientes de sus limitaciones, sus padres, Harry (Terence Morgan) y Christine (Phyllis Calvert), tienen sentimientos encontrados sobre como será la vida futura de la niña, ellos creen que si tuviera un profesor de educación especial podría llegar a aprender a hablar, pero el caso es que la niña va creciendo desorientada y va teniendo cada vez más la apariencia de ser una niña tonta porque no puede aprender.
Hasta que aparece en su vida el siempre entusiasta profesor Searle (Jack Hawkins) que tiene una escuela para sordos con método de lectura de labios y la utilización de objetos mediante los cuales enseña a utilizar el habla.
Sin embargo, el proceso no estará libre de trabas, pues para ingresar en la escuela, Mandy ha de abandonar el hogar familiar que se ha convertido en una especie de prisión para ella, sometida al agobiante amor de sus padres, a una abuela sobreprotectora y a un abuelo emocionalmente distante.
La mejor opción para el futuro de la niña es trasladarse desde su casa en Londres, hasta Manchester, donde está la escuela y así lo entiende Christine, que tiene que luchar contra la opinión de Harry y sus padres, algo que aumentará la tensión en el matrimonio, hasta el punto de que la madre de Mandy se ve acusada de adulterio por la sospecha de una posible relación con Dick Searle.
A pesar de todo, el trabajo en la escuela con Mandy sigue adelante.


El guión se basa en la novela The Day is Ours, de la británica Hilda Winifred Lewis, cuyo esposo, el profesor M. Michael Lewis, trabajó como especialista en educación de sordos en la Universidad de Nottingham.


Si en algún momento la película cae en algo parecido a la sensiblería se debe a que, por el tema tratado, es casi imposible que en ciertos instantes las imágenes y las situaciones dejen de tocar la fibra sensible del espectador. Sin embargo, uno de los grandes aciertos del film es que trata de alejarse de la tentación de transitar ese terreno.
De hecho, la sordera de Mandy se transforma casi en un pretexto para abordar otros asuntos que, de hecho, ocupan la mayor parte del guión, cuales son las difíciles circunstancias emocionales que atraviesan los padres de la niña y, por otra parte, la absolutamente encomiable labor de los profesionales que se consagran en cuerpo y alma a la educación de los niños en general y de los discapacitados en particular. Ello sin que falten los dardos contra las administraciones públicas y su cortedad de miras cuando se trata de asuntos educativos y sociales o contra la mediocridad y la ambición de algunas de las personas que deben tomar decisiones relativas a estos asuntos.


Bien interpretada, llama la atención el buen desempeño de su papel de la pequeña Mandy Miller que ya había tenido una pequeña intervención en otra película de Alexander Mackendrick, El hombre del traje blanco y que viene a demostrar la buena mano que tenía este hombre en la dirección de actores y particularmente cuando se trataba de niños. Miller no era sordomuda, de hecho, Mackendrick dijo que no había seleccionado para el papel a ninguna candidata sorda, porque estas niñas, en su afán de superación y de demostrar su normalidad, en muchas ocasiones decían haber entendido lo que se les pedía, cuando en realidad se habían perdido parte de las explicaciones que se les daban.
Una película entrañable que hace sentir al espectador las dificultades que, a veces, atraviesan las familias de estos niños y que nos acerca a un personaje, Mandy, por el que inmediatamente sentimos dolor, amor, comprensión y simpatía y a una madre admirable y luchadora que junto al profesor Searle, no dudan en afrontar las maledicencias de su entorno familiar y profesional en beneficio de un ser por el que están dispuestos a sacrificarlo todo.




2 comentarios:

  1. ¡Buenísimo! Me encantó como reseñas la película y la voy a buscar pues el tema está actualmente en el tapete.

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    1. En efecto, en algunos aspectos, la película no ha perdido vigencia.

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