jueves, 4 de julio de 2019

FOR THOSE IN PERIL

Siendo niño, Aaron (George MacKay) escuchaba en boca de su madre, una historia que decía que el diablo del océano había maldecido a un pueblo y un día se llevó con él a niños y peces, hasta que un niño que lo había perdido todo, se internó en el mar y se convirtió en pez. Un día vio al demonio dormido en el fondo, entró por su boca y en su estómago halló a su familia y a los peces, los rescató y el mundo volvió a ser feliz como antes.
Aaron es superviviente y víctima de una tragedia que envuelve en luto al pequeño pueblo escocés de pescadores en que vive desde el día en que seis jóvenes que habían zarpado esa mañana, sufrieron un extraño accidente de pesca del que solo él regresó con vida.
Algunos de sus habitantes, culpan a Aaron, que no recuerda nada, del accidente, en el que también murió su hermano Michael (Jordan Young).
Exluído y apartado por los demás Aaron camina con culpa sin tener alguna, recordando el relato de su infancia y seguro de que él es el llamado a proteger a quienes el demonio del mar se ha llevado y mientras otros se dedican a tratar de olvidar la tragedia, él prefiere mantener su creencia en la convicción de que si uno cree en algo con mucha fuerza, tarde o temprano se hará realidad y lo que él cree es que su hermano aún vive y que solo tiene que rescatarlo del demonio que se lo llevó.
Todo ante el dolor de su madre, que debiendo enfrentar la reciente muerte de un hijo, debe combatir la muerte en vida del otro.


El montaje va intercalando diferentes formatos visuales y junto a imágenes del mar, tanto submarinas, como a nivel de superficie, imágenes de vídeo casero y reportajes de noticias, hay otras que nos trasladan a paisajes sonoros evocadores.


Un interesante estudio sobre la pena y dolor del superviviente, en parte impuesto por la comunidad que no le perdona que esté vivo mientras sus seres queridos han muerto.
La manera en que se nos se nos presenta recuerda en algo los trabajos de Terrence Malick y sus personajes angustiados y atormentados.
Cathy (Kate Dickie), la madre, es el contrapunto emocional, ella debe permanecer tranquila, soportando una especie de martirio, casi como esas madres de criminales aborrecidos por la sociedad.
Paul Wright logra crear un ambiente visual llamativo y envuelve al film con un aura de tristeza. Un trabajo audaz y en cierto modo, sorprendente, aunque no consigue del todo conectar con el espectador, pues parece que lo vemos todo desde la distancia, sin llegar a sentir cercanía con el personaje del joven y su desequilibrio emocional, lo que ocasiona que la película, por momentos, se vuelva tediosa.




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