lunes, 10 de junio de 2019

LA INFANCIA DE IVÁN

En la Unión Soviética, durante la Segunda Guerra Mundial, Ivan Bondarev (Nikolay Burlyaev), un niño de fuertes convicciones que ha quedado huérfano, realiza trabajos de espionaje a favor del Ejército Rojo. Debido a su pequeño tamaño, es capaz de pasar por sitios que a un adulto le resultarían infranqueables y, además su condición de niño, hace que nadie sospeche.
A pesar de la aparente dureza de carácter, a menudo recuerda los momentos felices pasados al lado de su madre que, junto a su hermana, murió en la guerra, sueños que, por otra parte, siempre terminan de forma violenta.
Tras obtener y transmitir información del avance de una tropa alemana, su oficial superior, Gryaznov (Nikolay Grinko), quiere enviarlo a la escuela militar, porque piensa que el frente no es lugar para un niño, pero Iván le jura que si lo hace, escapará y se unirá a los partisanos. Tras un intento de darse a la fuga, Iván es finalmente autorizado a seguir con su trabajo.
La estancia de Iván en el frente, no es la única que está en cuestión, también la de Masha (Valentina Malyavina), una teniente de los servicios médicos, que algunos creen que no es lo suficientemente fuerte mental y físicamente para soportar los horrores de la guerra, mientras otros la anhelan románticamente.
Los superiores y camaradas de Iván, muchos de los cuales le ven como a un hijo, reflexionan sobre qué va ser de sus vidas si logran sobrevivir a la guerra.


El guión se basa en el cuento "Ivan" de Vladimir Bogomolov, que figura como coguionista en los créditos. Andrei Tarkovsky escribió en su libro "Sculpting in Time" (Esculpir el tiempo o Esculpir en el tiempo), en el que hace un recorrido por sus películas, que no encontraba el libro demasiado bueno, pero las historias que no están bien escritas le resultan más fáciles de adaptar al cine.


La narración tiene dos tramas que transcurren paralelas, una en tiempo presente y la otra, los recuerdos de Iván mientras duerme. En una se nos muestra la realidad en un frente cualquiera, en este caso a orillas del Dnieper. Ivan sueña con su madre, a la que recuerda con amor y con su hermana, a la que ve sonriente y, casi siempre, jugando con ella.
Las transiciones entre un tiempo y otro son de lo más conseguido de la película, recuerdo ahora la maravillosa escena del pozo al que Iván se asoma con su madre para ver reflejada una estrella en su fondo.
El film, que transcurre a ritmo pausado en general, está plagado de planos y secuencias que rozan lo poético y de gran fuerza visual, para el recuerdo el beso con la teniente suspendida en el aire en medio del bosque de sauces, las tensas imágenes del cruce del río cuando tratan de llevar a Iván tras las líneas enemigas, o la escena en que el anciano cierra la puerta de su casa sin muros, de la que solo ha sobrevivido el horno y que muestra esa irrealidad demencial en que caen algunos de los afectados por los conflictos bélicos.
La película apenas narra acciones bélicas, centrándose más en los personajes, combatientes anónimos y en las consecuencias de la guerra sobre quienes la padecen, pero es, sobre todo, el retrato de la inocencia perdida de un muchacho que, bajo la capa de dureza y determinación, esconde al niño que reaparece en los sueños, cuya infancia y todo lo que ella significa, le ha sido arrebatada para siempre.




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