miércoles, 17 de septiembre de 2025

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

 


Durante la Gran Depresión, un joven campesino de Minnesota, Lem Tustine (Charles Farrell), viaja a Chicago para vender la cosecha anual de trigo. Allí se enamora de una camarera, Kate (Mary Duncan), con la que se casa. Cuando la lleva a la granja, el padre de Lem cree que ella sólo va tras el dinero de su hijo.


El guion adapta la obra teatral "La Tortuga de Barro", del dramaturgo y guionista estadounidense Elliott Lester, representada por primera vez el 20 de agosto de 1925.


La primera parte del film, nos presenta a los personajes, centrándose sobre todo en la pareja protagonista, con pinceladas de humor y un tono naturalista, para, a continuación, viajar a la granja familiar, un lugar que Kate ha soñado como idílico, en el que podrá escapar a las constantes molestias del restaurante donde trabajaba y los excesos de los clientes con las camareras, para encontrarse con un padre despótico e intransigente que muestra su hostilidad hacia la muchacha invitándola a que desaparezca de sus vidas. Situación que no mejora con la llegada de los braceros que van a recoger la cosecha, misóginos y lascivos, todo ello ante la actitud pusilánime de su esposo, incapaz de enfrentarse a su padre y de rescatar a su esposa del acoso de los hombres, prestando oídos a la historia maquinada por el padre de que la chica concede favores al capataz de la cuadrilla, lo que la lleva a pensar que los hombres son iguales en todas partes y que no se verá libre de sus abusos.
En toda esta segunda mitad, F.W. Murnau, realizador del film, retoma la iluminación expresionista que remarca el drama que se está desarrollando en pantalla.
Un film con escenas realmente vanguardistas que, además de la historia que narra, resulta un compendio visual del proceso de recolección del trigo, con aquellas primitivas cosechadoras arrastrada por una numerosa reata de mulas, los trabajadores laborando en la plataforma, manipulando y envasando el grano, cosiendo los sacos y arrojándolos a un costado para su posterior recogida y traslado; las mujeres llevándoles y repartiendo la comida al mediodía o las naves de madera donde se alojaban.
Murnau recurre a imágenes que revelan los pensamientos de los personajes sin necesidad de acudir a excesivos intertítulos (la imagen bucólica del calendario que contempla Kate cuando sueña con trasladarse al campo y otras por el estilo) y que cuentan más cosas que cualquier largo diálogo.
Un final entre redentor y complaciente, pone punto final a esta magnífica película que su realizador abandonó durante el proceso de edición por discrepancias con la productora.




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