viernes, 26 de septiembre de 2025

OCTUBRE

 


Recreación en tono documental de los acontecimientos en Petrogrado desde el fin de la monarquía en febrero de 1917 hasta el fin del gobierno provisional y los decretos de paz y de tierra en noviembre de ese año (octubre según el Calendario Juliano). 
Lenin (Vasili Nikandrov) regresa en abril. En julio, los contrarrevolucionarios reprimen una revuelta espontánea y se ordena el arresto de Lenin. A finales de octubre, los bolcheviques están listos para la huelga: "Diez días que estremecieron al mundo", según la famosa obra del norteamericano John Reed, de la que toma algunos pasajes. Mientras los mencheviques flaquean, una vanguardia se infiltra en el Palacio de Invierno. Vladimir Antonov-Ovseenko (que se interpreta a sí mismo) lidera el ataque y firma la proclamación que disuelve el gobierno provisional. 
Por cierto que este personaje, fue cónsul en Barcelona durante la Guerra Civil (de él dijo Juan Negrín: "es más catalán que los catalanes"). Arrestado por el NKVD durante la Gran Purga estalinista, el 8 de febrero de 1938, fue condenado a muerte por el Colegio Militar de la Corte Suprema de la URSS «por pertenecer a una organización terrorista trotskista y por espionaje» y fusilado dos días más tarde, el 10 de febrero, en el campo de fusilamiento de Communarka. Fue rehabilitado póstumamente el 25 de febrero de 1956 (¡A buenas horas!).


Acorde con los principios de la filosofía comunista, no había personajes principales. Sergei M. Eisenstein pone en juego toda su experiencia con movimientos rápidos de cámara, con un ritmo que se acentúa gracias al montaje, así como en la construcción de intensas secuencias que no fueron bien entendidas por las jóvenes generaciones rusas. El estreno se retrasó hasta 1928 debido a la presión de algunos grupos influyentes y, además, se cortaron algunas escenas (prácticamente todas en las que aparecía León Trotskiy). El rodaje del asalto al Palacio de Invierno requirió 11.000 extras y la iluminación dejó al resto de la ciudad a oscuras.


Aparte de contemplar y, en su caso, disfrutar de la narrativa de Eisenstein, es de esas películas en las que algunos aconsejan estar un poco documentados sobre los acontecimientos históricos reales, ya que supone más una especie de espectáculo visual basado en momentos destacados, que una lección de historia (a pesar de algunas secuencias emocionantes).




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