Andreas (Max von Sydow), un hombre desconectado del mundo después de su divorcio y una fugaz relación con una vecina, vive en una pequeña isla del Báltico. Allí conoce a una pareja de artistas que está en plena desintegración, al tiempo que comienza un romance desafortunado con la misteriosa y seductora Anna (Liv Ullmann), quien recientemente perdió a su propio esposo e hijo en un accidente. Mientras tanto, alguien recorre la comunidad isleña cometiendo actos de crueldad con animales.
Ingmar Bergman, una vez más, mete el bisturí en los entresijos de la naturaleza humana y las relaciones (o aislamiento) con los demás.
Es cierto que hay mentiras, infidelidades, situaciones fingidas, cierto egoísmo, pero también, aunque algunos sean incapaces de verlo, hay momentos de solidaridad, como cuando Andreas rescata al perrito al que han colgado por el cuello y se lo lleva a casa para cuidarlo o cuando él, a su vez, es ayudado por su vecino que lo encuentra borracho perdido tirado sobre la nieve y le lleva a su casa evitando que, posiblemente, muera congelado.
Al fin y al cabo, lo que nos cuenta Bergman en su película es un retrato del mundo en que vivimos, rodeados de todas esas cosas, de las maldades del ser anónimo (aunque en la realidad tengan nombre y apellidos) que mutila, tortura y mata a los animales por el simple afán de hacer daño; de los engaños e hipocresías de personas de nuestro entorno o de quienes nos gobiernan. Pero también de la bondad de algunos, de la solidaridad de otros ante las desgracias ajenas, en definitiva, un retrato de lo contradictorios que somos los hombres.
La recuerdo como una película de gran intensidad dramática, en la que Liv Ullmann lleva el peso de la acción.
ResponderEliminarVon Sydow también tiene mucho protagonismo.
Eliminar